Existe una línea muy delgada que divide a la genialidad de la locura y pocos la conocen tan bien como Paul Verhoeven. El cineasta neerlandés logró el estatus de maestro de la ciencia ficción a través de la sátira; del que no duda en explotar al máximo la sexualidad femenina; del que logró que una de las peores películas de todos los tiempos alcanzara el culto; y del que no teme ahondar en los dilemas religiosos sin preocuparse por las susceptibilidades. Esto y más ha resultado en que muchos se pregunten si se trata de uno de los mejores directores de todos los tiempos o de un simple provocador que aprovecha cada oportunidad para convertir su obra en un escándalo.
Paul Verhoeven: ¿genio o provocador?
La primera muestra de esta dualidad llegó muy temprano en su carrera, cuando tenía tan solo 27 años y no había realizado siquiera su primera película. Se trata del cortometraje documental 'Het korps Mariniers' (1965) que ahonda en el cuerpo de marinos holandés. La peculiaridad radica en pleno servicio militar y desafiando a las autoridades que lo habían reclutado para la Fuerza Aérea cuando él quería estar en el servicio de cine de los Marinos. No sólo ganó algunos premios importantes, sino que fue aprovechado para honrar los 300 años del cuerpo militar.
La tendencia también se manifestó en su debut en el largometraje con 'Business Is Business' (1971), también conocida internacionalmente como 'Diary of a Hooker' (Diario de una prostituta), sobre las vivencias de dos prostitutas holandesas. Fue un fracaso en toda la extensión de la palabra, pero no se sabe del todo si esto fue por la naturaleza extremadamente sexual de la historia hasta para los criterios de una nación liberal como Países Bajos o por el franco desencanto de la audiencia. Después de todo, fue concebida como una película pornográfica y Verhoeven la convirtió en una farsa. Sea cual sea la respuesta, el cineasta no se desanimó, sino que aprovechó las lecciones aprendidas para continuar creciendo.
Las distintas caras de Verhoeven
Podríamos dedicar artículos enteros a cada película de Paul Verhoeven. Quizá por ello lo mejor sea centrarnos en sus facetas más importantes, todas diametralmente opuestas pero enlazadas entre sí. La primera es la bélica. El cineasta es un hijo de la II Guerra Mundial, no sólo por temporalidad sino porque vivió su infancia muy cerca de una base germana en La Haya (Países Bajos) ocupada, lo que le llevó a experimentar toda clase de horrores, incluyendo numerosos bombardeos. Esto mismo despertó una curiosidad natural que trascendió a su obra y que suele centrarse precisamente en la resistencia de su país contra los invasores. La primera vez que lo hizo fue con El soldado de 'Orange' (1977) sobre dos estudiantes uniéndose a la lucha, mientras que la más celebrada llegó muchos años después con 'La lista negra' (2006) sobre una cantante judía que se infiltra en el cuartel general regional de la Gestapo para informar a la resistencia holandesa, valiéndose además de su sensualidad para lograr su cometido.
Esto nos lleva a su segunda faceta. El cineasta siempre ha mostrado un profundo interés en la sexualidad femenina a la que plasma como debilidad y fortaleza por igual. Esto puede apreciarse en su ya mencionada ópera prima Business Is Business, así como en numerosos títulos posteriores que han suscitado debates sobre si estamos ante peculiares muestras de empoderamiento o simple lascivia. Tal sería el caso de 'Sudor caliente' (1975) sobre una joven del siglo XIX obligada a incursionar en la prostitución para sostenerse, o su mítica 'Bajos instintos' (1992) sobre un detective investigando un asesinato presuntamente relacionado con una sensual novelista. Fue la película que disparó la carrera de Sharon Stone, potenciada además por la controvertida escena en que descruza sus piernas en pleno interrogatorio para dejar a la vista sus genitales: una de las más icónicas en toda la historia del cine, así como una de las más controvertidas luego de que la actriz asegurara que fue filmada sin su consentimiento.
Para el caso emblemático de 'Showgirls' (1995) sobre el viaje de una joven stripper que anhela ser corista en Las Vegas. Sus siete Razzies que reconocen lo peor del cine no le impidieron convertirse en el placer culpable de millones hasta alcanzar el estatus de culto, aun cuando muchos señalaron el provocador casting de Elizabeth Berkley, famosa por encarnar a una estudiante altamente feminista en 'Salvados por la campana' (1995). No menos controvertida es 'Elle' (2016) que parte del rape and revenge para contar la historia de una mujer de negocios que parte en busca del hombre que la violó y que le valiera la nominación al Oscar a su protagonista Isabelle Huppert. Un camino que invariablemente desemboca en 'Bendetta' (2021) sobre una monja del siglo XVII cuyas visiones le conducen a un amor prohibido.
Divinidad y futuro
Es precisamente su más reciente película la que nos lleva al otro gran interés de Verhoeven: la religión. La fuerza de sus instituciones y el impacto de éstas en la sociedad, pero muy especialmente la humanidad tras la divinidad. Su pasión es tal que le permitió ser el primer no teólogo admitido en el prestigiado Jesus Seminar cuyos miembros analizan los distintos estudios especializados en la veracidad de Jesús en los Evangelios. Un logro fascinante si consideramos la controvertida trayectoria del neerlandés, cuya gran cuenta pendiente es la realización de una película cuyo tema central sea la religiosidad.
Estuvo cerca de lograrlo en los 90 con 'Crusades', con Arnold Schwarzenegger como un ladrón convertido en esclavo que se une a los cristianos en la batalla por la liberación de Jerusalén en 1095, sólo para descubrir la cruda verdad tras la guerra santa, pero le proyecto nunca pudo concretarse por su alta inversión. A esto sumemos su libro 'Jesus of Nazareth' (2010), que ahonda en el que considera un líder divino pero también político. Ha soñado por 30 años con llevar su historia a la pantalla, pero no ha podido lograrlo porque “para hacer una película debes tener acción […]. Estoy tratando de hacer una cinta histórica en la que algunas de las mejores escenas de acción no aparecerán porque nunca sucedieron. Eso me da muchos diálogos. No sé si puedo hacer una película con gente de pie que habla durante cinco minutos. ¿Quién la vería? Es un dilema”, expresó en una entrevista .
Tal vez sea cierto, pero esto no le ha impedido aprovechar al hijo de Dios como fuente de inspiración ¿en RoboCop? Y es así como llegamos a su cuarta y última faceta: la ciencia ficción. El director ha repetido hasta el cansancio que no es un aficionado del género, lo que para nada le ha impedido convertirse en todo un referente del mismo gracias a que ha sabido aprovecharlo como reflejo de una humanidad tan fascinante como absurda. Ahí está 'Starship Troopers' (1997) que se vale de insectos gigantes alienígenas para aludir al nacionalismo y la propaganda de la II Guerra Mundial. O 'El vengador del futuro' (1990) cuyos excesos impidieron que muchos apreciaran su crítica capitalista y su profundización en las viejas teorías de simulación que años más tarde serían potenciadas por 'Matrix' (1999).
Mención especial para 'RoboCop' (1987) que lo dio a conocer en el mundo entero y que estuvo peligrosamente cerca de no ocurrir. Un proyecto rechazado por múltiples cineastas, ¡incluyendo el propio holandés!, al menos hasta que su esposa leyó el guion y le hizo ver que no era más que una enorme sátira sociopolítica empapada de tintes futuristas y de mucha violencia. Un cinta que pasa sin problemas de lo cruento a lo absurdo y haciendo escala en todo tipo de reflexiones sobre lo que nos hace humanos. Todo esto, como ya dijimos anteriormente, con un Alex Murphy inspirado en la figura de Jesús y que experimenta su propia resurrección a partir de la tecnología. Un filme único en su género, al grado que ni las dos secuelas que le sucedieron –y que no contaron con la distintiva visión del cineasta original– ni su reciente remake se acercaron siquiera a sus mecanizados talones.
¿Es Paul Verhoeven un genio creativo o un provocador? Han pasado más de 50 años del debut del realizador y nadie ha podido encontrar la respuesta. Quizá lo mejor sea evitar los extremos y asimilar que tiene un poco de ambos. Y es precisamente esto lo que hace que su obra sea tan fascinante como irrepetible.