En la plaza Maidan, en el centro de un Kiev en guerra, Sergiy Stakhovsky, que tiene ahora 36 años, pasea con su 1.93 metros de altura y su rostro infantil, observando atento con sus ojos azules, que contrastan con el uniforme de camuflaje. En vez de raqueta, esta vez lleva armas.
"No estoy muy cómodo con un fusil y no sé cómo reaccionaría si tuviera que matar a alguien", dice en un perfecto inglés. "Me hubiera gustado no tener que preocuparme nunca de este tipo de cosas", añade.
No estoy muy cómodo con un fusil y no sé cómo reaccionaría si tuviera que matar a alguien
Hace un poco más de dos semanas regresó a Ucrania y se enroló en las brigadas territoriales, compuestas por voluntarios encargados de ayudar al ejército a frenar la invasión rusa, iniciada el 24 de febrero.
Los ucranianos están "resistiendo bien", asegura, en un momento en el que los rusos se aproximan al centro de Kiev. "Sabía que tenía que venir", asegura.
Lejos de sus hijos
El día antes de la invasión, Sergiy Stakhovsky, que se retiró del tenis en enero tras el Abierto de Australia, estaba de vacaciones en Dubái con su esposa y sus tres hijos, de 4, 6 y 8 años.
Un día después, viendo por televisión cómo su país se precipitaba a una guerra, se vio invadido por la "incertidumbre" y la "impotencia". Gran parte de su familia está en Ucrania.
Pasó los tres días siguiente reuniendo informaciones para poder ayudar a gente a ponerse a cubierto. "Lleno de adrenalina" apenas podía dormir "tres o cuatro horas" y perdió el apetito.
Anunció entonces a su esposa que se iba a Ucrania.
Si no resistimos, no tendremos más un país donde vivir
"Ella comprendió que yo no podía hacer otra cosa", subraya, a pesar de la difícil situación familiar.
"Dejar a mis hijos no es algo que me haga estar orgulloso", explica con la voz entrecortada. "No saben que estoy aquí porque quiero que estén alejados de todo esto. Pero les he dicho que volveré pronto y hace ya quince días de eso. Solo Dios sabe cuántos días más habrá", apunta.
Como todos los ucranianos de 18 a 60 años, Sergiy Stakhovsky es movilizable y no puede abandonar el país mientras esté en guerra. Este extenista encuentra fuerzas en el ejemplo de sus compatriotas, que dice ver enrolarse "por miles" y que demuestran su "solidaridad".
"No tenemos opción", insiste. "Si no resistimos, no tendremos más un país donde vivir", añade.