Gepe presenta 'Ulyse', su nueva producción de estudio
En un año pandémico y de efervesencia social en Chile, Gepe se aventuró a lanzar su nuevo disco, Ulyse, que comparte con Natalia Lafourcade y Vicentico.
Esta conversación, con el compositor a nueve mil kilómetros de distancia y vía internet por las condiciones del mundo, inicia con un Gepe consciente de lo que representó el 2020 en todo sentido. “Ha sido un año radicalmente importante; desastroso para algunos y oficioso para otros”, apunta el músico. En Chile, la crisis sanitaria llegó en un momento de efervescencia social que derivaría en un plebiscito a favor de redactar una nueva constitución. Mientras, el músico celebraba 15 años de la salida de su primer disco, Gepinto. Audivisión, la que es quizá su placa más conmemorativa, cumplía 10 años, y Estilo Libre también estaba de aniversario con cinco. A la vez, en un salto de fe, lanzó su nueva producción Ulyse.
“En mi caso, este ha sido un año súper importante. Incluyendo el nuevo disco. Fue un desafío porque pudimos no haberlo sacado y seguir lanzando singles”.
Esta conversación va sobre el panorama cultural en Chile, sus influencias Latinoamericanas y el libro que dio nombre a su nuevo disco.
¿Cómo está la escena cultural en Chile, pensando en que los cambios sociales siempre detonan grandes manifestaciones artísticas? Eso necesita una respuesta súper amplia, pero tratando de resumir, creo que la cultura, en Latinoamérica principalmente, ha tratado de equilibrar las fallas del sistema. La cultura ha servido para apoyar espiritualmente revoluciones, cambios sociales y siempre a favor de la gente. En Chile, por lo menos, no ha dejado de ser así. Hasta el día de hoy, nadie se ha soltado. Y se han generado cambios súper importantes como la posibilidad de escribir una nueva constitución, carta blanca, que va a ser la primera donde haya paridad de género. Todas esas cosas se lograron porque hubo una unión de las personas, de una sociedad chilena que nunca se había encontrado entre uno y otro de una forma tan potente. Pero desde octubre de 2019, pasaron cosas muy terribles; no todo fue alegría, euforia y unión, sino que hubo violencia. El asunto es que la música siempre estuvo ahí. “El Derecho de Vivir en Paz”, de Víctor Jara, estuvo presente en la calles de Chile. Hasta hace poco, también sonaba “El Baile de los que Sobran”, que es de Los Prisioneros. La parte cultural siempre ha estado, por parte de la gente, muy valorada y, por otra parte, desvalorizada por el oficialismo y la clase política. Por ejemplo, la Ministra de Cultura dijo que si invertían fondos a la música, le quitaban dinero a la gente”.
¿Qué se hace, como arista, ante ese panorama? Ante ese panorama tan desolador, básicamente lo único en lo que uno se puede refugiar es en hacer cosas; producir, crear. Ante la realidad cruel para la cultura, esta se regenera. Es como cuando uno tiene las circunstancias más difíciles y saca los mejores resultados. Esto sucede en Chile en general con la cultura, no sólo la música, en términos creativos y de reflejar la realidad de un pueblo.
Chile tiene una enorme tradición artística, poética y musical. ¿Cómo encajas tú en la escena? Más allá de estar consciente de que soy un artista y tengo una herencia, no le debo nada a nadie, ni ellos a mí, y lo digo en el buen sentido porque cada artista chileno ha generado su propio mundo. Hay maneras de componer como La Ley, Los Prisioneros, Violeta Parra, Víctor Jarra, qué sé yo, pero, en general, cada artista chileno, especialmente los post 2000 y post dictadura, genera su mundo. Por ejemplo, la distancia que hay entre Los Tres y Los Prisioneros o Los Bunkers es abismal; lo único que los une es que son rock, pero son imaginarios muy distintos. Lo mismo sucede ahora. Pero pertenecemos a un país, una cultura y un momento determinado. En ese sentido, cada uno apoya desde su esquina y genera un aporte más potente porque no hay una universidad del lenguaje.
Sobre mundos musicales distintos, tu nuevo disco, Ulyse, parece una cartografía de ritmos latinos… “Hay varios ritmos latinoamericanos u ondas latinas a las que yo no había recurrido en otros discos, sobre todo los que tienen que ver con Centroamérica. Por ejemplo la salsa en ‘Confía’, o algo parecido al son o la milonga en ‘Kamikazi’, y a la vez tiene que ver con los cubanos, centroamericanos, mexicanos. Esa nueva andanza, esa búsqueda por hacer música que me satisfaga a mí en términos de ambiciones musicales es lo que significa este disco. No es experimental para nada, sino que se trata de canciones. Pero fue orgánico, tampoco era una misión de ir por lo latinoamericano.
Nunca he hecho un recorrido musical por ningún país o localidad; simplemente lo hago por la música.
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¿Y cómo recogiste estos sonidos tan distintos? Se escucha lo andino hasta las cumbias, como “Prisionero”, en colaboración con Raymix, y canciones que recuerdan a Juan Luis Guerra, como “Timidez”. Nunca he hecho un recorrido musical por ningún país o localidad; simplemente lo hago por la música. Por ejemplo, me sucede que prefiero ver en Google o en libros los cuadros más famosos. Cuando los veo en vivo, no sé si me desilusionan o qué, pero me dan como una ansiedad. En ese sentido, cuando recibo influencias musicales siempre es por haberlas escuchado en mi casa, a no ser el Son Jarocho, que es algo que he presenciado muchas veces. También todo es intuitivo y tiene que ver con mi historia personal y musical, lo que escuchaba de niño.
Sobre lo “experimental”, que mencionabas, quizá tu música rompe, orgánicamente, con ese concepto o con los géneros en sí.
Por mucho que hayan ciertos elementos que se contradigan, como que en un disco pueda convivir algo extremadamente pop con algo extremadamente folclórico, para mí nunca es problema. No quiero generar ningún equilibrio, ningún balance, porque no hay dos elementos enfrentados. Si alguien me pregunta cuál es mi misión con respecto a la música, sería esa: dejar que haya planos en los estilos musicales. El pop, folclore, rap, rock, lo que sea viven en una misma superficie, en un mar, digamos”.
Natalia, por ejemplo, básicamente ha hecho todo: desde discos experimentales, hasta discos súper pop, vintage y folclórico. Ha cubierto todo el espectro.
En Ulyse presentas colaboraciones con Natalia Lafourcade y Vicentico, quienes parecen compartir tu visión de la música. ¿Fue por eso que los elegiste? Hay que reconocer que esos dos artistas son como 360 grados, en el sentido estético. Natalia, por ejemplo, básicamente ha hecho todo: desde discos experimentales, hasta discos súper pop, vintage y folclórico. Ha cubierto todo el espectro. Vicentico es lo mismo rollo. Más allá de Rey Azúcar, mi disco favorito es Fabulosos Calavera, que es el disco más contrastante entre sí que haya escuchado jamás.
¿Cómo llegaste al nombre Ulyse?
“A los 15 años le pregunté a mi abuelo materno cuál era su libro favorito y me dijo que Ulises, de James Joyce, por porque no lo podía entender y el desafío era muy grande, y que ese abismo que había en el libro era increíble. Eso me quedó dando vueltas. Cuando había que ponerle nombre al personaje que canta o cuenta las canciones del disco pensé en Ulyse, sin la “s”, para personalizarlo un poco, y con la “y”.