
Aquella vez de 2014 hablamos de las grandes historias del cine clásico y me llamó la atención que Martin se enfocó mucho en México. Él había visto todas las películas de la época de oro y podía enumerar nombres y apellidos de actores, actrices, cineastas, directores de fotografía… Era impresionante su nivel de conocimiento y admiración por Emilio “El Indio” Fernández, Gabriel Figueroa y el filme Enamorada (1946), que los dos consideramos la mejor película mexicana.
Al final de esa charla, en agradecimiento por haber producido Silence, me dijo: “Te voy a ofrecer mi próximo filme para que también lo produzcas, aunque todavía no sé cuál será”. Apenas me había comentado que tenía un proyecto sobre la historia de Frank Sinatra, pero no me dijo con exactitud cuál sería. También mencionó The Irishman, cinta que al final hicimos con ayuda de Netflix. Me contó que era un proyecto de su amigo Robert De Niro, quien le estaba pidiendo que lo hicieran juntos. Le agradecí el gesto, pero, francamente, pensé que no sería verdad. Brindamos una vez más y nos despedimos, porque al otro día volvíamos a filmar.
En ese momento no podía imaginarme que en el futuro presentaría Silence en el Vaticano junto a Martin y ante el papa Francisco I, y que además reuniríamos las voluntades de Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci para hacer The Irishman, con la que seríamos nominados en 10 categorías en el Óscar. Solo pude agradecer las tantas conversaciones que tuve con Martin Scorsese, y que tendría a partir de entonces.