'Noche de fuego', de Tatiana Huezo, recibe mención especial en Cannes
Después de una ovación de once minutos, la cinta Noche de fuego de la directora Tatiana Huezo, se hizo merecedora a una mención especial en el concurso Una cierta mirada en el Festival de Cannes. La cinta es una adaptación de la novela Ladydi de Jennifer Clement,
Platicamos con Tatiana Huezo sobre Noche de fuego
¿Cómo fue para ti regresar a una sala de cine después de tanto tiempo, en esta circunstancia tan especial?
Es la primera vez que entro a un cine desde hace un año y medio y fue alucinante. Fue una sala hermosa, de más de mil asientos, con una pantalla enorme donde la imagen brilló y se vio increíble la fotografía de Dariela Ludlow y el trabajo de toda la gente que me ayudó a construir la imagen de esta película, y el sonido era realmente increíble. Fue una proyección que disfruté muchísimo y que fue muy emotiva. Siento que la película conectó con el público. Yo tenía mucho miedo y estaba nerviosa, pero hubo un aplauso muy amoroso y muy generoso del público de Cannes. Estoy muy sorprendida, muy contenta, muy orgullosa y me siento muy privilegiada de haber podido dar un primer paso con esta película en un lugar como éste.
Ya conocíamos tu trabajo como documentalista, pero Noche de fuego es tu primer trabajo de ficción. ¿Cómo fue este cambio?
No lo pensé mucho. Si sí, posiblemente no habría hecho la película. Mis documentales tienen muchos mecanismos cercanos a la ficción. Suelo construir a los personajes, cargar de dramaturgia el espacio, conectar a los personajes con el mismo. Hago una estructura dramática antes de rodar la película. Me gusta ubicar el corazón de las historias, el quiebre, y a partir de ahí construyo lo demás. Suelo trabajar mucho la estética. Pienso mucho en el color, por ejemplo, en cómo se va a ver, cómo vamos a caminar de las manos de los personajes. En ese sentido, cuando surgió la posibilidad de hacer mi primera ficción no me lo pensé dos veces. Quiero explorar, experimentar, llevar más lejos toda esta búsqueda que he estado implementando en mi trabajo. Tampoco sabía bien en lo que me metía, claro. Cuando llegué y vi que el crew era de más de cien personas porque es una producción muy grande, con muchas secuencias muy complejas, departamentos muy especializados con los que no había trabajado antes, vestuario, maquillaje. Este último tenía muchos retos porque son protagonistas a los ocho años y luego sus clones adolescentes a los trece años. Por cierto, después de la proyección, varias personas me decían: “es increíble cuántos años has tardado en rodar esta película”, y yo les decía que fueron tres años y no lo podían creer. Mucha gente pensó que yo había esperado a que las niñas crecieran, y no es así.
Me siento muy feliz de ver que el brutal trabajo que hay en esta película brilla, que está allí, que la gente entra en la historia y no se cuestiona si la niña es la misma a los ocho años que a los catorce años. También tuvimos muchos efectos visuales en la posproducción que tuvimos que generar nosotros.
Tu película es una adaptación de la novela Ladydi, de Jennifer Clement. ¿Qué te atrapó de esa historia?
Es una novela de la que NIcolás Celis, productor de esa película, compró los derechos. Yo no sabía porque estaba haciendo una investigación para un nuevo documental. Y él llegó y me dijo que quería que leyera este libro, y me lo devoré. Es un libro que te mete en un contexto brutal con estas chiquitas. Me enamoré del personaje principal, de Ladydi –que en esta película; no quería que se llamara Ladydi–, y me pareció muy impresionante la investigación que hay sobre el mundo de la amapola en México. Cuando le dije a Nico lo que pensaba de la novela, me propuso que escribiera el guión y que dirigiera la película. Para mí fue muy emocionante su propuesta porque era un reto enorme y nuevo que no iba a dejar pasar. Me puse a escribir y así empezó esta aventura. Debo agradecer que tuve una enorme libertad creativa. Lo único que pedí fue poder aproximarme a esta historia desde mi propia búsqueda, desde mi propia exploración de lo que yo soy como mamá de una niña pequeña que ve crecer cada día. Verla me remonta a mi propia infancia, y era importante para mí generar una mirada propia sobre el contexto violento que envuelve a esta historia, una mirada mía sobre México.
Noche de fuego es una película diferente a Tempestad. Tiene muchas capas y muchas cosas. No es una película sobre el narco ni sobre trata de personas. Hay un monstruo enorme que acecha el mundo de estas pequeñas, que es esta violencia que envuelve la vida que está ahí. Es una película que habla de la magia que hay en esa etapa de la vida, de esa mirada transparente, incluso combativa, que tenemos cuando somos niños y cuestionamos todo sin miedo.