Es difícil saber cuándo empezó de manera precisa el auge del true crime. Se podría decir que es un género que se hizo famoso desde que Truman Capote publicó A sangre fría en 1966. Pero quizás sea anterior: al fin y al cabo, los crímenes siempre han generado fascinación entre el público. El caso es que, gracias a la multiplicación y popularidad de contenido en plataformas como Netflix, Disney+, Prime Video y Spotify, entre otras, disfruta de un sorprendente florecimiento.
El poder de la realidad en streaming
“Recibimos cientos de pitches diarios, de todos lados. Casi todos son interesantes, pero los dejamos pasar. Los directivos nos piden encontrar historias de no ficción que involucren algún crimen famoso. Eso estamos buscando en cada país: casos muy famosos locales y reales que muevan los recuerdos de las personas”, dice off the record una ejecutiva de una de las grandes plataformas de streaming en México.
Podemos remontarnos a comienzos de la década de 2010, cuando se estrenaron The Jinx: The Life and Deaths of Robert Durst y Making of a Murderer. Quizás fueron los primeros grandes éxitos en los que se hablaba de crímenes célebres y generaron muchísima audiencia. La receta es la misma que se ha mantenido, sin variar demasiado: una mezcla de entrevistas, material de archivo y reconstrucciones dramatizadas. Luego vinieron otras series como O. J.: Made in America o The Keepers. Estas se adentraron más en un elemento que es definitivo: la investigación.
Muchos conocedores opinan que no solo se trata del crimen en sí, lo que más parece interesarle al público es cómo se investiga el caso. Y, en algunos casos, el misterio queda sin resolver. Baby Reindeer es una de las series recientes más vistas en el mundo y ganadora de múltiples premios Emmy. Su éxito se debe, entre otras cosas, a que nunca se resuelve el dilema central: no queda muy claro quién es la víctima y quién el victimario. El fenómeno, desde luego, está presente en el mundo del audio.
Existen cientos de podcasts, de todos los formatos y características, que exploran las temáticas relacionadas con crímenes y asesinos en serie. Dos de los más populares son Crime Junkie o Serial, que cuentan con una narración intensa, capaz de atrapar a cualquier oyente. Hay ejemplos a montones. Incluso la famosa serie Only Murders in the Building retoma el tema. En ella, los personajes de Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez interpretan a un trío de investigadores aficionados que tienen un podcast en el que resuelven crímenes ocurridos en un lujoso edificio de Nueva York.
En México, el país hispano con la audiencia más grande, esta tendencia también está presente. Hay muchos ejemplos, entre ellos destaca El show, crónica de un asesinato, estrenado en Vix y donde se reconstruye el impactante asesinato del conductor Paco Stanley en 1999. También vale la pena mencionar el reciente documental de Netflix que explora el caso de la “mata viejitas”.
En La dama del silencio se reconstruye el asesinato de más de cuarenta ancianas en Ciudad de México en las décadas de los 80 y 90. “Fue un trabajo de investigación minucioso en todos los archivos que tuvimos disposición, era una tarea enorme rastrear este material”, dice María José Cuevas, la directora. El documental hace unas recreaciones estupendas de las escenas de los crímenes y del modus operandi de la asesina. “Fuimos muy cuidadosos en la reconstrucción de las escenas, no queríamos banalizar los crímenes y respetar la memoria de las víctimas”.
En los últimos años, hemos visto una avalancha de estrenos. Sería imposible mencionar todos los títulos, pero destacan American Crime Story, Mindhunter, The Ted Bundy Tapes y Monsters. Esta última es especialmente brutal. La primera temporada se centraba en la figura del asesino en serie Ted Bundy. La nueva temporada que se acaba de estrenar en Netflix retoma el caso de los hermanos Menendez, quienes asesinaron a sus padres en 1989. La serie está protagonizada por Javier Bardem, Chloë Sevigny, Cooper Koch y Nicholas Alexander Chavez, un reparto de lujo para una producción escabrosa.
El cerebro detrás de la mayoría de estas producciones es Ryan Murphy, cuyas series limitadas son cada vez más sangrientas y crudas. “Las plataformas no solo han producido un vasto número de contenidos basados en crímenes reales, sino que también han amplificado su alcance al difundirlos a un público global”, escribe Vicente Garrido en su libro True Crime: la fascinación del mal (2021). Efectivamente, el auge de este tipo de series y películas ha generado un debate, como ocurrió en Halloween del año pasado cuando muchos adolescentes se disfrazaron de Jeffrey Dahmer después de ver la serie de Netflix. Las familias y amigos levantaron la voz, aterrados ante este fenómeno: para ellos era una forma de volver a revictimizar.
El hecho de que el asesino fuera interpretado por un hombre atractivo también fue un reparo. En efecto, varios especialistas han advertido sobre el riesgo. Algunos estudios han llegado a asegurar que el hecho de ver tantos crímenes en pantalla lleva a algunos psicópatas a tomar la decisión de actuar en el mundo real. Diana Narváez, de la productora colombiana Los Notarios: “Nos gusta ver hasta dónde puede llegar el ser humano sin tener que experimentarlo. Y eso es irresistible para cualquier audiencia”. Puede que también, consciente o inconscientemente, nos hace creer que podemos estar más preparados en caso de que nos acabe ocurriendo algo.
El hecho de sentir miedo, pero de al mismo tiempo saber que no es real, genera una satisfacción enorme entre las audiencias. O quizás también hay una explicación en el morbo que genera ver en una pantalla las cosas que ocurren en el mundo y que superan la imaginación de cualquier guionista. Por ahora, es evidente que el género del true crime está instalado en la cima de su popularidad. Además, tristemente, el mundo sigue produciendo asesinatos, masacres y monstruos, y la gente no aguanta las ganas de verlos.