El cine es una industria caprichosa en la que nada está escrito. Hay cineastas que empiezan con tibieza y prosperan hasta convertirse en referentes de su tiempo, o caso contrario, están los que debutan en plan grande y van difuminándose con el paso de los años. Pero muy contadas veces, el destino nos permite disfrutar de alguien que apela a la genialidad y no hace sino afianzar su talento con cada nueva película. Tal parece ser el caso de Robert Eggers.
Debutó en el terreno audiovisual en 2007 con el ahora mítico cortometraje de Hansel y Gretel, pero su nombre no empezó a sonar sino hasta 2015 con La bruja donde se abordan los orígenes de los Estados Unidos desde la violencia religiosa, la superstición y la más cruda intolerancia. Sorprendió nuevamente en 2019 con El faro sobre dos hombres que van perdiendo la cordura mientras resguardan la luz de un faro en absoluta soledad. Este último fue su primer proyecto en recibir una nominación al premio de la Academia, concretamente en la categoría de Mejor actor de reparto para Willem Dafoe. Ahora el cineasta está de vuelta con The Northman, la tercera película de su filmografía y con la que espera afianzarse como uno de los grandes directores de su tiempo, un reto mayor si consideramos su abrupto salto temático al dejar atrás el terror psicológico para incursionar en la épica histórica. Todo esto sin perder la esencia que le ha caracterizado hasta ahora.