Gun-fu: el combate que ha dominado la ficción contemporánea

¿Artes marciales y armas de fuego? No sólo es posible, sino que a todos nos encanta.

La industria de Hollywood siempre ha recurrido a distintos estilos de pelea para potenciar sus películas de aventuras y acción. El ejemplo más destacado fue durante los 60 y 70, cuando el kung-fu dejó de ser propiedad de Hong Kong para convertirse en patrimonio mundial, en buena parte por el factor Bruce Lee, cuyo talento con los puños le convirtió en un arma viviente. Pero los tiempos han cambiado y el arte marcial ha quedado atrás, sólo que no tanto como algunos pensarían, ya que el siglo XXI ha sido dominado por un heredero directo como es el gun-fu.

El nombre lo dice todo: una técnica de combate que combina pistolas (guns en inglés) con kung-fu. Parece sencillo, pero su historia de origen es relativamente larga y compleja. Y al igual que su técnica madre, puede atribuirse casi completamente a un solo hombre: el director John Woo.

Antes de que el cineasta hongkonés entrara en escena, las películas que implican tiroteos eran más bien estáticas: en una escena mostraban al tirador apuntando y disparando, y en otra a la víctima cayendo al piso. Todo cambió con la película A Better Tomorrow (1986) y concretamente con una secuencia en que un personaje saca su espada cual espada desenvainada en una escena y en otra dispara al tiempo que el agredido vuela por los aires liberando en el camino una buena cantidad de sangre. Esto último en un mismo cuadro, lo que dio un dinamismo sin precedente al uso de armas de fuego en el cine, convirtió los disparos en explosiones, los impactos de las balas en poderosísimos golpes y añadió una buena dosis de dolor con el derramamiento del líquido vital carmesí. Esto no es gun-fu, sino una evolución a tiroteos más estilizados que se convertirían vitales para el paso decisivo.

Este llegó en Hard-Boiled (1992), cinta en la que el cineasta incorporó elementos del waixa. Esto es un estilo narrativo de orígenes ancestrales que suele implicar espadachines en todo tipo de misiones, con armas elegantes que se mueven como si fueran parte de sus propios cuerpos y con habilidades que implican el rompimiento de las barreras físicas. El ejemplo más reciente sería El tigre y el dragón (2000). Es, además, un estilo que exalta la belleza al interior de la violencia, que en esta película en particular se logra con el héroe defendiendo a un bebé durante un tiroteo y cuyo pequeño rostro termina cubierto de sangre ante la matanza que le rodea.

El gun-fu a la conquista del mundo

Los filmes mencionados anteriormente son clásicos en toda la extensión de la palabra, pero pocos se atreverían a afirmar que su popularidad es de carácter global. Por esto mismo, suele decirse que el gun-fu se presentó ante el mundo entero con Matrix (1999) que, dotada de artes marciales y armas de fuego, el rompimiento de las leyes físicas desde las bases de la simulación tecnológica, algunos de los cuadros más icónicos del cine moderno, y mucha, muchísima sangre, exhibió todas las propiedades del subgénero.

Si no se le asocia tanto es porque su naturaleza sci-fi no encaja con el tinte urbano que caracteriza al grueso de estas obras. Algo que puede apreciarse de mejor manera en títulos como Equilibrium (2002), Wanted (2008), Kick-Ass (2010), Kingsman (2014) y Atómica (2017), por nombrar algunas. Pero si hay una película que se ha convertido en el referente por excelencia es John Wick, con el personaje titular interpretado por Keanu Reeves en una eterna búsqueda de venganza al interior de un inframundo de asesinos. Sus armas son más que eso, son una parte de su cuerpo que dejó por amor y que sólo retomó cuando la hostilidad que rodea su propia existencia le obligó a hacerlo. No hay redención ni descanso, pues estos sólo pueden alcanzarse con la victoria o la muerte.

La tradición continúa con Tren bala, que protagonizada por Brad Pitt en el papel del asesino con nombre clave Ladybug, evoluciona la técnica al trasladar los combates al interior de un tren en movimiento. Espacios angostos que obligaron a los actores a inspirarse en el estilo de combate de Jackie Chan con golpes cortos pero rápidos y poderosos con el fin de provocar el mayor daño al adversario en medio de las limitaciones espaciales. A esto se suma John Wick: Chapter 4 con el asesino titular continuando su sangrienta cacería en la que presuntamente será su penúltima entrega. La buena noticia es que la franquicia continuará con Ballerina, con Ana de Armas como la letal bailarina de ballet introducida en Parabellum (2019), la cual ha sido entrenada para convertir la danza en la más mortífera de las artes.

La pasión por el gun-fu

Hay otras razones clave por las que el gun-fu suele despertar tanta pasión entre las audiencias. La primera y más sencilla de comprender es la popularidad del cine de acción que permite vivir todo tipo de aventuras improbables desde la comodidad de la pantalla. En este caso, además, las emociones se ven favorecidas por el gran dinamismo del subgénero que añade movimiento, velocidad y por consiguiente una alta dosis de adrenalina.

Más complejo es su uso recurrente de tropos comprobados que suelen generar sensaciones muy específicas en el público. El más recurrente es el one-man army que implica un héroe solitario saliendo avante en un combate contra incontables enemigos y que nos pone a soñar con la posibilidad de que nosotros mismos seamos ese alguien que se enfrenta a un mundo de adversidades con el fin de lograr un mundo mejor. No es el único, ya que también hay títulos que se han valido de the badass and the child en el que una persona de naturaleza brutal protege la inocencia a costa de su propia vida. La ya mencionada Hard-Boiled dio algunos indicios de ello con el ya referido bebé; John Wick lo distorsionó cuando el antihéroe fracasa en proteger a su perro de la muerte.

Finalmente, su belleza estética. El ser humano ha demostrado ser una especie violenta, pero no por esto disfruta las imágenes de sangre, muerte y destrucción que ésta implica. El gun-fu revoluciona la premisa cuando engalana el ataque y la muerte con posiciones refinadas, retira la vieja vulgaridad de la pistola para convertirla en un arma elegante, y dota a la sangre de una cualidad artística, como si del vivo de un cuadro se tratara. Ha contribuido así a que un género demeritado por años como la acción se convierta en algo tan distinguido como popular.