También lee
Cuando el autor vino a México en 2018 para presentar Nassim –otra de sus obras que sigue el mismo juego de secrecía–, el asombro que me generaba su trabajo fue menor al que me causó su primera declaración.
Nassim Soleimanpour no disfruta escribir. Lo que yo entendía por éxito, que ser el creador de una de las puestas más montadas en el mundo, tener la aprobación de la crítica que escribía sus artículos con los ojos cerrados, para él no era nada más que dolor. Hijo de un novelista, la escritura siempre lo ha hecho sufrir. De hecho, en esta entrevista, concedida hace unos años, contó que trabajaba en un último texto, el último, para irse a vivir a una granja.
“Escribir fue un virus que se puso en mi sangre. En mi caso, no lo llamaría inspiración. Debo ser muy honesto contigo. Peleé tanto por convertirme en un escritor… Es una pelea, realmente no lo disfruto”.
¿Y todos los temas de sus obras, y todas las emociones? Entonces, ¿de dónde venían, para qué las ponía en papel?
“Escribir nunca me fue enseñado para decir: ‘encontré algo que puedo compartir con todo el mundo’. Para mí, escribir fue una forma de entender. Escribí porque algo pasó y no lo podía entender”, explicaba.
