El final de la historia se sabe: Chicago Bulls ganó su sexto campeonato, pero aquí esto no interesa, pues el motor que hace avanzar a la historia es la forma en la que se explora cuál fue el costo humano e institucional de la lucha entre el objetivo deportivo y el corporativo en esa temporada de 1997-1998 de Chicago Bulls.
En ese sentido, con las honestas entrevistas que dan Michael Jordan (habla hasta de la cocaína que consumían sus compañeros cuando él era novato), Scotty Pippen y el entrenador Phil Jackson, la narrativa de victoria que los acompañó en aquella temporada es suplantada por una cruda realidad en la que se mezclan la lucha de egos y la política para demostrar, una vez más, que los grande deportes de equipo son una metáfora de la vida.
Aquí todos quieren el bien de Chicago Bulls y en esa búsqueda, sin embargo, se destrozan: queda claro que el verdadero rival de Michael Jordan, quien dominaba el baloncesto como nadie, no estaba en la cancha, sino detrás de un escritorio, encarnado por Jerry Krause, un hábil administrador con complejo napoleónico que desde su puesto de presidente intenta sobresalir en un mundo en el que los verdaderos héroes promedian dos metros de altura.
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