El reencuentro del Tri con su afición tuvo lugar luego que la Comisión Disciplinaria de la FIFA disminuyera la sanción de dos partidos a puerta cerrada a uno solo. México volvió a respirar y con su mayor recinto, casi al 50% de su capacidad, se dispuso a enfrentar a la selección de Canadá, misma que llegó con su máxima estrella, por la banda zurda, Alphonso Davies, que actualmente milita en el club bávaro: Bayern Munich.
Pero bien, dejando un poco el panorama previo, retomemos un poco al gran protagonista: el Estadio Azteca y sus perseverantes aficionados:
La llegada y el regreso de un castigo casi imperceptible
El momento de llegar al estadio siempre suele ser un caos y más sí rondas la hora en la que casi comienza el encuentro. Vendedores por aquí, hamburguesas y garnachas por allá, algo usual en eventos de este tipo. La verdad es que los ánimos no eran los más álgidos, pero todo muy acorde a un partido, que sí bien es importante en la clasificatoria, no hay mucho temor de “quedarnos” sin mundial y donde quizá el gran y real faltante son las sonrisas que se ven algo opacadas por el evento que ya todos conocemos.
Sentarse en una butaca disfrutar el momento
Buscar el asiento, equivocarte y repetir es parte de un ritual para los que no se tienen el Azteca de memoria. Este es un momento bastante clave, ya que se logra percibir un poco el ánimo que tendrá el resto del evento, todo esto independientemente del lugar que poseas, ya que las dinámicas colectivas y el grito de “México” antes de que el once entre son una constante muy regular y emotiva de los partidos del Tri.
Las expectativas y el “Chucky” Lozano
El partido genera muchos pensamientos, en la mayoría de los aficionados que pueden ser casuales, como aquellos que no faltan a ningún encuentro de la selección “llueva, truene o relampaguee” y dichos pensamientos muy rara vez giran en torno de una derrota. Siempre esperamos lo mejor de nuestros ídolos de 90 minutos, que a diferencia de Lozano cuya empatía, talento y rapidez lo han elevado a un estatus muy diferente al de los demás seleccionados y esto se deja muy claro con el cántico que tiene de fondo los acordes de Seven Nation Army de los White Stripes.
El sabor de un empate que nunca gusta
Los empates de la selección mexicana frente a selecciones tomadas como endebles son bastante comunes y el público está acostumbrado a que esto suceda, pero es importante remarcar que este aspecto es muy diferente sentado en una butaca, porque ahí, cada intento, falta y buen centro es gritado con emoción, esperanza y las insaciables ganas de corear un gol. Entonces en una especie de mala metáfora en que cada pase y cada carrera hacía la portería contraria crean una atmósfera que sólo la selección y la afición mexicana somos capaces de entender.
Las malas prácticas de la afición
Ver a la selección mexicana siempre será un motivo especial para reunirse en un estadio con miles de desconocidos, porque ocurre una sinergía que rara vez sucede con motivos de alegría. Es por ello que un “cántico” que atrofia la evolución de la afición mexicana debe ser erradicado. El tiempo nos da sabiduría y es hora de sacarle vuelta a las cosas, ya que ninguna campaña contra dichos “gritos” será suficiente hasta que entendamos que eliminar este grito al saque del portero contrario, no nos está quitando absolutamente nada y que realmente lo que haces es invitarnos a evolucionar como afición en los estadios y que quizá en algún punto del futuro, los tambores, los fuegos artificiales y las matracas puedan regresar a los estadios, algo qué, a pesar de la tecnología se extraña de sobremanera.
Regresar a los estadios es una decisión muy personal, pero es agradable poder disfrutar la elección de ello y apoyar a la Selección Mexicana es un placer muy generoso, seas amante o no del balompié.