Bettina, Sally, la historia de Valerie es enorme. ¿Cómo llegaron a ella y cómo definieron el hilo conductor?
Bettina Dalton: La historia de Valerie llegó a mi cuando yo era una adolescente. La vi en la portada de National Geographic. Usaba su traje de malla y tenía un tiburón azul en el brazo. Nunca olvidaré esa imagen; simplemente se quedó grabada en mi mente. Era como la mujer maravilla o alguna superheroína. Además crecí en Australia, donde las películas de Ron y Valerie estaban en la televisión. Ellos llevaron el mundo subacuático a nuestras salas. Con el tiempo, yo aprendí a bucear, me convertí en cineasta de historia natural y tuve la oportunidad de hacer un documental con Valerie y Ron hace como veintidós años. Esa oportunidad me llevó a este momento, el estar expuesta a todo su archivo fílmico. Ahí me di cuenta de que tenía que haber una película de Valerie sobre ella como una mujer singular, logrando lo que logró como pionera. Había un archivo muy rico. Así que me acerqué a ella y prácticamente me djo: “¿por qué te tardaste tanto?”. Comenzamos y al poco tiempo llegó Sally
Sally Aitken: Fue toda una tarea cargada tanto con privilegio como con responsabilidad. Cargar con las historia de una vida enorme y encontrar una línea narrativa o un principio guía para la historia fue muy retador pero al mismo tiempo muy evidente. Fue un reto porque hay una cantidad extraordinaria de material sobre Valerie, lo cual es un buen problema que tener, pero al mismo tiempo un reto. Teníamos más de cinco mil horas de pietaje, así como toda una colección de material de Valerie y Ron. Pero en esencia, lo que me pareció fascinante fue la relación poco probable de una mujer que se hace amiga y entiende a una de las especies más temidas del océano: los tiburones. Me gustaba la ida de profundizar en una narrativa tipo la bella y la bestia, pero expandirla de tal manera que dejara espacio para que cada espectador llevara su propio entendimiento a la historia.
Al ver el documental, vemos una visión opuesta a lo que suele pintar el cine, que muestra a los tiburones como antagónicos…
Valerie Taylor: Nuestra película pretende marcar una diferencia en nuestra percepción de los tiburones, y creo que lo logramos. Los tiburones en general pueden ser razonablemente amigables, tal como un perro es amigable cuando le das un premio. Yo tenía unos trocitos de pescado en mi neopreno y de vez en cuando les daba una probadita a los tiburones y ellos me seguían, como perritos, esperando que les diera un poco más. Así es como trabajo con ellos frente a las cámaras, pero la audiencia no sabe que uso esa carnada.
En la película hablan de cómo Tiburón (1975) dio a los tiburones una mala reputación, e incluso Peter Benchley, el escritor, dijo que, de haber sabido las consecuencias, no hubiera escrito esa novela. ¿Te arrepientes de haber trabajado ahí? ¿Si pudieras regresar en el tiempo hubieras cambiado algo?
La película es algo sobre lo que yo no tuve control; es una historia ficticia de un tiburón ficticio. Ninguna de las personas que trabajamos en la película pensamos que el público lo tomaría tan en serio. No esperas ver a King Kong en el Empire State cuando viajs a Nueva York, entonces, ¿por qué esperarías ver a Bruce –Jaws– cuando estás en el agua? Va a ser muy raro que alguna vez en tu vida veas un tiburón en la playa. Y si te toca verlo, considéralo un privilegio. Los tiburones en Australia son prácticamente idénticos a los que hay en Estados Unidos, en América Latina o donde sea. Están ahí por una razón, porque sin tiburones en el mar sería muy difícil mantener los océanos libres de los animales enfermos, los viejos y lo no saludable, y así mantener a otras especies saludables. Me desagrada el hecho de que estén cazando tiburones sólo por sus aletas. Las personas no somos muy buenas; sólo pensamos en nosotros, y un día vamos a pagar un precio por pensar así. Tenemos que ser cuidadosos.
¿Creen que el documental tendrá una repercusión en la percepción de los tiburones y la importancia de preservar la vida marina?
VT: Creo que esta cinta le enseñará al público en general que la vida marina no son puras cosas raras nadando en un ambiente alienígena, sino que son como los animales que viven en la tierra: está el grande, el mediano, todos caben en un nicho. También era muy importante destacar que estamos destruyendo lentamente la vida como la naturaleza quería que fuera, al no hacer nada para ayudar al ambiente marino. Tenemos parques nacionales que quedaron desprotegidos por el virus. Prácticamente los buzos eran quienes protegían áreas del mundo marino, simplemente por estar ahí y pagar por ello. Me molesta que he hecho a lo largo de mi vida se está revirtiendo y no puedo hacer nada al respecto. Estoy atorada aquí. Hay lugares en América Latina que son excelentes para el buceo y que se están destruyendo por la sobrepesca y no se está haciendo nada al respecto. El mundo está cambiando y jamás será el mismo. Desafortunadamente soy vieja y pude ver el mar en su mejor momento. Comencé a bucear antes de que cazáramos animales casi al punto de su extinción y cuando el mundo estaba impecable.
BD: Creo que es muy difícil que las nuevas generaciones puedan ver cómo eran los mares antes, y en ese sentido, Valerie y Ron hicieron algo muy grande por la ciencia al capturar los videos que hicieron, porque así sabemos que lo que teníamos está perdido. Así que esto no es sólo entretenimiento, sino también algo de interés científico, gracias al material que Valerie y Ron capturaron.
Sally, Bettina, ¿qué aprendieron de Valerie al trabajar con ella y repasar su vida?
SA: Es difícil contestar esa pregunta porque aún no hay una respuesta definitiva; seguimos aprendiendo de ella. Seguimos aprendiendo, seguimos inspiradas y nos siguen sorprendiendo las cosas que Valerie tiene que enseñarnos. Hablando por mí, fue una responsabilidad enorme hacer esta película, pero en una manera profunda me hizo consciente de nuestras responsabilidades colectivas y el potencial que tenemos de hacer una diferencia. Hace rato Bettina hablaba sobre la abundancia que había en las costas de Australia, que se ha degradado en medio siglo. Yo crecí en Auckland, Nueva Zelanda, a orillas del golfo de Hauraki, y también tenemos una casa de verano en una isla, y mis abuelos y bisabuelos tomaron fotos de la pesca que se hacía y era súper abundante. Yo personalmente nunca me sentí responsable o conectada con el declive del océano, así que esto fue una especie de despertar. No se trata de ser buzo, sino de tener conciencia de que la conservación empieza con nosotros. Lo sabía intelectualmente, claro, pero en el proceso de pasar tiempo con Valerie me pegó de una forma más aguda y emocional. Ese es un pequeño ejemplo de cómo Valerie continúa inspirándonos.
Valerie, ¿qué tipo de reflexión provocó en ti el tener que revisitar toda tu vida para este documental?
VT: No lo había pensado, en realidad. Todavía recuerdo todo lo que hice bajo el agua. Mi memoria viene en imágenes; soy una pintora, una artista. Me gané la vida como artista antes de ser un buzo frente a una cámara. Aún pinto, y de hecho, mis pinturas se proyectaron el la Sydney Opera HOuse recientemente. Pero siempre he pensado, incluso cuando era pescadora, que la vida marina es importante porque, cuando vives viéndola y trabajando con ella, conoces a todos los animales que habitan en el mar y reconoces el rol que tienen en la vida. En el océano cada cosa tiene una función, incluso si esta es sólo para alimentar a una especie mayor. La naturaleza no comete errores, sólo uno, y ese somos nosotros. No nos estamos portando para nada como buenos animales, y temo que vamos a destruir la vida del planeta que nos sostiene. De hecho, lo estamos haciendo a un paso muy rápido con los contaminantes plásticos. Destruimos las cosas que purifican el planeta. Si no llegamos a un acuerdo de sustentabilidad, muy pronto será demasiado tarde.