Publicidad
Publicidad

Tender is the man

En los últimos años, los protagonistas masculinos del cine han cambiado, mostrando una visión más compleja y real de lo que significa ser hombre, tanto en pantalla como en la vida real.
sáb 07 junio 2025 04:30 PM

A finales de 2024, se estrenó en México We Live in Time, un drama romántico con el que Andrew Garfield regresó al cine después de tres años de ausencia. Con este proyecto ha reafirmado su posición como uno de los actores más complejos de su generación, pero también como una figura que está redefiniendo las reglas no escritas de la masculinidad. Y no viene solo.

Junto a él, una nueva ola de intérpretes y contenidos está llevando la vulnerabilidad masculina al centro de la narrativa cultural. Hubo un tiempo en el que el protagonista de cine ideal presumía de una mandíbula cuadrada, músculos marcados y una mirada intimidante que no dejaba ver nada más.

Publicidad

Durante décadas, el cine ha definido un arquetipo de masculinidad que ha perdurado más allá de la pantalla, pero en los últimos años es la propia industria la que parece estar desafiando ese molde. Hoy, las nuevas estrellas de Hollywood tienen un aspecto muy diferente y, de hecho, no se parecen nada entre sí. El hilo conductor parece venir de otro lado: lo que comparten es una complejidad emocional que trasciende a sus roles para ofrecer una representación más compleja del hombre en la actualidad.

Son varios los factores impulsando esta transformación, siendo la propia evolución social uno de los más determinantes. “Después de crecer con una educación sentimental dictada principalmente por el cine y la televisión y en cuyo marco los hombres no lloraban, no expresaban y no sentían, hoy hay un lugar para lo delicado y para las múltiples representaciones de lo masculino”, explica Fernando Moreno, profesor de cine y periodista cinematográfico. “Entonces, es este otro tipo de modelo el que se vuelve más relevante”, concluye.

"Hoy, el protagonista evoluciona en sintonía con una corriene cultural que valora la autenticidad emocional, la conexión humana y la sensibilidad".

Si en las décadas de los 80 y 90 la dureza y la fuerza física se convirtieron en respuestas visuales a un mundo marcado por la incertidumbre, hoy el protagonista evoluciona en sintonía con una corriente cultural que valora la autenticidad emocional, la conexión humana y la sensibilidad.

Andrew Garfield es uno de esos actores que se han abierto camino escribiendo sus propias reglas y desafiando convenciones. En pantalla, ha apostado por roles que exploran las complejidades de las relaciones y la fugacidad de la vida; fuera de ella, ha usado sus apariciones públicas para traer al centro de la mesa más conversaciones sobre las emociones humanas.

Su regreso a la pantalla grande también ha supuesto su reaparición en entrevistas y alfombras rojas, donde ha conmovido al hablar con franqueza sobre el duelo tras la pérdida de su madre. Su intervención más emotiva ocurrió en su visita a Plaza Sésamo durante la gira de promoción de We Live in Time. Sentado junto a Elmo, Garfield reflexionó sobre el dolor. “La tristeza es una especie de don. Es lindo sentirla en cierto modo, porque significa que realmente quieres a alguien cuando la extrañas… Me hace sentir cerca de ella cuando la echo de menos”, le confesó al personaje.

Más allá del guion

Un ejemplo pionero de esta transformación fue cuando en 2017 Timothée Chalamet apareció llorando en primer plano durante cuatro minutos al final de la película Call Me by Your Name. Su representación cruda del dolor del primer amor rompió todas las convenciones del personaje protagonisat y marcó una nueva era para los hombres en pantalla, al fin libres de sentir lo que sienten, cuando lo sienten.

“Esta nueva generación es interesante porque desde el inicio de su carrera asumió riesgos que antes solo corrían los actores consagrados, como dejar de representar esa masculinidad tradicional”, explica Moreno y menciona, entre otros, a Chalamet, Pedro Pascal y Paul Mescal.

Este último saltó a la fama con la serie Normal People, adaptación de la aclamada novela de Sally Rooney. Su interpretación de Connell –un líder escolar cuyos silencios esconden una sensibilidad profunda– fue tan orgánica que parecía estar interpretándose a sí mismo. Desde entonces, ha construido una carrera sobre su capacidad para transmitir una vulnerabilidad desarmante: ya sea en la piel de un nuevo personaje o dando una entrevista, Mescal combina siempre una sonrisa tímida y una sensibilidad casi palpable, como si fuera apenas capaz de contener sus emociones.

La filmografía de Mescal –con títulos como All of Us Strangers, Aftersun y la recién estrenada Hamnet– ilustra otro catalizador: la democratización de la mirada. En los últimos años, han llegado a la dirección más mujeres y miembros de la comunidad LGBTIQ+ que “miran de una manera distinta, emplazan la cámara de una manera distinta y, sobre todo, representan de una manera distinta”, explica Moreno. El resultado es una representación masculina menos evidente, menos asertiva y mucho más profunda.

El año pasado, Gladiator 2 reunió en pantalla a Paul Mescal y Pedro Pascal, otro símbolo incuestionable de la masculinidad moderna. Si bien había interpretado roles secundarios en múltiples producciones, Pascal se consolidó como protagonista con las series The Last of Us y The Mandalorian, en las que encarna a dos figuras similares: hombres fríos, calculadores y fuertes que dejan entrever su verdadera humanidad en la manera en que establecen una conexión profunda con aquellos bajo su cuidado.

Ambas interpretaciones le han valido el título de internet daddy –término que hace referencia a un hombre mayor e irresistible–, pero no es la única razón por la que Pascal se ha convertido en un fenómeno viral. Y es que más allá de la profundidad emocional que aporta a sus papeles, el chileno muestra con total libertad todas las facetas que lo componen: le apasiona la moda y no teme arriesgarse con ella, defiende de manera activa los derechos LGBTIQ+ y no esconde su propia vulnerabilidad, ya sea hablando abiertamente sobre su batalla contra la ansiedad o reflexionando con humor –y un carisma fuera de serie– sobre su inesperado estatus digital.

“La vulnerabilidad masculina es fascinante porque durante siglos ha obligado al hombre a esconderla –y a esconderse– tras una máscara que le ha impuesto un concepto cerrado, rígido y hegemónico de sí mismo”, explica Lucía Buil, experta en estudios de género. El impacto de estas nuevas representaciones en pantalla, según escribe Francisco Zurian, director del grupo de investigación GECA: Género, Estética y Cultura Audiovisual, reside en su capacidad para “deconstruir las viejas ideas y construir una nueva masculinidad segura de sí misma y de su propia pluralidad”, porque, señala, “lo masculino no constituye una única identidad sino una pluralidad de formas de entenderlo, asumirlo y serlo”.

Todas las posibilidades

La relevancia de este grupo de actores radica en su autenticidad y congruencia. No solo interpretan personajes complejos, sino que viven con esa misma libertad emocional que representan en pantalla. Esta ola incluye nombres emergentes como Harris Dickinson, quien comparte créditos con Nicole Kidman en Babygirl, y Josh O’Connor, conocido por The Crown y protagonista de Challengers y La Chimera. También figuran actores más consolidados, como Adam Brody, quien regresó a la pantalla chica con la serie Nobody Wants This, y Daniel Craig con su reciente papel en Queer, o John Krasinski y Dev Patel, entre otros.

Y su efecto parece estar extendiéndose al resto de Hollywood, donde cada vez son más los ejemplos de proyectos cinematográficos, discursos en entregas de premios y posicionamientos públicos que rompen con las convenciones tradicionales para explorar todo el espectro que compone al hombre, con todas sus contradicciones. Sobre el papel del cine en esta transformación social, Zurian concluye que “las ficciones audiovisuales siguen siendo uno de los pilares básicos de la construcción del imaginario social y, por eso mismo, una de las principales herramientas en el cambio de mentalidad que se está operando en la construcción de las nuevas masculinidades”.

Quizá, en pleno año 2025, el único factor común que debería unir a los hombres sea el de atreverse en la vida. ¿A qué? A mostrarse tal y como son. Porque esconder las emociones detrás de una fachada de tipo duro es demasiado fácil, evadir conversaciones complejas es fácil, el silencio es fácil. Lo verdaderamente difícil es abrazar y mostrar abiertamente toda nuestra complejidad emocional. ¿Qué puede ser más atractivo que eso?

Publicidad

Publicidad

Publicidad