Hay cosas que solo le pasan a Mon Laferte. Como llegar a la Ciudad de México y que, con perro, maleta y guitarra en mano, la amiga que la recibiría le dijera, apenada, que no podría quedarse con ella, y sin saber a dónde ir, la cantante chilena tomara un taxi y esto diera como resultado su primera entrevista en la radio mexicana. “Mis amigos se ríen de mí, porque es como si estuviera bendecida. El taxista tenía una amigo en Radio Amor y me la consiguió y la transmitieron. Me pasan cosas raras”, dice Mon.
Entrevista: La extraña fortuna de Mon Laferte
Se ríe al contar esta anécdota y también cuando recuerda que la primera vez que vio el Auditorio Nacional, nunca se imaginó que tocaría ahí. Igual que nunca vislumbró dar un concierto en el Madison Square Garden, en Nueva York, o figurar en los primeros lugares de los charts en México y varios países más de Latinoamérica, o grabar Norma (2018), su disco más exitoso, en el legendario estudio Capital Records, en Los Ángeles. “Fue increíble, pero la verdad me quedo con lo sencillo”, dice sonriente.
Nada mal para alguien que grabó su primer disco en México, Mon Laferte, vol. 1 (2015), con una extensión eléctrica que se conectaba a la casa de su vecino porque ella no tenía ni para pagar la luz. “Me quedo con lo mejor de esa época, con seguir haciendo canciones de forma artesanal en casa, pero sin estar estresada por no tener para llegar a fin de mes”, dice la nominada al Grammy Latino a Canción de Rock por “Biutiful”.
Su séptimo álbum de estudio, aún sin título revelado, sigue esa fórmula. Fue hecho en casa, con lo mínimo, durante esta pandemia. Por la noches, Mon desempolvaba sus libretas de apuntes, se servía un mezcal, escuchaba a Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez, y después se ponía a jugar con la guitarra. Así nacieron las canciones del nuevo disco, influido por la música tradicional mexicana y el mariachi, y que materializa su necesidad de brincar de un género a otro, de evitar etiquetas. “Ahora ya no es tan difícil ser yo misma y encajar en esta industria. La gente tiene más disposición: la música no es una dictadura, blanco o negro, pero al principio sí era complejo”.
Mon confiesa que antes “tenías que ser la cantautora seria que jamás se pone labial rojo o una supersexy tonta”. Pero a ella jamás le gustaron esos extremos, porque quería ser un poco todas: Madonna, Paquita la del Barrio, Violeta Parra y Alanis Morissette, al mismo tiempo. “¿Por qué no puedo hacer todo eso si todas ellas me gustan? No siento que uno esté peleado con lo otro”. De hecho, su música es tan ecléctica como su público. “A mí me gusta reunir a todos, un concierto mío es como un experimento, porque ves a todo tipo de gente”. Sí, a Mon le pasan extrañas cosas buenas.