La del multiverso es una historia añeja. El término fue acuñado en 1895 por el filósofo William James; las nociones por las que todos lo identificamos no llegaron sino hasta 1963 con la novela The Sundered Worlds de Michael Moorcock; mientras que su popularización comenzó ese mismo año con la exploración de DC Comics y continuó en 1971 con la de Marvel. Si nunca se masificó fue porque la televisión y el cine nunca abrazaron el concepto del todo, al menos hasta que dos franquicias de alto calibre como el Universo Cinematográfico de Marvel y el Universo Expandido de DC manifestaron su interés con Doctor Strange en el multiverso de la locura y la próxima The Flash.
Con estos titanes, es normal que un título como Todo en todas partes al mismo tiempo haya dado tan poco de qué hablar entre el público y la crítica… al menos hasta que su reciente estreno le ascendió como un fenómeno de culto.
Ninguna sinopsis hará justicia a una cinta que resulta virtualmente imposible de explicar y cuya experiencia debe vivirse para ser entendida. Su historia nos introduce con una inmigrante china en la unión americana cuya vida dista mucho de ser el sueño que alguna vez imaginó. Su monótona existencia, pero también su forma de verlo todo, sólo terminan cuando se ve inmersa en la tarea de salvar al multiverso de su destrucción a manos de una amenaza inesperada. Como valor adicional, la película es protagonizada por Michelle Yeoh (El tigre y el dragón), quien es acompañada por Stephanie Hsu, Jamie Lee Curtis y Ke Huy Quan. ¿No les suena este último? ¡Short Round en Indiana Jones y el templo de la perdición, y Data en Los Goonies!
Publicidad
Su calidad es tal que cada vez son más los que la describen como la exploración multiversal definitiva. Una etiqueta que invariablemente lleva a las comparaciones con Doctor Strange, pues ha sido común escuchar que triunfa en donde la cinta marvelita fracasa. Son muchas las razones para que así parezca:
¿Alguna vez se han preguntado qué habría pasado si acaso? Todo en todas partes al mismo tiempo lo hace al extremo, valiéndose de las posibilidades científicas del multiverso para sugerir que cada decisión, incluso la más simple de todas, desemboca en una realidad alternativa. No nos referimos a situaciones como una relación o una carrera, sino sucesos tan simples como, digamos, engrapar un conjunto de papeles o unirlos con un clip. Esto bajo la premisa de que cada suceso viene seguido de sucesos distintos que a su vez forjan caminos diferentes para nosotros, para los que nos rodean y así sucesivamente en un ciclo sin fin.
Lejos de quedarse en la teoría, la cinta lo lleva a la práctica al explorar más de una docena de mundos. Más interesante aún es que no se limita a contrastar a su personaje central sumido en el peor de los fracasos con una contraparte exitosa, sino que aborda las opciones más disparatadas para demostrar que toda nuestra existencia podría haber sido diametralmente opuesta por una sola modificación en el camino.
No menos significativo es que, contrario a lo que sugieren las grandes franquicias, los grandes cambios no son exclusivos de las figuras como podrían ser los superhéroes. De hecho, se extienden por todas las personas, incluso aquellas cuya existencia pasa desapercibida, como si de una serie de ondas en el agua se tratara y que eventualmente colapsan con otras para dar paso al mundo en que vivimos.
Una construcción que contrasta en extremo con un hechicero supremo que mostró varios mundos, pero se limitó a recorrer sólo uno sin siquiera ahondar en sus razones. Más grave aún fue que se decantó tanto por la espectacularidad que ni siquiera se preocupó de profundizar en la amenaza a pesar de su enorme potencial narrativo al tratarse de una heroína caída por el dolor de la pérdida. Una película de altas emociones, pero carente de lecciones y peor aún, de corazón.
No es el caso de Todo en todas partes al mismo tiempo, que ahondó en cada uno de los mundos con el único fin de que el personaje central aprenda de sus fallos y las razones por las que de un modo u otro ha fracasado en la vida. Esto resulta en una importante enseñanza sobre la aceptación hacia uno mismo y los demás, o como asegura su protagonista “una de las mejores cosas que aprendemos es que todos tenemos un superpoder dentro de cada uno de nosotros, que es la bondad. Es uno de los mensajes más poderosos que tenemos. Porque en todo el caos, de repente te das cuenta de todas estas conexiones reales, no solo con esta familia, sino entre ellos. Creo que todos en el cine cuando lo ven, lo sienten juntos colectivamente, sienten que lo entienden”, declaró en entrevista a Elle.
Algo que para nada significa que la cinta sea un drama sci-fi, pues si hay algo en lo que triunfa la película es que nunca se toma muy en serio, lo que puede apreciarse en la excentricidad de los mundos recorridos. Sólo diremos que no volverán a ver los hot-dogs del mismo modo.
La exploración cinematográfica del multiverso apenas empieza y es muy pronto para decir que Todo en todas partes al mismo tiempo es la definitiva. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que ninguna película que decida tocar el tema podrá evitar las comparaciones con una cinta que parece entender plenamente las posibilidades del concepto científico. Eso, y que sin importar el universo en el que estés, es un título que debe verse.