Todas estas aseveraciones se olvidan de que el sidekick es uno de los elementos más complejos de cualquier obra. Tanto, que el éxito de algunos de los grandes personajes de la historia quizá no habría sido posible sin ellos. Ahí está el Dr. John Watson con Sherlock Holmes para demostrarlo, Chewbacca con Han Solo, Robin con Batman, y muchos, muchos más…
Si se han tornado tan determinantes es porque suelen ser ellos quienes operan como la conexión emocional entre el público y un protagonista que en muchos casos es frío, distante e incluso poco empático. Más que meros acompañantes, todos fueron meticulosamente moldeados para potenciar las mayores fortalezas de sus respectivos protagonistas, pero más importante aún, sus flaquezas. Ahí está Samwise Gamgee con Frodo Baggins, sacando entereza donde no la hay para lograr que un demacrado Frodo Baggins cumpla con su misión de destruir el "Anillo Único" en El Señor de los Anillos.
No menos importante es su rol en el cine familiar, donde reflejan los valores más primarios que contribuyen a los protagonistas, casi siempre confundidos y rebasados por sus pasiones, tomen las mejores decisiones. El ejemplo por excelencia es Pepe Grillo de Pinocho, al grado que es reconocido como una auténtica conciencia, pero la estrategia se ha extendido por años. Ahí está el Genio dando una lección de autoaceptación a Aladdín; Timón y Pumba acogiendo a Simba para luego acompañarlo fielmente a la batalla en El Rey león; Burro haciendo lo imposible para que Shrek vea más allá de los estigmas propiciados por la sociedad; ni qué decir de los Minions consiguiendo que un eterno villano se incline por el amor familiar en Mi villano favorito. El caso de estos simpáticos seres amarillos es especialmente curioso.