Vivimos en un constante bombardeo de información.- Jorge Drexler
Calibraba audífonos y asistía cirugías. La vida de Jorge Drexler como médico consistía en ayudar a la gente a oír. Ahora, como músico, busca la suspensión del sonido. "No encuentro nada más valioso que darte, nada más elegante, que este instante de silencio", dice su canción.
No es una contradicción. "Es que todos los fenómenos relacionados con la audición son algo que me interesa mucho", dice el uruguayo, y experimenta.
Su nueva gira, Silente, se trata de eso. El ganador del Oscar a Mejor Canción Original por "Al Otro Lado del Río" ha creado un ambiente de completo silencio en teatros de Argentina, España y Uruguay, y lo hará próximamente en las ciudades mexicanas de Mérida, Puebla, Guadalajara y la Ciudad de México. Pocas interacciones con el público, nada de luces ni ventiladores que interrumpan la quietud. Guitarra y voz.
Pero el silencio al que Jorge se refiere va mucho más allá de la ausencia de sonido. Se trata de una pausa, un respiro a la "data que se bebe de una catarata", al "ruido que satura la antena".
En entrevista desde Uruguay, Jorge Drexler habla de la hiperconexión y la saturación de información que de vez en cuando deberían ser silenciadas. También de las cosas que no pueden se acalladas, como la música durante una dictadura, y las que deben gritarse, como la Marea Verde y el movimiento juvenil por la ecología.
Resulta poético que la materia prima de Silente sea el silencio cuando tú, como médico, trabajabas para hacer escuchar a las personas...
Siempre he estado muy vinculado al sentido de la audición y me ha dado la impresión de que la calidad del silencio que tenemos a nuestro alrededor es como la calidad del agua. Cualquier persona que trabaja ya sea con música o con la inteligibilidad para hacerse entender necesita una buena calidad de silencio. Me he vuelto un sibarita del silencio; me gusta mucho escuchar el silencio de los teatros, un silencio real y de buena calidad, para lo cual, en esta gira, tuvimos que desconectar todos los focos móviles, por ejemplo, que tienen ventiladores. Tampoco utilizamos proyectores, que también tienen ventiladores. Tuvimos mucho cuidado con el uso de los micrófonos, con el repertorio y los componentes que hacen que la calidad del sonido sea buena y permita un trabajo de dinámicas de sonidos.
¿Por qué te es tan importante el silencio, que incluso tiene su propia canción en el álbum Salvadas de Hielo?
El silencio es como el blanco del lienzo con el que uno pinta. Tener una mala calidad de silencio es como tener un mal lienzo. Es un bien escaso en nuestro día a día, tanto en el nivel sonoro como en el informativo. Vivimos en un contexto en el que el bombardeo de información es constante. Todos los aparatos que nos rodean y nos mantienen hiperconectados están diseñados para que no exista el silencio. Hay publicidades en todos los lugares en los que nos movemos; cuando termina una película en alguna de las plataformas de streaming, en vez de que haya un silencio para disfrutar de lo que pasó ya están dando paso a la siguiente recomendación... La redes sociales son plataformas infinitas: el timeline de Instagram nunca se termina, siempre siguen apareciendo cosas en todas las direcciones; son estímulos permanentes. Y es muy bueno tener acceso a muchas cosas, no quiero quejarme de eso porque es muy importante el acceso a la información, pero también hay que saber que sin una pausa en el ingreso de la información a través de los sentidos, no hay manera de digerir lo que uno recibe. El silencio es muy importante para procesar la información. No sabemos aburrirnos más, no tenemos momentos de inactividad y aburrirse es importante en este mundo.
¿Cómo aterrizaste todo esto en los conciertos de la gira Silente?
Esto no quiere decir que el concierto vaya a ser aburrido, sino que es un concierto que tiene una necesidad de atención. El público debe saber que es un concierto que tiene un grado de eficiencia con la audiencia. No se les van a entregar las canciones más conocidas en el formato más conocido. Es un concierto unipersonal y trabajamos estrictamente con el volumen necesario. El público no es bombardeado con una serie de efectos lumínicos y sonoros, sino que se va mucho a la esencia de las canciones, dejando que sean los acordes lo que exponga a una canción.
Además de tocar las canciones casi como llegaron al mundo, también has regresado a las clases de piano... ¿Hay algo en tu vida que te esté haciendo volver al origen?
No lo había pensado así. Más que volver al origen, lo que me gusta mucho es cambiar, inventar e ir hacia adelante. No vuelvo al piano con una sensación de nostalgia, en realidad, tengo una necesidad de volver a él porque estudié piano de los 5 a los 10 años. Para empezar a tocar guitarra, tuve que dejarme las uñas de la mano derecha y ya no pude volver al piano que había tocado. Hoy estoy descubriendo mucha cosas de ese instrumento que me hubiera gustado saber a los 10. Si a esa edad hubiera tenido acceso a los tutoriales de Youtube, que hay hoy en día, creo que no lo hubiera dejado. Pero debes pensar que yo crecí en un mundo muy aislado musicalmente: el Uruguay de los 70, en dictadura, era un país abandonado de la cultura y la música. Los músicos huyeron en masa y era muy difícil encontrar un profesor de piano que te pudiera enseñar una canción de The Beatles. Yo no tenía ningún amigo que hiciera música; la música era una experiencia muy solitaria para mí. Y ahora, con 30 años rodeado de músicos, vuelvo al piano con otro bagaje muy distinto.
Regresando al tema del silencio, ¿qué silencios son los que no debería permitirse en los tiempos que estamos viviendo?
Mi sensación desde afuera es de mucho orgullo por muchas cosas que se viven en este momento en el mundo. Aunque hay muchas cosas para cambiar, en muchos ámbitos sociales se ha avanzado mucho. Hay que pensar en cómo vivían nuestras abuelas, nuestras madres, compañeras e hijas para darnos cuenta de que la gran ganancia para el mundo y la sociedad es el ingreso masivo de la mujer a todos los ámbitos a los que antes no tenía acceso. Y si tuviera que resaltar otra cosa en la que tampoco me gustaría que hubiera silencio es la lucha que están llevando a cabo los adolescentes por la ecología. Eso es realmente novedoso y me parece el estruendo más necesario de ahora. Ya se acabó, ya no podemos no mirar el problema como si no fuéramos nosotros: está aquí, con nosotros y nos corresponde hacer algo. Todos podemos hacer algo y esto no es algo que se soluciones entre pocos. Ni siquiera es algo que se pueda solucionar a nivel político entre países porque excede la autonomía y soberanía de estos. Es un problema del planeta.