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Una reflexión (más allá del morbo) sobre Brad Pitt y Jennifer Aniston

Las fotos del reencuentro de Brad Pitt y Jennifer Aniston simbolizan el capítulo final de un romance moderno sobreexpuesto, que resultó en una catarsis masiva.
lun 20 enero 2020 02:56 PM
Brad Pitt y Jennifer Aniston
Brad Pitt y Jennifer Aniston coincidieron de los SAG Awards y la imagen se volvió viral.

El gran hito de los SAG Awards fue que la película surcoreana Parasite hizo historia al convertirse en el primer elenco extranjero en ganar el máximo premio, Outstanding Performance by a Cast in a Motion Picture, que entrega el Sindicato de Actores de Estados Unidos. Sin embargo, no fue ésta la razón por la que la vigésimo sexta entrega de este reconocimiento se tornó en un fenómeno viral desde ayer por la noche. Fue por Brad Pitt y Jennifer Aniston.

Un par de fotos de ellos juntos lo eclipsaron todo. Las imágenes del reencuentro entre esta ex pareja fueron capturadas por las fotógrafas Vivien Killilea y Emma McIntyre en el backstage de The Shrine Auditorium, en donde se ofició la ceremonia. Mientras disparaban sus cámaras, sabiendo que ante ellas había un momento que era oro molido en términos mediáticos, en segundo plano de Brad Pitt y Jennifer Aniston figuraban personas que con las intensas expresiones de sus rostros —felicidad, ternura, emoción, empatía y demás emociones positivas— describían la carga emocional de este reencuentro que hizo que millones se volcaran a sus redes sociales para externar algo al respecto.

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brad pitt y jennifer aniston en los sag awards
Tres siete años de relación y cinco casados, Brad Pitt y Jennifer Aniston firmaron el divorcio en octubre de 2005.

Es difícil mentirle a la cámara. Los actores bien lo saben. Deben de sentir las emociones de sus personajes, recurrir a su banco vivencial para que sus interpretaciones sean veraces. La noche de los SAG Awards, los rostros de Brad Pitt y Jennifer Aniston, en el backstage, no reflejaron otra cosa que no fuera un júbilo mutuo por la felicidad del otro. Primera imagen: Aniston se acerca a él, con una sonrisa demasiado intensa, parece que lo va a abrazar, que la barbilla le tiembla, que contiene una lágrima; mientras Pitt le sonríe de vuelta, visiblemente emocionado, mirándola directo a los ojos, sostiene con su mano izquierda la muñeca derecha de la mujer con la que compartió ocho años de su vida. Segunda imagen: ella se despide y él la ve alejarse, pero Pitt aún sujeta la mano derecha de Aniston, mientras ella, apartándose, parece que le acaricia el saco; Jennifer ya no lo ve, no sabe que Pitt sonríe, tranquilo, mientras ella palpa la textura de la ropa de ese hombre que, tras el divorcio, se disculpó públicamente, en entrevistas, al reconocer que estaba emocionalmente indispuesto por las adicciones y su carrera.

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Es obvio que la razón por la que estas fotografías generaron un interés emocional masivo fue porque resultaron una pequeña grieta al mundo de dos personas mediáticamente herméticas que se amaron y después fueron representadas como rivales, potenciado todo por una narrativa alevosa que los tabloides ordeñaron hasta la última gota, lucrando así con uno de los divorcios más públicos del siglo pasado.

Marley and Me
Marley and Me fue un inesperado éxito de taquilla en 2005.

(Recuerdo el lanzamiento de la película Marley & Me en Los Ángeles, en 2005. Tras ver esta comedia romántica, protagonizada por Owen Wilson, Jennifer Aniston y un perro labrador, lo lógico y común en este tipo de eventos habría sido tener al menos acceso a una mesa redonda con Aniston, como con el resto del elenco y el director. Este blindaje, tres años después del divorcio, me parecía una exageración; varios periodistas que habían viajado de varias partes del mundo se quejaban que sólo tendrían acceso a Aniston mediante una conferencia de prensa. El grado de protección de sus publicistas parecía excesivo; sin embargo, tras varias preguntas personales que ella evadió elegantemente, la conferencia de prensa se terminó antes de tiempo cuando le preguntaron a la actriz: “¿Quién crees que es más fiel: un hombre o un perro?”).

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Pero si se mira más allá del morbo y el sensacionalismo, quizá el efecto tan potente de estas fotos del reencuentro entre Aniston y Pitt radica en que, de una forma sutil, simbolizan una victoria en distintos niveles: él acaba de ganar el premio de Actor de Reparto por Once upon a time in Hollywood y ella, el de Actriz de Drama por la serie The Morning Show. Además, están sobre una alfombra roja. Pitt viste un traje negro impecable. Aniston viste de blanco. Los dos están felices. Parece, por un segundo, como si fuera la escena de una boda, una escena sobre la posibilidad de las oportunidades. Estas fotos son, en el fondo, una confirmación de perdón que el público no había visto y esperaba, que aconteció durante una celebración profesional que se mezcló con lo íntimo, entre dos seres que suelen ser retratados como semidioses, por su fama y apariencia física.

Jennifer Aniston y Brad Pitt desde otro ángulo
Jennifer Aniston ganó el SAG Award a Mejor Actriz de Drama por The Morning show; Brad Pitt obtuvo el de Mejor Actor de Reparto por Once Upon a Time in Hollywood.

Resultó interesante ver los comentarios del público en redes sociales respecto al reencuentro. Pensando que sus opiniones tenían como blanco hacer un juicio de valor sobre la ex pareja dorada de Hollywood, en realidad proyectaban sus filosofías personales sobre la traición y el desamor: No es una crítica, al final, con texto, al sumar esta líneas, también hago lo mismo.

He aquí mi reflexión: quedó claro que tranquiliza saber que los que parecen no mortales también sangran. Al haber sido ésta una separación tan sobreexpuesta, con el elemento de la traición en el centro —en términos simbólicos, Angelina Jolie era la encarnación del deseo en ese romance moderno—, estas imágenes transmiten una esperanza emocional que resulta catártica, son la materialización gráfica del porqué los grandes romances funcionan en la literatura: la gente está ávida de historias con personajes que se equivocan, se transforman y (con suerte) se perdonan, para así poder ordenar el caos natural de sus propias vidas. Al ver estas fotos, si se ve más allá del morbo, hay un mensaje reconfortante: con el tiempo, eso que sangró se torna en cicatriz, y a veces ésta puede ser acariciada por aquellos que la propiciaron.

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