El futuro director —responsable del filme de culto Fight Club (1999)— estaba emocionado de haber visto el clásico del director Orson Wells, escrito por Herman J. Mankiewicz, aunque no había alcanzado a entender del todo la complejidad de esta historia, inspirada en el influyente editor y titán de medios impresos William Randolph Hearst. “Regresé a casa y le dije a mi papá que no sabía bien de qué se trababa, pero que era una película asombrosa”.
No lo sabía en aquel entonces, pero el júbilo que sentía tras haber visto la película de este empresario editorial que, pese al éxito profesional, siempre arrastró una sensación de fracaso, cobraría la forma de su undécimo largometraje, Mank. Este nuevo filme, que marca su regreso desde Gone girl (2014) y las dos temporadas a cargo de la serie Mindhunter (2017-2019), es un proyecto de índole personal.

A David Fincher le resulta íntimo porque Mank, disponible en Netflix desde hoy, es sobre su medio, el cine y las tensas dinámicas de la industria creativa del séptimo arte. Retrata la historia detrás de la producción de El Ciudadano Kane, pero lo hace desde la óptima del guionista Herman J. Mankiewicz, interpretado por Gary Oldman, ahondando en el proceso creativo del guión de este clásico, la ríspida relación que tuvo con el director Orson Wells, sus posturas políticas que atentaban contra la ideología conservadora de los fundadores de los estudios de Hollywood y, también, el infierno que significó su alcoholismo.
“Cuando decía que quería hacer una película sobre Orson Welles y Mank, todos iban directo al conflicto, inmediatamente, se iban a la rencilla”, explica Fincher, nominado al Oscar por The Social Network (2010) y El Curioso Caso de Benjamin Button (2008).