The Last Dance, que llega hoy a su final, es descrito comúnmente como el documental sobre Michael Jordan y cómo lideró a Chicago Bulls al histórico sexto campeonato a de la NBA. Sin embargo, es en realidad un documental sobre los eternos problemas existenciales de la humanidad (el ego, la envidia, la rivalidad, la pérdida, la paternidad, la fama, el liderazgo, la política…) solo que vistos a través del lente del baloncesto y una de las figuras más míticas del deporte. Por esta razón, es oro molido si se quiere aprender algo que se pueda emplear para la vida propia.
5 lecciones que aprendimos de Michael Jordan en The Last Dance
1. Si quieres ganar, debes estar dispuesto a que te odien
Michael Jordan tenía una mentalidad tan ganadora que quería triunfar en el basquetbol y hasta apostando centavos contra sus guardaespaldas. “Mi mentalidad era ganar cueste lo que cueste”, reveló Jordan en el documental. “Si no quieres convivir con esa mentalidad exigente, no tienes que estar cerca de mí. Porque te voy a ridiculizar hasta que estés a mi nivel. Y si no estás al mismo nivel que yo, va a ser un infierno para ti”. Su filosofía competitiva era tal que desesperaba e intimidaba tanto a sus rivales como a sus compañeros de equipo. Basta recordar la anécdota en la que llegó a los golpes con Steve Kerr (actual coach de los Golden State Warriors), porque sentía que él, como nuevo integrante del equipo, no estaba dando su máximo esfuerzo en un entrenamiento. Curiosamente, Kerr aceptó que lo mejor que le pudo pasar a él y al equipo fue tener ese enfrentamiento. Incluso los jugadores que se sentían hostigados reconocen que sin ese empuje de Jordan no habrían conseguido los seis campeonatos de la NBA con Chicago Bulls. “Sí, Michael era un cretino, un imbécil, se pasó de la raya muchas veces”, dijo el ex jugador Will Perdue en el documental. “Pero mientras pasa el tiempo y ves lo que quería lograr, piensas: ‘Sí, era un gran compañero’”.
2. Sólo eres un líder si te importa que tu equipo crezca
Michael no veía con buenos ojos al entrenador Phil Jackson cuando éste llegó a Chicago Bulls, y menos aún cuando, a diferencia del coach anterior, diseñó un sistema de juego en donde Jordan no tendría el balón tanto tiempo. La lógica de esta estrategia era que otros jugadores también encestaran más puntos para que a mediano plazo los defensivos dejaran de marcar de forma tan encimosa a Jordan. Cuando sus compañeros ganaron confianza y representaron una amenaza ofensiva, esto se tradujo en más opciones ofensivas para Jordan. Incluso él, quien indiscutiblemente era el indicado para hacer los disparos restando pocos segundos, sorprendió al pasar el balón y la oportunidad de decidir el juego a otro de sus colegas, como sucedió en 1997 con Steve Kerr, quien encestó faltando unos segundos —luego de que Michael le dijera que estuviera preparado— para darle el quinto campeonato a su equipo contra Indiana Pacers.
3. Aunque seas el rey del mundo, escucha a tu madre
El contrato más redituable en la historia entre un atleta y una marca deportiva sucedió gracias a la insistencia de la madre de Michael, Deloris Jordan. Cuando MJ era un novato en la NBA, soñaba con que Converse o Adidas lo escogieran como imagen, pero la primera marca no estaba interesado en él y los directivos al rechazarlo le dijeron que ya tenían "grandes jugadores y que no podían verlo a él por encima de ellos"; la segunda no aceptó porque no pasaba por un buen momento económico y no podían desarrollar el tipo de calzado que Jordan necesitaba. Cuando Nike invitó a Jordan a sus oficinas en Oregón, el novato estrella ni siquiera quería tomarse la molestia de ir, pero fue su madre quien lo convenció: “Por lo menos vas a ir a escuchar la oferta”. Ésta fue mucho más que generosa porque estuvo por encima de los 100 mil dólares que promediaban los jugadores en ingresos publicitarios de una sola marca en esa época y, además, consiguió que Nike creara una submarca con su nombre, Air Jordan, que se volvió un artículo fetiche de la cultura pop.
4. Necesitas una inspiración real para llegar más lejos
Lo que definió a Michael Jordan, además de su forma asombrosa de jugar y el astronómico promedio de puntos por partido —muy por encima del promedio en la NBA—, fue su capacidad de resolver partidos con tiros a contrarreloj, su liderazgo para echarse el equipo a los hombros y conseguir victorias agonizantes. Pero visto en perspectiva, que Michael fuera capaz de lograr eso no sólo se trató de la suma de su talento y disciplina, sino de un anhelo emocional honesto que le permitía no perder el foco. En los momentos más complicados, la razón por la que quería ganar fue lo que lo impulsó a dar el extra requerido (como en aquel playoff cuando estaba intoxicado y aún así jugó). Ganar era un compromiso que iba más allá de él, quería conseguir títulos en honor a su padre asesinado o para Gus Lett, su guardaespaldas, amigo y figura paterna, tras este ser diagnosticado con cáncer de pulmón. Hacer las cosas por uno mismo, no basta; esforzarse sinceramente por los demás puede ser incluso más efectivo, sobre todo en los momentos más difíciles.
5, Cuando no disfrutes más, renuncia
Cuando Michael Jordan anunció de forma sorpresiva su retiro como basquetbolista, debido a la depresión que sentía tras el asesinato de su padre, la idea de que renunciara y empezara a jugar beisbol con los White Sox parecía una aventura quijotesca. Sin embargo, al hacerlo, al cumplir así un sueño de la infancia y experimentar ser parte de un equipo en donde no era el líder, le devolvió el amor por el juego, puso en orden su vida emocional y regresó al baloncesto con una madurez y energía que llevaron a su equipo a la victoria. Otra vez.