
Verónica Ruiz Lagier
Antropóloga social e investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Desde 2001 trabaja en la frontera sur de México con ciudadanos guatemaltecos que se refugiaron en Chiapas por la guerra de los ochentas.
La primera escena, en la que se muestra a toda Francia festejando por haber ganado el Mundial de Rusia, nos dice de qué va la película: es sobre cuando te permiten pertenecer a una nación y cuando no. Se ve una generación francesa multiétnica celebrando la victoria con la camiseta de la selección y queda claro que esta película es sobre reconocimiento y discriminación.
Los tres personajes principales son franceses pero muy diferentes. Stéphane Ruiz, quien se muda para poder estar más cerca de su hijo tras el divorcio, también es hijo de inmigrantes, lo intuyes por el apellido, y viene de una realidad menos violenta porque no vivía en París. Por eso él tiene otro sensibilidad.
Me llama la atención cómo utilizan las diferencias culturales de cada uno de los tres policías para poder controlar esos barrios marginales. El oficial francés musulmán, Gwaba, es una carta necesaria porque tiene acceso a esos espacios en donde el policía blanco francés, Chris, violento y de prácticas fascistas, no puede pisar por sí solo.
Es un retrato de la multiculturalidad, pero quiero aclarar que ésta no genera violencia en los barrios, el problema es cuando se combina con otra dimensión, que es estructural, y que tiene que ver con esta precarización en la que tienen a los migrantes y con la violencia que las mismas autoridades generan entre ellos.
La historia es universal. Esto pudo haber pasado en cualquier barrio bajo de una ciudad con altos índices de migración. El tema no es que haya mucha diversidad, el problema tiene que ver con el lugar en el que se coloca a toda esa inmigración: se vuelven guettos con cierta autonomía donde sobreviven como pueden haciendo sus propias reglas: por eso un pretexto tan pintoresco como que un niño se robe un cachorro león del circo de los gitanos ucranianos puede ser el catalizador por el que se enfrentan uno contra otros, porque los motivos para pelear son otros; este robo sólo es el pretexto para arreglar esas cuentas pendientes.

Esta película deja ver que hay un discurso oficial del “nosotros”, los franceses, y el “ellos”, los inmigrantes. Y se expone cómo la policía debe protegerse como grupo, aunque eso signifique la violación a los derechos humanos. Lo terrible de este retrato, que es un gran logro como película, es que expone a humanos huyendo de sus países por problemas de violencia para llegar a otro país en donde se va reproducir la misma violencia.
Lo más impactante de la película es que te muestra sólo un día en la vida de estos tres policías lidiando con los conflictos violentos de este barrio marginal de París. Todo lo que vemos ahí implica lo que pasa sólo en 24 horas en ese lugar y vemos las imágenes de miles de departamentos, que dejan en claro que esta historia puede repetirse en cada uno de esos hogares. El director habla de una cotidianidad violenta, de una forma de vida que él conoce muy bien porque él se crió ahí al ser hijo de inmigrantes.
Cuando terminó la película me preocupé porque pensé que si esta historia la ve gente que no conoce el contexto y tiene poca información sobre este país y las razones por las que llegan los inmigrantes, la lectura más fácil y errónea sería que piensen que la migración es terrible o que la diferencia es peligrosa; cuando en realidad son otras las razones, tiene que ver la estructura económica de los países que garantizan que se reproduzca la violencia y el racismo al aislarlos de esa manera y al no darle posibilidades.