La salida de Messi del Barcelona va mucho más allá de solo ponerle otros colores a tu jersey, significa todo una historia que se compartió más allá de las suertes, goles y emociones en la cancha, para mí como para millones de aficionados en el mundo.
El duelo de dejar ir a Messi como aficionado
Me reconozco como un fan empedernido del FC Barcelona desde que tengo uso de razón. Tengo recuerdos disfrutando partidos con protagonistas como José Mari Bakero, Hristo Stoikov, Pep Guardiola, Ronaldo, Ronald Koeman, Philip Cocu, Carles Puyol, Andrés Iniesta o Xavi Hernández; los colores blaugrana están tatuados en mi mente.
Con el paso de los años, mantuve mis ojos dirigidos a la tele durante grandes años del futbol de España; por ejemplo: recuerdo con cariño la época del Real Madrid galáctico. Aunque sintiera odio deportivo por ellos, al ser fan de su acérrimo rival, disfrutaba cada partido del equipo blanco. Jugaban un futbol envolvente, abierto y atractivo. Zidane, Figo, Morientes, Roberto Carlos y compañía deleitaban al ojo, y lo hicieron por muchos años, mientras que mi Barcelona sólo se mantenía al margen.
Entonces, empezó la época de oro de mi Barça, gracias a que tomaron a La Masia para construir la base del equipo con jugadores como Carles Puyol, Xavi Hernández y posteriormente Andrés Iniesta; además de contar Frank Rikaard como gran arquitecto de lo que más adelante se convirtió en uno de los mejores equipos de la historia; altamente dominante.
El calendario volteó la hoja a 2005 y yo presencié lo que iba a ser un día legendario para la historia del futbol. El cambio se hizo por Samuel Eto’o en el minuto 42 de un partido de liga contra el Getafe, y luciendo el número 30 en su espalda, entró un pequeño argentino, quien sin esperar mucho, nos dejó maravillados con un golazo a pase genial de Ronaldinho. Presenciamos la grandeza de Lionel Messi por primera vez y vimos las raíces de un jugador que con su implacabilidad, picardía, astucia, velocidad y técnica impecable, se convertiría en un generador constante de sonrisas, bocas abiertas, alegrías y gritos pasionales.
No pasó mucho tiempo para que Messi se convirtiera en mi ídolo. Año con año fue solidificando su estatus en lo más alto de mi lista de jugadores favoritos al regalarme muchas alegrías y celebraciones mientras lucía su playera blaugrana: 10 campeonatos de liga, 4 trofeos de Champions League, 7 Copas del Rey, 3 Torneos de Clubes de la Fifa, 3 Supercopas de Europa, 8 Supercopas de España, además de sumar éxitos individuales que también trajeron dichas, como sus 6 Balones de Oro, 5 Botas de Oro, su reconocimiento de Fifa World Player y sus 7 Pichichis.
Obviamente, era imposible que un jugador con tanta influencia en la historia del futbol no tuviera detractores. Que alguien me ayude a encontrar un solo aficionado coherente que no habría querido tener un jugador así en las filas de su equipo favorito. Aun así, escuche continuamente frases de crítica como: “es un pecho frío”, “es que no sobresale en momentos importantes”, “es que solo vive de lo que le dan Xavi e Iniesta”, “Es que no puede meter goles de cabeza o con la derecha” y un largo etcétera. A todos estas críticas, yo simplemente contesto: ver a Messi jugar es un gozo, una fiesta continua que se corona con cada gol que mete, y se crece con cada faul de la que se para, con cada esfuerzo extra después de un golpe y con cada gota de sudor que dejó en el campo en nombre del FC Barcelona.
Como alguna vez lo dijo Hernan Cascarini en su cuento, publicado en la revista Orsai en 2012, alusivo al jugador argentino: “Messi es un perro.”. Lo es por su entrega, su pasión al jugar y su amor al balón:
Messi en las que Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae. No se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal
“Messi en las que Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae. No se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal. En cada fotograma, él sigue con los ojos en la pelota mientras encuentra equilibrio. Hace esfuerzos inhumanos para que aquello que le hicieron no sea falta, ni sea tampoco amarilla para el defensor contrario.”
Actualmente, me tocó verlo despedirse del club de sus amores con lágrimas en sus ojos , lo que sin duda causó tristeza en mi corazón. Se me vinieron a la cabeza muchos momentos, como sus goles únicos contra el Getafe o contra el Athletic de Bilbao, como su gol de cabeza en la final de “La Champions” contra el Manchester United, o como la imagen del astro alzando el trofeo continental en su campeonato del 2009.
No lo veré más con el parche del FC Barcelona tatuado del lado izquierdo de su pecho.
Ahora me tocó verlo con una playera diferente, lo cual causa un sentimiento agridulce, primero por la nostalgia que me causa al verlo contento con el número que lo vio debutar en la espalda, pero también con aflicción que me lleva a pensar que probablemente no lo veré más con el parche del FC Barcelona tatuado del lado izquierdo de su pecho.
No hay duda, que deseo ver lo mejor de su magia en el PSG, y ojalá vuelva a callar bocas como lo ha hecho una y otra vez año con año.