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Joyería masculina, estética y poder

En el pasado símbolo de estatus y autoridad, la joyería masculina ha evolucionado para adaptarse a los tiempos.
sáb 04 junio 2022 01:06 PM
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Hoy, nobles y aristócratas han desaparecido como figuras aspiracionales, dejando su lugar a raperos, traperos, reguetoneros y celebrities de internet y las redes sociales. Ellos son hoy los nuevos prescriptores.

Desde el comienzo de los tiempos un símbolo de poder, la joyería masculina ha sobrevivido modas y revoluciones hasta convertirse en uno de los accesorios más comunes de la actualidad, como demuestran las apuestas de muchas de las firmas orfebres más importantes del mundo y su éxito entre raperos, modelos, celebrities, políticos y deportistas.

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Asegura la arqueóloga croata Davorka Radovcic, que hace 130,000 años, muy cerca de la costa balcánica, el ser humano comenzó a colgarse abalorios (entonces garras de águila y otros animales y piedras y rocas pulidas por la erosión) en el cuello, los tobillos y las muñecas. Desde entonces, no ha habido civilización, revolución, movimiento artístico o hito cultural en el que la joyería no haya representado algún tipo de mensaje.

Pero antes, vayamos al principio, a la construcción de los primeros asentamientos como consecuencia del cambio de hábitos del ser humano, que pasa de ser eminentemente nómada y cazador, a cazador y recolector. Esta metamorfosis, además, permitió el nacimiento de los primeros sistemas económicos y de constructos como el poder o el dinero. Hace 10,000 años, Jericó se levantaba en Oriente Medio como la primera ciudad moderna, y de ahí datan los alfileres de alta joyería que portaban las clases más pudientes.

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El fenómeno continuó con los egipcios (con broches más redondeados y el uso de otro tipo de materiales, más accesibles por cuestiones geográficas), pero también con griegos, etruscos y romanos, obsesionados como ellos con la representación de la flora y la fauna de sus entornos, y con los pueblos germánicos y del norte de Europa. A diferencia de los anteriores, sí daban a este tipo de piezas un valor simbólico que, según los historiadores, situaban incluso por encima del estético.

No fue pues hasta el Renacimiento y el Barroco, en Europa occidental, cuando el broche perdió su utilidad como sujeción de capas y vestidos para convertirse en un elemento decorativo más. Y precisamente en ese momento nace la joyería moderna, que ya nunca abandonó el camino de la estética y el poder en su desarrollo posterior. No obstante, es necesario mencionar otro hito, el que se produce tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la producción se limitó por la carencia de minerales y piedras preciosas que causó la insaciable industria armamentística. Durante casi una década, solo el oro pareció recuperar su influencia anterior al conflicto, al tiempo que la joyería se alejaba del canon tradicional para comenzar a borrar la línea entre lo masculino y lo femenino hasta alcanzar la actualidad.

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Es precisamente ese parteaguas el que define la posterior evolución de la joyería masculina que hoy vemos en marcas como Dior. La marca francesa, referencia del lujo parisino durante casi un siglo, apuesta en esta temporada por broches, pulseras de eslabones y alfileres para solapas o corbatas que parecen inspirados en la Florencia de los Médici gracias a sus engarces, su delicada orfebrería, sus perlas y piedras preciosas y su representación de animales como el león, indiscutible símbolo de poder desde tiempos inmemoriales. No es, sin embargo, la única maison que apuesta por borrar las delicadas y cada vez menos poderosas líneas que definen el género.

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Tiffany & Co., por ejemplo, presenta además de sus icónicos brillantes, anillos en oro blanco, amarillo y rosado con detalles en negro que bien pueden servir para acudir a un coctel como para aparecer en el último videoclip de Kanye West. Y es que precisamente los raperos, traperos y reguetoneros han llevado la joyería masculina al mismo lugar que monarcas y nobles siglos atrás.

Anuel, Bad Bunny, el propio Kanye, C. Tangana, Drake, Jay-Z o A$AP Rocky se han transformado en los últimos tiempos en los mejores prescriptores de un tipo de ornamentos que, de las alfombras rojas y los escenarios, han saltado sin complejos a discotecas, eventos y redes sociales. Verbigracia. Cartier, a quien se atribuye la creación del primer reloj de pulsera masculino, el Santos, es desde hace unos años una de las marcas favoritas de una esta nueva clase social, que nació alrededor del internet y la digitalización, que parece agarrarse a la seguridad del pasado mediante piezas con un alto nivel de detalle. Sus clásicas líneas Love, Panthère, Trinity, Écrou, Clash y Juste un Clou se renuevan para alinearse con los tiempos, más relajados, menos formales, pero igual de apasionados por las muestras espontáneas de poder.

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Pero no solo de diamantes, oro y otras piedras preciosas vive el hombre moderno. Como consecuencia directa del cambio de paradigma que se produjo en el hemisferio occidental entre finales de los 60 y 70, la joyería comenzó a verse en ciertos ambientes como un desagradable símbolo de soberbia. Fue entonces cuando las maisons comenzaron a centrarse en materiales menos ostentosos mientras se alejaban del canon tradicional que había definido el siglo XX. Eran tiempos de solidaridad y luchas sociales, con lo que la opulencia dejó de formar parte de la ecuación y el cuero, los materiales naturales y los metales menos nobles comenzaron a verse en pulseras, colgantes, aretes y pendientes tanto para hombres como para mujeres, una influencia que Gucci recuperó con éxito y que han replicado otras firmas de prestigio como Saint Laurent, donde los tonos plateados y negros y el empleo de materiales habitualmente ajenos a la alta joyería, son una constante.

Louis Vuitton, en cambio, parece seguir las líneas más tradicionales y en su colección para esta primavera-verano se ha dejado llevar por el signo de los tiempos, aplicando eslabones fluorescentes a sus collares tradicionales, que aparecen en versiones XXL o XS, mientras que sus colgantes con incrustaciones de cristal parecen seguir una línea menos arriesgada. Maneras diferentes todas ellas de adaptar la joyería, tan antigua como la vida del ser humano en comunidad, a las corrientes que marcan el devenir de nuestras sociedades.

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