“Ahora que los jugadores pueden mostrar su verdadera personalidad a través de la moda y mostrar su influen- cia ayudando a la sociedad, es momento de que las marcas intervengan”, decía hace unos meses a HighSnobiety Héctor Bellerín, uno de los jugadores más comprometidos y, a su vez, más enamorados de la moda.
Y es que, tras la conquista de los grandes clubes, las marcas se han fijado en los propios futbolistas al calor de sus cada vez más comprometidas campañas en redes sociales por la paz, contra el racismo y la xenofobia o en defensa del medioambiente. Marcus Rashford, el menor de cinco hermanos educados por una madre soltera originaria de Saint Kitts y Nevis en un empobrecido suburbio de Manchester, lanzó en octubre de 2020 en sus redes sociales la campaña End Child Food Poverty para acabar con el hambre infantil en el Reino Unido.
Unas semanas después era el flamante embajador de Burberry, trabajo que encadenaría con Levi’s solo un año después. No está solo. Kylian Mbappé (PSG) es hoy imagen de Dior, al igual que Jack Grealish (Manchester City), el fichaje británico más caro de todos los tiempos, de Gucci, o Raheem Sterling (Chelsea) y Trent-Alexander Arnold (Liverpool) de Bottega Veneta.
El futbol femenino tampoco se queda atrás. Megan Rapinoe, histórica capitana del equipo nacional de Estados Unidos, fue recientemente elegida por Jonathan Anderson para una campaña de Loewe.Las razones para este enamoramiento deportivo hay que buscarlas en el tamaño del mercado del futbol a nivel mundial.
Según la consultora Allied Market Research, la industria del balón tenía en 2019 un valor de 18 mil 880 millones de dólares, pero se espera que alcance los 40mil millones en 2027. Las audiencias tampoco van a la zaga.
De acuerdo con el Global Media Report que publica anualmente la consultora SportBusiness, el futbol representa 40 por ciento de todos los ingresos por derechos televisivos en el mundo; o lo que es lo mismo: 20mil 800 millones de dólares anuales. Estas cantidades son comprensibles si se pone atención a las audiencias: solo la final de la última Eurocopa tuvo una media de 325 millones de telespectadores procedentes de 229 países, mientras que Nielsen cifra en 3mil 200 millones de personas la audiencia acumulada de la última edición de la Premier League, la competencia más cara y atractiva del mundo.
Ávidas de nuevos mercados, clientes y plataformas, las marcas no han dejado pasar un escenario tan jugoso. Atletas jóvenes, muchos de ellos comprometidos socialmente, con un importante deje aspiracional y con influencia directa en los más jóvenes, el mercado del futuro.
En Qatar 2022, la gran cita de este invierno, las cosas no serán diferentes, aunque en este caso serán las firmas de prêt-à-porter las protagonistas. España renovará en Oriente Medio su compromiso con El Ganso, al igual que Portugal con Sacoor Brothers, ambas marcas con mercados muy locales.
Inglaterra, en cambio, se aseguró a Marks & Spencer como sastre oficial, mientras que Alemania hizo lo propio con Vaan Lack, centenaria firma radicada en Möenchengladbach. Al fin y al cabo, el Mundial es uno de los escasos acontecimientos globales con capacidad para trascender y convertirse en un evento.
Dice Gianni Infantino, presidente de FIFA, que las previsiones de la institución contemplan que 5 mil millones de personas se pondrán delante del televisor en algún momento entre el 20 de noviembre y el 18 de diciembre, las fechas de la Copa del Mundo.
Un escenario demasiado goloso; un mercado de decenas de miles de millones de dólares.