Durante casi un siglo, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas cerró las puertas de los premios más importantes de Hollywood a la diversidad y la inclusión.
Durante casi un siglo, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS) cerró las puertas de los premios más importantes de Hollywood a la diversidad y la inclusión. Hoy, tras una década de presión y la lucha de muchos años de distintos colectivos, el rumbo que ha tomado parece ser otro. Pero, ¿cuál?
El retrato es muy sencillo y seguramente cualquiera podría identificar al sujeto en cuestión. Hablamos de una persona del género masculino, de unos 62 años (casi siempre mayor de dicha edad), anteriormente identificado como caucásico o de “piel blanca” y que posee casi con certeza un pasaporte de Estados Unidos. ¿Lista la imagen en la mente?
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Bueno, hoy día a este sujeto se le acusa de muchas cosas, pero desde hace una década, gracias a la investigación Unmasking Oscar, de los periodistas y estadistas John Horn y Doug Smith para el periódico Los Angeles Times, se le señala y culpa particularmente de una: ser el encargado de cerrarle las puertas de la premiación más importante de la industria del cine de Estados Unidos (y quizá del mundo) a cualquier otro que no pertenezca o se acerque a las características del retrato hablado.
Tras varios años buscando entre datos y entrevistando en profundidad a cerca de 5,100 miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS) sobre “cuáles” eran las características esenciales para escoger una película como ganadora de un premio Óscar, Horn y Smith se encontraron con que en realidad estaban preguntando “quiénes” estaban detrás de la elección de la película del año.
Con su reportaje de 2012 –año en el que se nominó a mejor película: El artista, Los descendientes y El árbol de la vida– intentaron dar respuesta a este cuestionamiento y desataron una avalancha de polémicas que, si bien ya había anunciado el reverendo Jesse Jackson en 1996 (acusando a AMPAS de racismo tras la falta de inclusión de directores y actores afroamericanos en la premiación), terminaron siendo el preludio de un gran cambio que hoy sigue en marcha y de cuyo resultado final poco se sabe.
Además, hay que sumarle a la problemática temas tan complejos como el auge y crecimiento del cine en streaming, que terminó por tener consecuencias en la ceremonia de 2019, en la que la película mexicana Roma, con respaldo de Netflix, recibió todos los focos de la velada.
Los datos que arrojó la investigación sobre las características de los votantes de la premiación fueron rotundos: 77 por ciento pertenecía al género masculino, de los cuales 94 por ciento eran caucásicos y con un promedio aproximado de 60 años. Estos números contrastaban dramáticamente con el 2 por ciento de integrantes latinos, 23 por ciento de mujeres o 14 por ciento de menores de 50 años que integran la plantilla o comité de selección de AMPAS, y dejaban claro que tras esas películas de patriotismo enajenado y esas historias románticas de superación siempre había un gran hombre... Y nada más. Pero la campana sonó y desde hace 10 años comenzó la verdadera pelea por un premio.
Durante la última década, la AMPAS ha reaccionado con una nueva narrativa más acorde a los tiempos.
Durante la última década, la AMPAS ha reaccionado con una nueva narrativa más acorde a los tiempos.
Casilla por casilla
Han pasado 95 años desde que el empresario Louis B. Mayer (fundador de MGM) y un grupo de amigos y competidores buscaron crear una industria cinematográfica estadounidense, dando paso así a la creación de la AMPAS, que dio su primer gran paso con la entrega de los premios Óscar de 1928, solo dos años después de su nacimiento.
En esa ocasión, la cinta ganadora fue el drama bélico Wings, elección que cambió radicalmente un año después con el premio de mejor película para el musical The Broadway Melody. El movimiento no solo alentó la creación y el desarrollo del cine, sino que también fortaleció a Estados Unidos como potencia creadora. Mientras tanto, los premios iban ganando popularidad, hasta que en 1953 se retransmitieron por primera vez en la televisión.
Tres años después fue el turno para la creación de la categoría mejor película extranjera, cuya primera ganadora fue La Strada, de Federico Fellini, que entonces compitió con Gervaise (Francia) y Der Hauptmann von Köpenick (Alemania).
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Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un camino hacia la apertura y la inclusión, se convirtió en un gran estancamiento que se rompió temporalmente en 1963, año en el que el recién fallecido Sidney Poitier se convirtió en el primer afroamericano en ganar un Óscar por la película Los lirios del valle (tres décadas después de la creación de los premios), demostrando no solo que AMPAS no estaba a la vanguardia social, sino que se encontraba secuestrada por votantes que vivían bajo las ideas más retrógradas de su época (y de la nuestra).
El problema, no obstante, ya se había anunciado en 1935, cuando el escritor Dudley Nichols se convirtió en el primero en confrontar a la Academia en nombre de su gremio por el trato obtenido en años anteriores. El clímax llegó en 1972 cuando Marlon Brando, quizá la estrella más grande del momento, rechazó recoger su premio por la película El padrino argumentando una fuerte discriminación por parte de la industria cinematográfica y de la Academia hacia los indios nativos. La activista Sacheen Littlefeather recogió el premio, y leyó un discurso de 15 páginas en el que exhibió muchos de los aspectos negativos y discriminatorios de la premiación.
Tuvieron que pasar cerca de 40 años desde aquel histórico día para que la llama volviera a encenderse tras la publicación del Los Angeles Times y solo tres años más para que el incendio estuviera listo con la llegada del #OscarSoWhite, un hashtag que puso el dedo en la llaga sobre la gala de 2016, con las nominaciones de cintas como Spotlight, El renacido, La gran apuesta o Mad Max, y que llevó a grandes figuras como el director Spike Lee y a la activista April Reign a anunciar un boicot a la premiación a menos de que comenzaran a verse reflejados cambios sustanciales tanto en los premios como en la Academia.
¿Adiós, parásitos?
El aspecto comercial y el servilismo se pusieron en tela de juicio tras los primeros años de polémica y AMPAS pronto se encontró con el resurgimiento de una vieja investigación de 2009 que condujeron Gabriel Rossman y Olivier Schilke, de UCLA. Descubrieron entre los distintos géneros ganadores algunos datos para entender qué tipo de película se había premiado. Se encontraron con una línea muy marcada de cintas bélicas, historias épicas y biografías, así como algunas de intriga política que durante la polémica de 2016 generaron la idea de que existía un algoritmo ganador en los Óscar: ser blanco y disponer de un drama patriota que fuera un claro ejemplo de superación personal.
Con las drásticas caídas de audiencia de la última década, AMPAS comenzó a reaccionar con una nueva narrativa que permitiera a la Academia conversar con los tiempos. Fue así como modificó algunos estatutos para permitir el ingreso de nuevos miembros más representativos de la sociedad moderna, además de empujar los lineamientos estéticos para permitir una competencia más global. El esfuerzo se vio reflejado en febrero de 2020, cuando Parásitos, película de producción surcoreana, se convirtió en la primera cinta internacional en recibir el premio a mejor película. Hoy, tras una década, las apuestas son mucho más complejas y ha empezado a resurgir una nueva Academia.