2025: el año en que el terror nos salvó del cine de superhéroes
En una era de fatiga de franquicias, el terror resurgió para dominar la taquilla y cultura. Con viejos trucos y nuevas pesadillas, el terror no solo sobrevivió en 2025: redefinió el éxito en Hollywood.
La industria del cine, en su actual estado post-pandemia y después de las huelgas que se vivieron en Hollywood, ha sido un animal herido y desconcertado. Los estudios, aferrados a fórmulas que antes garantizaban miles de millones de dólares, se encontraron con un público cada vez más selectivo y, francamente, aburrido.
La conversación en la industria giraba en torno a su supervivencia hasta 2025, una fase que encapsulaba la ansiedad de un Hollywood en plena crisis existencial. Y entonces, en medio de la incertidumbre, llegó la sangre.
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El año 2025 no será recordado como aquel en el que los superhéroes volvieron a dominar sin esfuerzo, sino como el año en el que el terror, en toda su gloria visceral y a menudo de bajo presupuesto, se convirtió en el evento cinematográfico por excelencia.
Mientras gigantes como Thunderbolts*, de Marvel Studios, tropezaban sin lograr el impacto esperado y avivando las llamas del debate sobre la fatiga del género, una nueva (y vieja) guardia de monstruos, demonios y asesinos en serie reclamaba el trono de la taquilla y, lo que es aún más importante, de la conversación viral en redes sociales.
LA ANATOMÍA DE UN SUSTO TAQUILLERO
Para entender el fenómeno de 2025, es crucial mirar hacia atrás. A lo largo del año anterior, ya se habían sentado las bases, demostrando que el terror era una apuesta segura en un mercado volátil. Películas como Alien: Romulus, con una recaudación mundial de más de 350 millones de dólares, y A Quiet Place: Day One, superando los 261 millones, demostraron que las franquicias de terror, cuando se manejan con cuidado, siguen siendo inmensamente populares. Incluso cintas más pequeñas y originales como Longlegs, con su brillante campaña de marketing y la escalofriante actuación de Nicolas Cage, se convirtieron en fenómenos rentables, recaudando más de 126 millones de dólares con un presupuesto modesto.
Estos éxitos de 2024 fueron el preludio perfecto. Demostraron que había un apetito voraz por el género que no dependía de presupuestos de 200 millones de dólares ni de complejas conexiones interdimensionales. El público quería sentir algo, y el terror, en su forma más pura, ofrece precisamente eso: una reacción catártica e innegable.
Avancemos rápidamente hasta este 2025, un año en el que la taquilla general mostraba signos de recuperación, con proyecciones que apuntaban a un aumento del 8 por ciento en los ingresos globales en comparación con 2024. Sin embargo, la distribución de ese éxito fue de lo más reveladora. Mientras películas como la adaptación de Lilo & Stitch y el reinicio de Superman de James Gunn cumplían con las expectativas y se consolidaban como éxitos comerciales, fue el terror el que generó los márgenes de beneficio más asombrosos y el buzz cultural más duradero.
EL EVANGELIO SANGRIENTO DE SINNERS
La primera gran sacudida del año llegó con Sinners, la esperadísima película de Ryan Coogler que reunía al director con Michael B. Jordan, su actor fetiche. Lejos del reino de Wakanda o los cuadriláteros de Filadelfia, Coogler se sumergió en el gótico sureño con una historia de vampiros ambientada en el Mississippi de los años 30, durante la era Jim Crow.
Sinners fue mucho más que una simple película de terror; fue un evento cultural. Con Jordan interpretando a dos hermanos gemelos que abren un local de blues que atrae a una clientela no-muerta, la película era a la vez un thriller de acción, un musical y un incisivo comentario social sobre la apropiación cultural y el racismo en Estados Unidos. La crítica la aclamó como una obra maestra transgresora, una película que utilizaba el género para explorar temas complejos de una manera que el cine de gran presupuesto rara vez se atreve.
El público respondió con un fervor casi religioso. Sinners no solo debutó con unos impresionantes 48 millones de dólares en Estados Unidos, sino que demostró una resistencia en taquilla asombrosa, rompiendo el récord de la menor caída en el segundo fin de semana para una película de terror, una hazaña previamente ostentada por Get Out, de Jordan Peele.
Su recaudación final superó los 365 millones de dólares a nivel mundial, convirtiéndose en un titán de la taquilla y en la vara con la que se medirían todas las demás películas de terror del año. Su éxito no se basó en una fórmula preexistente, sino en la visión singular de un autor y en la voluntad de Warner Bros. de apostar por una idea original y audaz.
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LA MUERTE NUNCA PASA DE MODA
Si Sinners representaba la innovación, Final Destination: Bloodlines demostró que una fórmula bien ejecutada puede ser igual de letalmente efectiva. Catorce años después de la última entrega, la franquicia que convirtió los accidentes cotidianos en una fuente de ansiedad existencial regresó con una premisa renovada pero familiar: un grupo de personas engaña a la muerte, y la muerte, como una contadora macabra, viene a saldar la cuenta.
Lo que hizo que Bloodlines funcionara tan bien en 2025 fue su autoconciencia. La película no intentó reinventar la rueda; en su lugar, la perfeccionó. Las secuencias de muertes, principal atractivo de la saga, aparecen ahora más elaboradas, más retorcidas y, gracias a las redes sociales, más virales que nunca. Cada nueva muerte se convertía en un meme, un GIF, un tema de debate en TikTok. ¿Era posible sobrevivir a un colapso en un puente colgante? ¿O a un fallo catastrófico en un parque acuático? La conversación online era incesante.
El resultado fue un éxito de taquilla rotundo. La película debutó con más de 51 millones de dólares en Estados Unidos y rápidamente se convirtió en la entrega más taquillera de la historia de la franquicia, superando la marca de los 300 millones a nivel mundial. Bloodlines demostró que la nostalgia, cuando se combina con una ejecución impecable y una campaña de marketing inteligente que aprovecha el poder de la viralidad, es una fuerza a tener en cuenta. Destronó a Thunderbolts* del número uno, un David de terror que derribaba a un Goliat de superhéroes en una narrativa que parecía escrita por los propios dioses del cine.
EL MISTERIO Y LA BRUJERÍA
A mediados de año, Warner Bros. continuó su racha de éxitos de terror con Weapons, la esperada segunda película de Zach Cregger, director de la aclamada Barbarian. Si Barbarian fue una clase magistral de subversión de expectativas en un espacio reducido, Weapons expandió el lienzo a toda una comunidad. La premisa era simple y escalofriante: 17 niños de una misma clase desaparecen de sus casas a la misma hora de la noche, dejando a un pequeño pueblo sumido en la paranoia y la sospecha.
Protagonizada por un elenco de lujo que incluía a Josh Brolin y Julia Garner, Weapons fue un thriller de misterio que se cocinaba a fuego lento hasta convertirse en una explosión de horror sobrenatural. Cregger volvió a jugar con la estructura narrativa, presentando la historia desde múltiples perspectivas, creando una tensión insoportable y un sentido de pavor constante.
El boca a boca fue inmediato y devastador. Weapons se convirtió en la película “imperdible” del verano, la que todos debían ver para poder participar en las conversaciones online. La crítica alabó su ambición y su atmósfera sofocante, mientras que el público respondió con una taquilla mundial que superó los 290 millones de dólares, un número asombroso para una película cuyo presupuesto no pasaba de los 40 millones.
Más allá de las cifras, Weapons confirmó a Cregger como una de las voces más importantes del terror contemporáneo, un director capaz de combinar la brutalidad visceral con un comentario social mordaz. Si Sinners era la ópera gótica del año, Weapons era su contraparte minimalista y cerebral, demostrando la amplitud del género y su capacidad para abordar múltiples tonos y estilos.
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MÁS ALLÁ DE LA SANGRE: EL TERROR COMO ESPEJO CULTURAL
Lo que hizo de 2025 un año singular no fue únicamente la rentabilidad del terror, sino la manera en que el género se convirtió en un termómetro cultural. Cada película exitosa parecía hablar de algo más: Sinners sobre el racismo y la explotación cultural, Final Destination: Bloodlines sobre la ansiedad colectiva y la inevitabilidad de la muerte en tiempos de crisis climática, Weapons sobre la paranoia comunitaria y la fragilidad de la confianza social, y Smile 2 sobre la alienación digital y el precio de la fama.
El terror siempre ha funcionado como un espejo deformante de nuestros miedos más profundos, y en 2025 ese espejo reflejaba una sociedad marcada por la desconfianza en las instituciones, la fatiga tecnológica y la sensación de que lo peor siempre está a la vuelta de la esquina. En un mundo plagado de crisis geopolíticas, climáticas y culturales, las películas de terror ofrecieron un espacio catártico donde el miedo podía experimentarse, procesarse y, finalmente, dejarse atrás al encender las luces de la sala.
EL OCASO DE LOS HÉROES EN SPANDEX
En contraste, el cine de superhéroes, antaño el motor de Hollywood, siguió su espiral descendente. Thunderbolts*, la gran apuesta de Marvel para revitalizar su universo cinematográfico, logró abrir fuerte en la taquilla, pero se desinfló rápidamente, sin generar el fenómeno cultural que alguna vez acompañó a entregas como Avengers: Endgame. DC, bajo el mando de James Gunn, tuvo un relativo éxito con su nuevo Superman, pero el entusiasmo ya no alcanzaba los niveles de fiebre mundial de antaño.
El público parecía haber cambiado sus prioridades. Donde antes se emocionaba por universos interconectados y cameos sorpresa, ahora buscaba emociones inmediatas, genuinas y, en cierto sentido, más humanas. El terror, con su capacidad para hacer latir el corazón y sudar las manos, ofrecía justamente eso.
EL FUTURO DEL MIEDO
De cara a 2026, Hollywood ha tomado nota. Los estudios ya planean un aluvión de proyectos de terror, desde remakes de clásicos como The Others hasta propuestas originales de directores emergentes. El género, alguna vez relegado a las sombras del mainstream, ahora ocupa el centro del escenario. Sin embargo, el reto será no caer en la sobreexplotación. Parte del atractivo del terror es su capacidad para sorprender, para presentarse como un intruso inesperado en la taquilla. Si los estudios convierten el género en otra fábrica de franquicias interminables, el riesgo de saturación será inevitable.
Por ahora, 2025 quedará grabado como el año en que el cine encontró en el terror no solo un salvavidas económico, sino un recordatorio de por qué seguimos yendo al cine: para sentir, para temer, para compartir en la oscuridad una experiencia colectiva que nos une en gritos y carcajadas nerviosas. Porque al final, en un mundo que parece cada vez más aterrador fuera de la pantalla, el terror en el cine nos ofrece algo invaluable: la promesa de que, al menos durante dos horas, el miedo tiene un principio y un final.