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La razón por la que Martin Scorsese es el último clásico

El crítico Leonardo García-Tsao recuerda la vez que conoció a Martin Scorsese tras el lanzamiento de Toro Salvaje en el Festival de Berlín y explica la importancia de su cine en esta época.
vie 07 febrero 2020 12:21 PM
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Scorsese ha estado nominado en nueve ocasiones, sólo le han concedido el oscar como Mejor Director una vez, por The Departed.

Tuve el privilegio de ver el estreno de Raging Bull (1980) en el Festival de Berlín. Me deslumbró y pensé: “No hay nadie mejor que Martin Scorsese”. Incluso lo escribí: afirmé que Scorsese era el mejor del Nuevo Hollywood. Algunos colegas me cuestionaron, decían que era Francis Ford Coppola y otros que Brian De Palma. Pero el tiempo me dio la razón, porque Scorsese es el único que se ha sostenido haciendo películas importantes y definitivas. Si aún es vigente es porque nunca se doblegó a la industria. Nunca ha hecho una película que no esté de acuerdo con sus interés personales. Incluso cuando dirigió el remake de Cape Fear (1991) —cuando parecía que estaba doblando las manitas ante la industria— no perdió su estilo, su toque personal, porque la hizo al margen del filme original del cual se derivó, imponiéndole su sello.

Tras el estreno de Raging Bull en el Festival de Berlín, descubrí que Scorsese es tan cinéfilo como cineasta, porque dio una conferencia de prensa, pero no sobre su película, sino sobre la importancia de la preservación del cine, específicamente de su preocupación por el desvanecimiento del color en el celuloide. Tras dos horas, él seguía tan emocionado que nos dijo que a los que les interesara el tema lo acompañáramos al hotel para seguir hablando. Nos fuimos a su suite unos pocos y nos sentamos a escucharlo hablar de la preservación del cine, un tema que hasta hoy le apasiona.

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El papel del boxeador Jake LaMotta le valió el Oscar a Mejor Actor a Robert De Niro; cinco años atrás ganó su primera estatuilla dorada como Actor de Reparto por El Padrino.

En ese entonces, yo trabaja de programador en la Cineteca Nacional y ya había hecho un ciclo de sus películas, así que le mostré el folleto y se puso muy contento porque no imaginaba que ya le dedicaran un programa completo en México a sus filmes. La verdad es un tipo encantador, muy accesible. En persona, es como su cine: hiperactivo, habla muy rápido. En esa ocasión, le pedí una entrevista pero me dijo que estaba muy ocupado, siempre súper amable, como él es. Me suplicaba que entendiera por qué no podía dármela y me daba explicaciones innecesarias.

Scorsese es el último de los clásicos. Taxi Driver (1976) es increíblemente avasalladora. Me conmovió tanto que hasta el día de hoy, cada vez que me piden mi top ten, ese filme siempre está ahí. Es un estudio definitivo de la soledad humana, y captura lo que cualquiera ha padecido al sentirse alienado por vivir en una gran ciudad.

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Sorpresivamente, Toro Salvaje no ganó el oscar a Mejor Película; éste fue concedido a Ordinary People, de Robert Redford.

Es una película absolutamente verosímil y muy poderosa en cuanto a su forma de expresarse. Además, no envejece y hasta resulta mucho más relevante en la actualidad: Joker es un doble plagio-homenaje de Scorsese, es la fusión de The King of Comedy (1982) y Taxi Driver.

A Scorsese lo volví a ver una vez más, años después. Cuando él era el presidente del Festival de Cannes, nos cruzamos en el hotel y me dijo “Hello”. Yo creí que se lo decía a otra persona, pero no había nadie. Estaba solo yo y le devolví el saludo. Luego Kent Jones, su asistente personal, me dijo: “Martin tiene memoria casi fotográfica, seguramente se acordó de ti”.

Martin Scorsese representa la salvación del cine. Hay que apegarse a él, junto a los pocos que están haciendo cine de autor, para que sigamos manteniendo la fe en esta expresión artística.

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