En una época en la que los límites entre lo masculino y lo femenino son cada vez más difusos, las bolsas vuelven con fuerza al armario masculino para imponer su autoridad.
Durante muchas escenas de Don’t Look Up, la comentada película de Netflix, Jonah Hill carga una bolsa Birkin de Hermès. La cultura popular convirtió este objeto en uno de los máximos símbolos mundiales del lujo que, además, proyecta en el espectador el acceso a un círculo sumamente exclusivo de la industria de la moda.
La bolsa, que han cargado sex-symbols y primeras damas a lo largo de la historia, se muestra en las manos de un actor. Resulta evidente que estamos viviendo procesos de cambio que desdibujan lo que antes eran códigos estrictos sobre cómo se debe usar un objeto y quién o quiénes pueden portarlo. Siempre hemos llevado bolsas, al margen de nuestra construcción de género.
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En el medievo eran pequeños morrales de cuero, tela o brocado que se ataban a la cintura. En el Renacimiento aparecieron las carteras al hombro o cruzadas, diseño que en las décadas de los 60 o 70 se conocía como “mariconera”. El artefacto comenzó a desaparecer durante la Revolución Industrial, cuando se incorporaron bolsillos a los pantalones de los hombres y se empezaron a ver las bolsas femeninas. En las faldas y en los pantalones de las mujeres, sin embargo, es escasa su presencia, lo cual da pie a una interesante reflexión sobre su relación con el sexismo.
Las bolsas se convirtieron en un accesorio para mostrar; es decir, se cargaron de símbolos que denotan estatus. No proyectaban lo mismo una elaborada en piel de cocodrilo o avestruz, una fabricada con mezclilla, la que está bordada a mano con cristales o la que tenía detalles en plástico. ¿Por qué lo escribo en pasado? Porque ahora encontramos bolsas de lujo en todos los materiales: desde el plástico holográfico de la Keepall que diseñó Virgil Abloh para Louis
Vuitton a las 2.55 de Chanel en tweed de lana y lentejuelas o piezas de cristal y acrílico. Y ante la crisis ambiental, Prada ha ido más allá, confeccionado sus famosos accesorios de nylon con Re Nylon, un tejido regenerado proveniente del plástico vertido en los océanos.
Las bolsas de lujo ya no se miden por un mismo indicador. La decisión es personal y depende de cada gusto, de lo más llamativo a lo más discreto; de lo más ornamentado a lo más utilitario. Al mismo tiempo, la línea entre las bolsas para “mujer” u “hombre” también se ha ido borrando. Según cómo las combines y cómo las lleves -cruzadas en el cuerpo, al hombro o como se cargaría un portafolio–, las bolsas que en otro momento hubieran sido catalogadas para “dama” pueden funcionar para cualquiera.
La Peekaboo de Fendi es una de las favoritas, en piel de colores sólidos para una apuesta clásica o en textura marmolada o con monograma para los más propositivos. El diseño Cassette de Bottega Veneta con intrecciato en piel se presenta en versiones planas o acolchadas y con una correa para llevarla cruzada. Una cangurera de Louis Vuitton en piel con el monograma Empreinte puede estilizarse emulando a los influencers de Tik Tok, cruzada del hombro al costado. En Dior, la bolsa Saddle de su colaboración con Sacai integra detalles como tejido técnico, cordones laterales o hebilla de aluminio y piel de becerro.
Hay otras opciones interesantes. La bolsa grande La Medusa, de Versace, viene con una estructura semirrígida y un interior espacioso que recuerda un poco a las bolsas de doctor. La Heel Duo de Loewe reinterpreta una cartera con líneas minimalistas y sin ornamentos, lo que la hace útil y cómoda para diferentes ocasiones. El Évelyne de Hermès hace un guiño a su historia talabartera, con diseño sencillo y líneas neutras, tanto que podría cargarlo un jinete a caballo.
Uno de los modelos que hemos visto repetidamente es la Shopping Bag de Telfar, con líneas rectas y el logo de la marca en relieve que puede encontrarse en muchos colores y tamaños. Para viajes cortos las bolsas duffle han estado en el lenguaje de accesorios masculinos desde siempre, y un ejemplo perfecto es la Neo Classic City de Balenciaga, aunque cumple con las especificaciones de tamaño, tiene elementos de diseño, como asas y detalles en el cierre, que le dan un estilo actual.
Si quieres agregar una de estas piezas a tu armario, vale la pena tomar en cuenta algunos puntos. Piensa cómo la quieres llevar y cómo se verá sobre tus prendas. Las bolsas de mano son más espaciosas, pero posiblemente más pesadas. Selecciona varios estilos y compáralos, ya que muchos detalles pueden pasar desapercibidos en una foto, y si tienes oportunidad ve a verlas en vivo. Por último, hazle caso a tu instinto. Compra la que te guste. Al final, pensar en viejas restricciones sobre lo que es o no posible acaba por limitar nuestra creatividad.
Fotos: Tanya Chávez Moda: Fernando Fernández Asistente de moda: Valeria Vila