Hablamos con Guy Ritchie sobre El agente de C.I.P.O.L.
"La vida no es más que una sombra en marcha... es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada", declama Guy Ritchie una cita de Shakespeare.
Guy no sabe cómo ocupar el amplio sillón que han dispuesto para él en el hotel Claridge's, en Londres. Voltea a un lado. Voltea al otro. En su mirada buscona se inventa una angustia sarcástica, digna de cualquiera de los diálogos de Snatch. Tan sólo quiere que alguien —periodista o representante— le dé la certeza de que acaba de citar correctamente una de las frases más clásicas de Macbeth. La realidad es que la ha entonado a la perfección, como estudiante que persigue la mejor calificación en su clase de lírica. Pero lo que en verdad vale la pena no es su declamación en sí, sino que revela la herramienta esencial para entender toda su filmografía: su peculiar sentido del humor.
El gran problema es que sólo están autorizadas cinco preguntas para entender al hombre que ha hecho de la comedia negra el escenario para plantear conflictos de los que —algunos afirman— no hay que reírse. Y claro, para hablar de The Man from U.N.C.L.E. (El agente de C.I.P.O.L.), su versión moderna de la clásica serie de espías que cautivó la televisión en los 60.
¿Es la comedia, dentro de la ficción, la mejor manera de hablar de los conflictos globales?
Creo que existan dos mundos: el que importa y el que no importa. Al final, debes preguntarte si tienes algún problema en la vida y, si eres realmente sincero, la respuesta será "no". Entonces, los problemas son ficciones en la mente y no podemos negar que eso también es cierto para el mundo político, tal y como cita Shakespeare en Macbeth. Parece que todos estamos atrapados entre esos dos mundos y hacemos una gran cantidad de ruido por problemas que, en última instancia, son una farsa. Claro, también es cierto que hay consecuencias muy reales a esa farsa, pero, sin duda, el humor parece ser el puente ideal entre el mundo ficticio y el real. Creo que, de cierta manera, hay que agarrarse del humor y de su ligereza para recordar que cualquier conflicto merece una risa para poder entenderlo y abordarlo, y buscar la manera de resolverlo.
En The Man from U.N.C.L.E., ¿qué lugar ocupa el humor?
Nos recuerda que nos estamos tomando demasiado en serio. Por eso intento aferrarme al humor. Las personas me piden que sea más divertido en las películas: "Incluye más bromas, incluye más bromas". Sentía preocupada a mucha gente porque en el filme no tuviéramos risas, pero todo resultó natural: el humor terminó por incluirse solo. Para ser sincero, hago un esfuerzo para no incluir más humor.
La figura del espía es trascendental en la historia del Reino Unido, pero parece que existe sólo en ese mundo ficticio, ¿es así?
Con The Man from U.N.C.L.E., estábamos enamorados de la fantasía de hacer un filme de espías de los años 60. Mientras crecimos, vivimos encantados por los Napoleon Solo, los James Bond y el espía del Emperador. Tratamos de entrar de lleno en ese mundo y de recrear una idea preconcebida y fantasiosa del espía. Quería tener la oportunidad de pasar algún tiempo en ese mundo de fantasía de los 60, como vivir en La Dolce Vita, pero jamás nos planteamos vivir en el mundo de un espía real, del que desconozco absolutamente todo.
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¿Por qué remontar el filme a los años 60 y no en la actualidad?
La serie original fue clave en nuestra versión porque evoca un sentimiento positivo de nostalgia. Cuando supe lo que iba a filmar pensé: "¿Qué puedo hacer con eso?", y en 15 segundos entendí que podía hacer mucho porque tenía un recuerdo positivo de la serie, y de nuevo pensé —a veces pienso mucho, creo—: "¿Cómo puedo hacerlo más accesible para un público contemporáneo?" Así que encontré la respuesta a través de un prisma positivo de la nostalgia. Esta película trata de dos hombres que empezaron como enemigos y se convierten en amigos. Eso lo sentía ajeno al mundo del espía por lo que tenía algo fuerte con qué trabajar sin pensar en el ayer, en el hoy ni en el mañana.
The Clash, Sex Pistols, The Specials, Massive Attack, Oasis, Lou Reed, The Black Keys y, ahora, Nina Simone y Roberta Flack. Por el tipo de músicos que usas en tus filmes, parece que la música está apenas un piso abajo del sentido del humor en importancia...
La música de Jerry Goldsmith era el primer gran contacto con la serie original. Significaba la entrada al mundo de ficción, así que quise mantener esa esencia con el apoyo de Daniel Pemberton —responsable de la música en la nueva cinta—, pero también con canciones que remontan a la época, de Flack, Simone y demás. Pero sí, definitivamente, la música es otro gran puente, como el humor, para transitar entre esos dos mundos. Lo que escuchas redondea, enfatiza y acentúa cada escena... sin la música no podría mostrarme al 100.
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