A partir del momento en el que se abrieron las puertas del Estadio Fray Nano, la música fue lo único que importó: el estadio lucía desangelado, ningún letrero de bienvenida, ninguna estructura decorativa, mucho menos detalles visuales que marcaran el tono del Pitchfork Festival CDMX 2025. El gris y rojo de los Diablos Rojos —equipo local del recinto— dominaban el paisaje y lo único que evidenciaba que se trataba de un festival de música era el escenario solitario que, sobrio y sin ornamentos, dominaba el paisaje.
Pitchfork CDMX: el festival entre el éxtasis de la música en vivo y la confusión

Desde el inicio algo se sentía fuera de lugar. Y es que a casi un mes de que en el AXE Ceremonia fallecieron los fotoperiodistas Bere Giles y Miguel Ángel Rojas, la tensión en el primer festival celebrado en la CDMX tras la tragedia se sentía en el ambiente. No solo entre fotógrafos, reporteros y el staff, también entre los asistentes. No hay duda: la seguridad se convirtió en un tema sensible para quienes frecuentan estos eventos y aunque Pitchfork no escatimó en cuidados, los reajustes y la falta de ambientación crearon confusión y un aire extraño.
El Fray Nano parecía desnudo y algunas personas se acercaban confundidas. Poco a poco la atmósfera se relajó y mientras había quienes buscaban rincones para tomarse la foto perfecta (aunque no hubiera marcos neones) llegó la hora de que las bandas y artistas comenzaran a tocar.
Con “Aguacero”, Rosas abrió el escenario con una seguridad apabullante con la que evidenció que, a pesar de ser su primera vez tocando en vivo, tiene una gran química con su banda ‘El Rosal’; le siguió A Veces Siempre con un set íntimo y, entre acordes acústicos hablaron de ternura y resistencia e hicieron un llamado para reflexionar y actuar en contra del abuso sexual infantil, delito en el que México se encuentra en los primeros lugares del mundo.

Voces del mundo: una curaduría especial
Silvana Estrada, la cantante mexicana que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años y un reconocimiento (bien merecido) en todo el mundo, fue la responsable de curar una parte del lineup del Pitchfork Music Festival CDMX 2025.
Entre sus elegidos: Bedouine, artista de raíces sirio-armenias con una propuesta acústica, melancólica y sonidos suaves; Tim Bernardes, cantautor brasileño cuyas canciones navegan entre lo espiritual y romántico y que fue ovacionado por el público que veía muy difícil verlo en vivo en la CDMX; y Rodrigo Amarante, también brasilieño con su mezcla de bossa nova, folk y lirismo poético que encajó perfecto con la atmósfera.

Tras estas tres presentaciones, Silvana Estrada, la conexión musical entre estos artistas, hizo su aparición con una fuerza escénica conmovedora e interpretó “Primera lluvia” y “Como un pájaro”. Además, la veracruzana, que se ha declarado ferviente seguidora de sus invitados, invitó a Bedouine para cantar “One More Time”, y compartió el escenario con Tim Bernardes y Rodrigo Amarante.
Black Country, New Road se hizo cargo de cerrar la jornada y con una experiencia musical desafiante, teatral y profundamente emocional, tocaron completo el álbum Forever Howlong y hubo lágrimas, abrazos y euforia.
La banda británica fue el enlace perfecto entre el primer y segundo día del festival, que tuvo como headliner a nada más y nada menos que Beth Gibbons, la cantante y compositora que presentó su álbum Lives Outgrown, lanzado el año pasado, y que llenó por completo el estadio con su voz dulce y tan característica.

Pitchfork Music Festival CDMX: la edición del 2025 fue una experiencia entre el éxtasis y el desorden
Musicalmente, el Pitchfork Festival fue un lujo. Cada uno de los actos demostraron la sensibilidad, el profesionalismo y una conexión genuina con el público. ¿El pero? El ambiente se sentía enrarecido y quedó a deber.
Los cambios de horarios, la baja de último momento de Little Simz, la pobre señalización y una experiencia VIP deficiente y sin amenidades claramente diferenciadas, opacaron lo que pudo ser un festival memorable.
Aunque el formato “austero” podría leerse como un extremo cuidado al ser el primer evento musical tras una tragedia de la que aún no se ha compartido ningún avance en investigaciones (y de las que es importante decir que este festival no está relacionado), o una apuesta por volver a lo esencial (la música por encima de las marcas, el contenido por encima del espectáculo) el resultado se sintió desequilibrado.

Es decir, sí da un paso a reimaginar los festivales sin tanta producción, ni adornos y marcas en exceso. Un back to basics para concentrarse en la música en vivo, para ver artistas y bandas que difícilmente podrían reunirse en un solo lugar, pero tal vez —y solo tal vez— hace falta buscar un punto medio en el que, sin montajes grandilocuentes, se sienta la atención al detalle, la coherencia del legado del Pitchfork, uno de los festivales más queridos de Chicago, Londres y París, y el cariño y respeto al público mexicano que, con su riqueza cultural y melomanía vibrante, merece mucho más que una producción a medias.