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"Tenemos que aprender a deconstruir la palabra macho": Horacio García Rojas

Horacio García Rojas habla de 'Cry Macho', Clint Eastwood, el machismo y 'Poder Prieto'
vie 24 septiembre 2021 10:21 AM

El mexicano Horacio García Rojas ha cumplido el sueño de muchos: trabajar con el mismísimo Clint Eastwood. Y no sólo en un western cualquiera, sino en uno que nos confronta con nuestras ideas de lo que significa ser un hombre. Con esto comienza nuestra plática con el actor.

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Estás estrenando película con Clint Eastwood. No cualquiera puede decir eso…

La verdad es que es uno de esos momentos en los que cualquiera agradece a la vida, sobre todo estando en el momento en el que nos tocó vivir. Filmamos en noviembre del año pasado, con la pandemia en pleno apogeo. Creo que es un regalito que la vida me dio por tener paciencia y no desesperarme. Cuando empezó la pandemia, a mí se me cayó un proyecto que era mi sueño. Tenía que ver con la relación de Tenochtitlán y los españoles, producida por Steven Spielberg, una cosa enorme, papeles con los que uno sueña. Estaba muy triste pero en eso me llamaron para audicionar para Cry Macho, mandé mi audición y me hablaron para decirme que estaba confirmado para grabar en noviembre, con Clint Eastwood a sus noventa años. Es increíble ver a esta gente que está hecha de una madera que no se quiebra tan fácilmente, y que si bien asumen el mundo en el que están viviendo, saben que si hacen las cosas de manera adecuada, pueden trabajar.

¿Cómo fue trabajar con Clint Eastwood?

Tiene una mente vibrante. Sus sets son como una familia. Hay gente que lleva más de 15 años trabajando con él; es un gran líder. Pasa y todo el mundo le dice: “hey, boss!”, pero es un jefe simpaticón, dicharachero, que se ríe. Sí tiene cara de esa generación como de nuestros abuelos, que sabes que si te equivocas te va a aventar el speech de la vida. Es una persona a la que muchos admiramos como artista porque no ha dado piezas importantísimas como Million Dollar Baby y Mystic River, y estar ahí y verlo en el set… había momentos en los que hablaba y yo me emocionaba: “Está diciendo esa frase clásica de Clint… ¡y me la está diciendo a mí!”. Pero tenía que ser muy profesional.

Pero no es la primera vez que te toca trabajar con ese calibre de gente. Ya estuviste con Tilda Swinton, Bill Paxton, Andy García…

Con Tilda, yo apenas estaba egresando de la escuela de actuación. Ya había terminado mi proceso académico, pero estaba en el examen de comprobación, y ya estaba en el set con Tilda Swinton. Todavía tenía una cosa muy naïf de no saber lo que estaba pasando. O sea, sabía que estaba con una estrella, pero no lo podía creer. Pero ahora que me pasó con Clint Eastwood, que ya tengo toda una concepción de cómo trabaja Hollywood y las posibilidades que puede significar, se dimensiona de otra manera. También el hecho de que pasara en pandemia le agregaba algo especial que me hacía sentir más agradecido y pensar en cómo transformar ese privilegio para que genere para otro.

Cry Macho es una película que habla sobre el machismo –no necesariamente del hombre hacia la mujer sino del hombre hacia el hombre– y tú vienes de un país famosamente machista. ¿Qué reflexión te desató esta película?

Entender qué es la palabra macho. Justo lo dice en el trailer: esa palabra tendría que estar en desuso. Para los hombres que crecimos en el patriarcado, ya no debería de existir. Tenemos que aprender a deconstruirla. Y eso: ver a Clint Eastwood a sus 91 años deconstruyendo el concepto de macho cuando para muchos él ha sido el mejor ejemplo de macho, es increíble. Es un poco como la metáfora de los personajes, el ver a Clint con el personaje de Eduardo Minett, que es Rafo, un joven de 14 años, que empiezan a entender que lo que nos han enseñado que tenemos que ser como hombres no es lo correcto. Es un viaje muy bonito, y el tipo de cosas que tenemos que estar contando.

Una narrativa muy atípica para un western, pero necesaria en nuestra época…

Sí, y como dices, quizás no tiene que ver con la parte más visible del movimiento feminista, pero son justo las mujeres quienes nos han enseñado a los hombres el camino de la voluntad amorosa. A los hombres nos toca callarnos, escuchar, y a partir de eso cambiar. Creo que es importante usar el arte para hablar de estas cosas. En pandemia nos hubiéramos vuelto locos si no hubiéramos tenido las artes visuales, si no hubiéramos podido ver todas las series que vimos. Y está bien entretenernos, pero la finalidad primordial del cine es reflexionar.

Hace rato hablabas de transformar tu privilegio para ayudar a otros.

Sí, he tenido el privilegio de trabajar en cosas tan atípicas, y quiero aprovecharlo para transformar. Estoy en el movimiento Poder Prieto, en el que tratamos de crear cambios de la mano de las personas que quieran. Pensamos en la utopía de un mundo en el que estemos igual, no que seamos iguales, pero que todos tengamos las mismas oportunidades.

A simple vista la misión de Poder Prieto es muy evidente, pero cuéntame lo que hay detrás…

Lo que queremos es una representación más acertada de lo que hay en el país. Prende la tele y ve las series originales de una plataforma: creo que hay dos o tres proyectos de veintitantos en los que los protagonistas son morenos. Cuando analizas estas métricas, algo está mal porque en las calles vemos cosas diferentes. Muchas veces vemos a la gente morena en personajes estereotipados y eso es algo que queremos cambiar en el movimiento, reflexionar desde hacedores de medios audiovisuales. Pero hay una realidad: esta necesidad de querer todo de un cierto perfil internacional nos quita la posibilidad de contar muchas historias, y ahí es donde viene lo importante: cambiar la narrativa y el punto óptico de las cosas. Que haya cineastas de otras latitudes, de otros ideales y universos, que hablen desde su individualidad y desde su colectividad artística. Ese es un camino que necesitamos recorrer. Somos un país diverso y plurilingüe con varias bellezas en piel, y nos enfocamos en el latino internacional.

Una visión muy malichista…

Sí, pero justo ahí hay otro tema. Estamos tratando de indagar en nuevos términos. La palabra correcta para hablar del malinchismo es endofobia. Le hemos cargado a una mujer que estaba adelantada a su época, Marina, la Malinche, el peso de la traición. Es una idea súper machista, la mujer es la traicionera. Una mujer sobreviviente, que aprendió a hablar náhuatl y español de puro oído e inteligencia, y nosotros como sociedad le hemos cargado el peso de la traición. Eso es machismo. Mejor hay que decir endofobia, que es exactamente lo mismo: alguien que reniega de sus propias raíces. Si analizamos la historia de Marina, ella no renegaba de sus raíces. Era una mujer brillante y una superviviente. Y con esta pequeña historia, por ejemplo, hay un cambio de narrativa y ahí conicidimos. No tenemos que tener el mismo tono de piel ni el mismo género ni ideología, pero coincidimos. Y eso buscamos: una coincidencia real.

Y esa es la forma más genuina de hacer las cosas, porque luego caemos en la inclusión forzada...

Es algo que se discute mucho en el medio, pero a veces las cosas necesitan salir por provocación para que después se asienten. Es como con un terreno infértil: tenemos que trabajarlo, darle agua, para que la tierra se sienta cómoda y vuelva a germinar. Estos procesos de inclusión son necesarios. La idea de poner cineastas de otras latitudes no es para imponer una idea, sino para que haya más ideas, que aprendamos escuchando al otro. Pero si en un momento hay una serie de individuos que no quieren cambiar, y les pones una persona diferente, les guste o no, de repente empiezan a escuchar y ver que hay otras maneras de ver el mundo. Poco a poco vamos a tener que tener una voluntad más grande para que las cosas pasen naturalmente.

Es muy similar a lo que ha sucedido con la comunidad LGBT…

Sí, ellos han sido invisibilizados durante mucho tiempo, y han sido sometidos a distintas discriminaciones. También tenemos una deuda con ellos. ¿Por qué no cederles espacio? En unos años vamos a buscar al actor, al director, a la actriz, a la fotógrafa, lo que sea, más adecuada para el proyecto sin importar su orientación sexual y política, color de piel, religión, pero primero tenemos que lograr un suelo parejo. Y también hay que hacer que la gente blanca note que tiene un privilegio. Yo tengo un privilegio, a pesar de tener un perfil racializado, por la carrera que he tenido, y tengo dos sopas: me quedo callado y sólo disfruto eso, o uso mi voz para que más gente tenga la oportunidad que yo tuve.

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