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Gastón Pavlovich entrevista en exclusiva para Life and Style a Martin Scorsese

Pavlovich, productor mexicano de The irishman, entrevista y hace un perfil para la más reciente edición de Life and Style enfocada al Oscar.
vie 07 febrero 2020 12:01 PM

Filmamos mucho en las complicadas cordilleras de Taiwán en 2014. Entre los tonos verdes de la naturaleza y los vapores del calor tuvimos muchas pláticas, pero una de las más importantes que recuerdo fue en un hotel. Martin Scorsese me invitó a su suite, le llevé un whisky taiwanés que estaba de moda y nos servimos apenas una copa para brindar.

Al primer sorbo me expresó su agradecimiento: me había aventado a producir su película Silence en un momento en el que nadie lo apoyaba, cuando ya varios productores habían tirado la toalla. Se trataba de un proyecto muy personal, pero muy complicado y para un público de nicho, lo que asustaba a los productores. Por fortuna, pude ser el mexicano que dio un salto de fe con él.

Esa noche, en el hotel de Taiwán, supe que el cine era mucho más que un trabajo para Martin y lo comprobé en nuestro último intercambio de ideas, antes de que terminara 2019, cuando me dijo: “Todavía me atrae lo mismo que al principio: el cine en sí, la emoción de poner dos imágenes juntas en la sala de edición, la aventura de encontrar la película con los actores y el equipo. Y, sobre todo, tener la oportunidad de contar una historia extraordinaria que pueda disfrutarse en la majestuosidad de una sala de cine”.

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Martin Scorsese ganó el Oscar a Mejor Director por The Departed (2006).
Martin Scorsese ganó el Oscar a Mejor Director por The Departed (2006).

Aquella vez de 2014 hablamos de las grandes historias del cine clásico y me llamó la atención que Martin se enfocó mucho en México. Él había visto todas las películas de la época de oro y podía enumerar nombres y apellidos de actores, actrices, cineastas, directores de fotografía… Era impresionante su nivel de conocimiento y admiración por Emilio “El Indio” Fernández, Gabriel Figueroa y el filme Enamorada (1946), que los dos consideramos la mejor película mexicana.

Al final de esa charla, en agradecimiento por haber producido Silence, me dijo: “Te voy a ofrecer mi próximo filme para que también lo produzcas, aunque todavía no sé cuál será”. Apenas me había comentado que tenía un proyecto sobre la historia de Frank Sinatra, pero no me dijo con exactitud cuál sería. También mencionó The Irishman, cinta que al final hicimos con ayuda de Netflix. Me contó que era un proyecto de su amigo Robert De Niro, quien le estaba pidiendo que lo hicieran juntos. Le agradecí el gesto, pero, francamente, pensé que no sería verdad. Brindamos una vez más y nos despedimos, porque al otro día volvíamos a filmar.

En ese momento no podía imaginarme que en el futuro presentaría Silence en el Vaticano junto a Martin y ante el papa Francisco I, y que además reuniríamos las voluntades de Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci para hacer The Irishman, con la que seríamos nominados en 10 categorías en el Óscar. Solo pude agradecer las tantas conversaciones que tuve con Martin Scorsese, y que tendría a partir de entonces.

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Martin Scorsese 2
Martin Scorsese en el set de Silence, en Taiwán.

Fue grato saber que ninguno de los dos nos habíamos propuesto hacer cine y aquí estamos. Tan importantes son estos flechazos que, en ambos casos, el cine nos llevó hacia otro camino. Yo en la función pública y él desde la espiritualidad (porque Martin iba a ser sacerdote), encontramos una avenida en el cine para contar historias, regalar al público una parte de nosotros y dejarle una huella.

“Cuando era joven”, me explicó Martin, “seguía los pasos de las personas que más conocía y admiraba: los sacerdotes, el de uno en particular. Muchos jóvenes hacen lo mismo: ‘Quiero ser como tú, así que haré lo que hiciste’. Y descubrí que ese camino era suyo y solo suyo, y que por mucho que me atraía la idea ­—tal vez la imagen­— de ser sacerdote, simplemente no era un camino para mí. Tenía que encontrar mi propio camino, y ese razonamiento fue el que me llevó al cine”.

Quizá como muchos, Martin Scorsese tiene una fe que pasa por fuegos, dudas y complicaciones, como la mía. Sin embargo, es un hombre creyente que sí respeta a su iglesia y religión, y las cuida. Lo constaté cuando, como productor, logré que tuviéramos una proyección de Silence en el Vaticano, que fue la primera vez que la presentamos al público y, especialmente, al papa Francisco I. Elegantísimo, con un traje gris hermoso y su brillo de caballero, Martin trató al Santo Padre con mucho respeto. Para él, ese momento fue muy significativo: sentirse abrazado después de muchos años por la Iglesia, con la que llegó a tener algunas complicaciones por la película The Last Temptation Of Christ (1988). Hubo un par de lágrimas y mucha ternura.

The last temptation of Christ
The last temptation of Christ provocó protestas en Nueva York por parte de grupos católicos.

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Hombres de fe

La fe fue el primer tema que Martin Scorsese y yo tocamos. Antes de hacer Silence, para él era importante saber en qué creía yo, y esas fueron las primera preguntas que me hizo. Se dedicó, durante mucho tiempo, a platicarme sobre sus creencias y su espiritualidad; me lo decía porque él necesitaba que entendiera qué quería, antes de dar el siguiente paso para esa película. Desde ese momento, me quedó clarísimo que es un hombre con una fe fuerte, y me sorprendió lo mucho que teníamos en común en ese aspecto.

Sin embargo, nuestra fe no es algo estrictamente espiritual; también se apoya en el cine y nació como un flechazo al alma. Cuando la sensibilidad que cargas coincide con una obra de arte, esta te toca de muchas maneras. A mí me pasó en 1989, como estudiante en Europa, cuando vi Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore: la música, la fotografía, la historia…

Y a Scorsese le pasó algo muy similar, pero muchos años atrás. “La primera película que vi fue Duel in the Sun (1946), una buena forma de comenzar”, me contó en esta entrevista para Life and Style. “El ardiente Technicolor, las masas de jinetes en ambos lados de una brutal guerra entre ranchos, el febril y apasionado duelo físico de amor y muerte entre Gregory Peck y Jennifer Jones, la naturaleza intensa de la acción... Todo eso me causó una profunda impresión, y esa primera visión nunca me ha abandonado”.

Martin Scorsese y Gaston Pavlovich
Martin Scorsese y el productor mexicano Gastón Pavlovich presentaron Silence (2016) en el Vaticano para el Papa Francisco I.

Esta experiencia en el Vaticano reafirmó mi compromiso con Martin, a pesar del reto que significa trabajar con él por el mundo que se mueve a su alrededor. Había escuchado historias de muchas índoles, y algunas no muy positivas, de momentos complicados y mucha frustración cuando se trataba de su equipo. Con Martin no viví esos episodios. Desde que me senté con él por primera vez, sentí que estaba frente a un hombre de filosofía, pensamiento y reflexión cuya prioridad absoluta eran las películas.

Ese es el trato con él, pero su círculo es increíblemente complicado. Hay todo un universo: managers, agentes, productores que trabajan con Martin de tiempo completo, sus representantes de relaciones públicas y sus abogados en plural. Como productor, ese era mi día a día con ellos, aunque con Scorsese nunca tuve un momento tenso o negativo.

Los días en los sets

De Martin admiro su trabajo como creador, cómo realmente se fija en los detalles y cómo fluye su visión. Verlo dirigir, orquestar una obra a través de las actuaciones, las voces y los movimientos, francamente es ser testigo de un artista que pone todo en un lienzo. Ni siquiera pareciera que tiene 77 años.

“La cinematografía nunca ha sido un trabajo para mí”, me compartió Scorsese. “Ni siquiera es una cuestión de ‘hacer películas’. Como dije, es mi camino. ¿Sobre el lado físico y extenuante de ser director...? Pues así es. Haces todo lo que sea necesario para filmar la película que necesitas filmar”.

No sé por qué, pero tenía la imagen de un Scorsese muy acelerado. Tal vez por lo que había visto en algunas entrevistas. Habla rápido, pero cuando lo he visto trabajar es mucho más pausado, más sereno. Hay muchas razones que hacen a Scorsese un gran director de orquesta, con mucha finura, no necesita gritar ni presionar a nadie.

The Irishman 2
La película fue fotografiada por el mexicano Rodrigo Prieto, quien antes trabajó con Sorsese en Silence y El Lobo de Wall Street.

Leonardo DiCaprio y Robert De Niro, sus actores de cabecera, son un gran ejemplo. Es increíble ver la comunión que tienen y cómo Martin se expresa de ellos. “Los dos son muy valientes. Ambos intentarán cualquier cosa y continuarán hasta que lleguen a un punto en el que descubran un nuevo territorio y encuentren nuevos valores. Aparte de eso, son personas muy diferentes, por eso son actores muy diferentes”, me explicó cuando le pedí que los comparara.

En el set, Martin se convierte en un ser muy sereno y sabio, y tiene que ver con el hecho de que, previo a los rodajes, se prepara de manera muy intensa y detallada. Cuando su equipo y los actores llegan a la filmación, todos ya saben qué hacer.

Él logra conjuntar todas las variables que existen en un proyecto: los actores, la historia y el guión, la luz, los ángulos, y no lo dice, pero hasta me lo figuro imaginándose la música, de la cual es un total apasionado. Tiene una visión tan completa de las escenas que creo que se imagina no solo cómo se verán, sino cómo estarán musicalizadas. Ya hasta el vocalista de los Rolling Stones lo ha dicho.

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El mismo Scorsese me lo contó cuando le pregunté sobre la canción “Gimme Shelter”, de esa banda británica: “Cuando estábamos haciendo el documental Shine a Light, Mick Jagger me dijo: ‘Martin, esta es la primera película que has hecho en la que no escuchamos ‘Gimme Shelter’.’ Es una canción deslumbrante que tiene una chispa de peligro. Es sinuosa, atractiva, se retuerce y gira, y luego la chispa estalla en llamas con la voz de Merry Clayton, quien canta a coro con los Rolling Stones. Y es una canción que vive en los mundos con los que estaba lidiando cuando dirigí Goodfellas, Casino y The Departed”.

“Anteriormente”, le plantee a Martin pensando en este texto, “has compartido que para ti realmente es importante trabajar en tus obsesiones. En este punto de la vida, ¿hay algo que te obsesione o entusiasme tanto como el cine? ¿Podría la música considerarse una obsesión de ese calibre?”.

La conversación sale al tema considerando que el director ha hecho documentales sobre los Rolling Stones (Shine a Light, 2008) y Bob Dylan (Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese, 2019). “Me atrajo el cine. Fui llamado a él. La música es una obsesión y siempre lo ha sido. También leer historia. Así es mi espíritu. Pero esas son obsesiones diferentes”.

Martin Scorsese y Robert De Niro
Juntos otra vez

Todo por el cine

Martin Scorsese tiene 77 años y más de 60 películas. Antes de este último contacto con él en 2019, me causaba mucha curiosidad saber qué temas eran los que le interesan con esa trayectoria tan extensa, y apenas tuve oportunidad, se lo pregunté: “Hay ciertos temas a los que sigo volviendo”, me respondió. “Quizás ‘obsesiones’ es una mejor palabra. No creo que sea único en ese sentido. Cualquiera que haga películas o escriba o monte coreografías o haga cualquier forma de arte, se encontrará volviendo a las mismas cuestiones que le obsesionan, se dé cuenta o no”.

Durante la promoción de The Irishman, que estrenó en cines y Netflix el año pasado, Martin aseguró a algunos medios que uno de los temas que más le importaba era la humanidad de los personajes. Eso fue algo que también compartió conmigo: “Tal vez haya perdido la necesidad de trabajar en el tipo de registro que exploré con Goodfellas, Casino y The Wolf of Wall Street. Sentí que eso llegó a una especie de punto final con The Wolf of Wall Street, con Silence y con The Irishman, profundizamos en las emociones íntimas entre los personajes y las emociones de los personajes al estar consigo mismos”.

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También tocamos el tema de su ciudad natal, en la que convivimos en el último Festival Internacional de Cine de Nueva York. Le pregunté si esta lo sigue inspirando: “La Nueva York donde crecí y comencé a hacer películas, ahora es una ciudad muy diferente en todas las formas posibles. La pregunta es: ¿hay historias que me interesen que vivan en la Nueva York de hoy? Puede ser. Aún no he encontrado ninguna, pero tal vez lo haga”.

Mientras escribo, me viene a la mente esa vez en la que presentamos The Irishman en septiembre, justo en ese festival. Martin me citó en un edificio donde suele tener reuniones. Estaba muy contento; de hecho, jamás lo había visto tan alegre. Estaba realizado y satisfecho, me preguntó cómo había visto el último corte de The Irishman junto con su inseparable editora, Thelma Schoonmaker.

Martin Scorsese
El director neoyorquino presentará 'Enamorada' en Cannes

Siempre con el cine por delante, salió el polémico asunto sobre si Netflix merecía estar en los Óscar o no… y él se reía. Me di cuenta de que Martin está consciente de que lo que él diga hará eco en todo el mundo y concluí que es de las últimas voces verdaderamente fuertes que siempre defenderán el cine convencional, a la antigua, como aportación artística a la humanidad. Abogará por el cine ético, de personajes con grandes historias. Así se lo dije. Se carcajeó y me respondió: “Sí, ya estoy preparado y hay que seguir impulsando y defendiendo el buen cine”.

Al final, estuvimos de acuerdo en disfrutar y celebrar el camino de The Irishman: “Enjoy this journey”, me dijo con una sonrisa. Tal vez, la mejor forma de definir el sentimiento de Scorsese es con una frase que me dijo para esta entrevista: “El cine es mi camino: así es como exploro y trabajo en mis obsesiones”.

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