Celebridades como Tom Brady, Michael Jordan, David Beckham y hasta Bad Bunny se cruzaron en el paddock el día de la carrera final el domingo 7.
Colocaron un club de playa en medio de la pista con arena importada y piscinas. Se trajeron 10 yates a la "marina", en el que había un área VIP con DJ, bebidas de primera y la gente más hermosa, algo muy Miami.
Las embarcaciones no flotaban sobre agua, fueron dispuestos sobre tierra seca pintada de azul para que emulara la costa de la Florida bajo el efecto de la televisión.

Miami logró una gran entrada, cobró precios de primera clase para participar en la diversión de la Fórmula 1, inclusive para los asientos de las gradas, los más baratos rondaron los 1 mil dólares, mientras que los boletos VIP llegaron los 30 mil dólares, aunque para algunos de los asistentes esto distó mucho de ser un evento de cinco estrellas.
“Porque lo que se promocionó como una experiencia de clase mundial se sintió como el Festival Fyre (controversial evento promocionado como de lujo y resultó un fraude) de carreras de F1”, comentó un asistente de 26 años que trabaja en servicios financieros, quien pagó 815 dólares, prefirió mantener el anonimato por temor a una reacción violenta por asistir al Gran Premio de Miami, reportó New York Post.
Para algunos asistentes el contraste fue muy radical, comparando el evento con el circuito de Mónaco, en el que los conductores recorren palacios centenarios e impresionantes propiedades frente al mar; en esta sede, el ganador Max Verstappen corrió por es estacionamiento del Hard Rock Stadium de los Delfines de Miami.
"Diría que la falta del verdadero circuito de la marina abarató toda la experiencia", apuntó el asistente. “Fueron miles por una entrada a una pista que era básicamente un estacionamiento”, añadió.

Por otra parte, una asistente que se identificó como "Marcy", quien prefirió no dar su apellido porque un colega le hizo favores especiales para conseguir sus entradas (por los que pagó 2 mil 500 por dos), dijo que realmente disfrutó la hospitalidad. Aunque reconoció fallas notables, puesto que demoró más de una hora y media en ir y venir de sus asientos. “El pase de estacionamiento que compramos con nuestro boleto no coincidía con la puerta a la que estábamos más cerca para entrar”, mencionó. “La diversión de la carrera se vio un poco eclipsada por la logística”, añadió.