Una locación llamada México
Por sus paisajes y diversidad cultural, nuestro país ha sido uno de los lienzos de Hollywood. En 2017, en las páginas de Life and Style se llenaron con los testimonios y viñetas íntimas que cinco insiders compartieron sobre algunas producciones extranjeras filmadas aquí. Hoy las recordamos para celebrar la segunda edición del Día Nacional de Cine Mexicano .
Costa Careyes, Katana, Raicilla y Rap
Por Marco Polo Constandse
¿Qué hacían Uma Thurman, Ethan Hawke, Julia Louis-Dreyfus, RZA, Quentin Tarantino, David Carradine y, peor aún, qué hacía yo en esa fiesta de katanas, raicilla y rap? La respuesta es bastante sencilla, pero no menos espectacular: Quentin Tarantino había decidido filmar parte de Kill Bill en Careyes, Jalisco.
Por suerte para mí, fue en esta seductora costa donde el ídolo de mis días como estudiante de cine en UCLA había decidido terminar el rodaje de su épica Kill Bill Vol. 1. En esa época, 2002, yo hacía mis pininos como joven cineasta trabajando de asistente de dirección en películas estadounidenses filmadas en México. No hubiera habido otra forma de colarse a esta aventura...
Para Quentin, todas sus películas son un statement y lo que filmamos en Careyes no necesariamente tenía que haberse rodado ahí. Eran secuencias pequeñas, pero él tenía esta idea de que la película era épica y tenía mucho sentido terminarla aquí: creía que el ADN del lugar debía estar en sus películas.
Uno de esos tantos días en el set, amanecí alrededor del mediodía y me levantó el inigualable ruido del mar, acompañado de una brisa de finales de enero. La fiesta de la noche anterior había sido única. La cruda pudo haber sido mucho peor, pero la brisa, y, en especial, la vista de mi recámara del entonces hotel Careyes, lanzaron su hechizo.
Los recuerdos eran muchos y había que acomodarlos. Me vino la imagen de estar brindando con raicilla con RZA, de The Wu Tang Clan, el famoso grupo de hip hop. También recordaba haber bailado con la actriz Daryl Hannah.
Pero, ¿por qué estaba bebiendo raicilla? ¡Claro! El anfitrión de la fiesta, Quentin, me había dado a probar esta mágica bebida no sin antes advertirme: “This ain’t no tequila, ¡así que con cuidado!”. Así de festivos eran los rodajes. El sonido directo lo estaba haciendo Mark Ulano, quien había ganado el Óscar por Titanic y ponía música mientras nos preparábamos. Un día en el set sonaba una canción del disco de Pulp Fiction y Quentin empezó a gritar: “¡Felicidades, sabían que yo venía y por eso la pusieron!”.
Había un ambiente muy relajado y hacíamos rifas todos los días. ¡Se rifaban lana y botellas! Haber hecho esta película me reenamoró completamente del cine, del porqué de la importancia de contar historias. Fue por él, por Quentin Tarantino, nada más, por esta persona que ama las películas.
Durango, el inicio del Lejano Oeste
Por Alfonso Serrano Maturino
De no haber nacido en Durango, también conocido como “La tierra del cine”, quizá hubiera sido médico, arquitecto o tal vez cura, pero como casi nazco al mismo tiempo que Pluma Blanca, la primera película comercial filmada en mi tierra —de cerca de 150 que se han rodado ahí—, terminé siendo director de cine.
Tenía cinco años y mi papá me llevó a ver desde lejos cómo se filmaba esa cinta de Robert D. Webb; estábamos en un día de campo y yo veía correr a los indios y la cámara atrás. Por sus paisajes, en Durango han estado todos los grandes directores del western, incluso del western mexicano, como Alberto Mariscal.
Tiene un cielo especialmente azul por el que, sobre todo en aquellos tiempos en los que en el cine no se hacía corrección de color, los cineastas extranjeros venían a filmar aquí. También descubrieron que la ciudad capital era muy atractiva por todas las edificaciones de cantera. Me atraían los escenarios que se construían para cada cinta, la cercanía con actores como Kirk Douglas, Dean Martin y, por supuesto, John Wayne, entre otros que filmaron aquí.
Como mis compañeros de secundaria y prepa, también fui extra en varias películas y un día Anthony Quinn, que se encontraba filmando Los cañones de San Sebastián (1968), me invitó a jugar golf. Fue casual, estaba cerca de él y de pronto me invitó, quizá porque no tenía con quién compartir el día de descanso. Yo no sabía jugar, pero acepté.
En otra ocasión, Sam Peckinpah me dijo cómo entrar a cuadro, con todo y que yo sólo era un extra en la película Major Dundee, con Charlton Heston. Conviviendo con estos actores y directores, no me quedó otra que decidirme por la cinematografía.
Puedo decir que mis primeros maestros fueron Burt Kennedy, Henry Fonda, entre otros… ¡Y que me dirigió Sam Peckinpah, ah, y que jugué golf con Anthony Quinn, claro!
Oaxaca, el ring internacional
Por Héctor Jiménez
Estar ahí arriba, en un ring de lucha libre, recibiendo golpes, llaves y patadas, curiosamente, se convertiría en una de las experiencias más placenteras que me ha brindado esta carrera. Era la filmación de Nacho Libre, con Jared Hess dirigiendo después de su cinta de culto, Napoleon Dynamite, y no podía desaprovechar la gran oportunidad de participar.
Escribo estas líneas y me viene a la mente mi primer día de llamado con Jack Black, quien, además de ser productor de la cinta, rápidamente construyó conmigo una gran mancuerna de comedia llena de mucha generosidad.
Fue uno de esos rodajes en los que nunca escuché un grito y me encontré con un director que, pese a ser muy joven, tenía totalmente claro lo que quería. Durante varias semanas tuve la oportunidad de conocer muchos lugares cercanos a Oaxaca y quedé muy contento con el hecho de que un extranjero retratara tan bien nuestra identidad, folclor y mexicanidad.
Con Ana de la Reguera como interés romántico de Jack, la gente del pueblo como extras y el maravilloso crew, que en su mayoría fue mexicano, éste se convirtió en uno de los rodajes más divertidos en los que he trabajado. Las locaciones oaxaqueñas, de por sí hermosas, acabaron luciendo mucho mejor bajo la lente y los colores de Xavier Pérez Grobet.
Hay recovecos de la ciudad que sólo en una producción así se conocen. ¡Imaginen el honor de poder usar la imponente Monte Albán como locación! Recuerdo con mucho cariño esa vez en que llegué al Callejón de las Piletas para filmar lo que sería la presentación de mi personaje, Esqueleto, y salté, de improviso, sobre las espaldas de ¡Nachooo!
Un héroe en San Luis Potosí
Por Beto Reyes
Hace unos años, San Luis Potosí fue escenario de una de las mejores experiencias de mi vida: filmar una película hollywoodense en mi país. Después de varios castings que me llevaron a Miami, Puerto Rico y México, fui seleccionado para participar en La leyenda del Zorro, bajo las órdenes del apasionado director neozelandés Martin Campbell.
Mi personaje, un joven beato conocido como el Hermano Ignacio, haría sonar la campana para que nuestro héroe, El Zorro, viniera a rescatar al pueblo de sus enemigos.
Recuerdo la primera lectura con los ejecutivos de Sony Pictures, rodeado de grandes actores mexicanos, entre quienes se encontraban Gustavo Sánchez Parra, Raúl Méndez y los fallecidos Pedro Armendáriz y Carlos Cobos. Antes de iniciar, alguien me tocó el hombro para preguntarme si estaba ocupada la silla al lado mío.
Al voltear, me encontré con la sorpresa de que era el mismísimo Zorro: Antonio Banderas. ¡Ahí mismo se me cayeron los calzones! Él simplemente me dio la mano para saludarme, previo a ofrecerme un cigarro sin filtro. Fue increíble descubrir cómo la antigua Hacienda de Gogorrón, ubicada en Villa de Reyes (a una hora de la capital del estado), fue transformada en un gigantesco set ambientado en el siglo XIX.
Con kilómetros de plantas de plástico traídas de Nueva Zelanda y enormes lagos artificiales, aquí se filmaría una persecución donde el precioso corcel, Tornado, correría a todo galope. Incluso había cerca una granja entera para poder abastecer a los animales que aparecerían en la secuencia. Me alegra ver que este país sigue recibiendo películas internacionales de gran calidad y presupuesto, como lo fue esta cinta. Me encanta pensar que el cine puede ser una ventana única de México hacia el mundo.
La Cara Chilena de la Ciudad de México
Por Miguel Cane
En la primavera de 1981, cuando Costa-Gavras rodó Missing en la Ciudad de México, ésta era otra. Se trataba de un lugar que prácticamente ya sólo existe capturado en esa película o en la memoria de quienes vivimos en ella. En esta ficción, estábamos en el Santiago de Chile de Augusto Pinochet.
Eran tiempos que no volverán, escenas que sólo existen en una película, una ciudad que vive en el recuerdo, porque la modernización, los sismos y Mancera le han pasado por encima, pero siempre será la ciudad de mi infancia, y la infancia en la que fui parte de Missing. En ese entonces, yo tenía siete años.
Hijo de una publicista y un ejecutivo de televisión, el mundo de los medios no me era ajeno: había participado en comerciales y teleteatros, y la invitación a ser extra en esa película fue una noticia alegre en casa: por un lado, no iría a clases unos días, eso siempre alegra a un niño, y, por otro, me gustaba el cine.
No sabía quién era Costa-Gavras. No había visto entonces Z. Sabía quién era Sissy Spacek porque había visto carteles de Carrie cuando se exhibió en cine, pero nunca la había visto actuar. Por fotografías sabía quién era Jack Lemmon, protagonista de la cinta, pero no lo vi actuar hasta mucho después, cuando por fin disfruté de El Apartamento.
En realidad sólo estuve cerca de Miss Spacek, ya que los niños extras éramos los que la hacíamos de sus alumnos; recuerdo muy bien su sonrisa tierna y lo imponente de las cámaras que nos rodeaban; lo largo de las horas de rodaje, la locación en la colonia Condesa y cómo después tuvimos un llamado para ser cuerpos cubiertos por mantas en el Estadio Azul. Pero, sobre todo, recuerdo la mano de Costa-Gavras acomodándonos en las posiciones deseadas, y su voz como la de un Dios desde lo alto, en un megáfono.
Cabo San Lucas, una épica griega
Por Miguel Lima
Filmar Troya en las playas de Cabo San Lucas se convirtió en una odisea griega ¡Fue realmente épico! ¡Yo nunca había visto algo así de grande! La película se dividió en tres locaciones, incluidas las de Malta e Inglaterra, pero lo más importante fue que lo que sucedió frente a la muralla de Troya, la batalla, se filmó en Baja California Sur.
De principio a fin, la labor fue titánica. Para construir una explanada como la que levantamos en 2003, había que hacer un trabajo muy amplio de limpieza. El problema del lugar era que había vegetación en enormes cantidades y, para trabajar, tuvimos que quitarla.
La producción, en la que participé como asistente de dirección de Wolfgang Petersen, se comprometió con el gobierno para reforestar. Al hacer el exterior de la muralla se limpiaron casi 10 kilómetros cuadrados, y el muro, que fue construido con piezas de metal y andamios, debía medir casi 100 metros de largo por 25 m de altura. Hicimos algo que yo nunca había visto: levantar una enorme explanada de pasto frente a la muralla, para lo que todos los días entraban 40 pipas de agua.
Mi tarea fue encontrar 1,000 extras que tuvieran el tipo griego y luego adiestrarlos. En las cercanías conseguimos 700 personas y otras 300 llegaron de Bulgaria. Expertos les enseñaban a pelear con lanzas, espadas y a tirar con arco, mientras nosotros seguíamos construyendo hasta el templo de Apolo.
Pero imagínate hospedar a 300 extras búlgaros, más otras 300 personas que llegarían como parte del equipo de filmación… logramos un convenio con una unidad multifamiliar que estaban por inaugurar: ¡nos rentaron 100 departamentos! Y todo eso sin pensar que en la playa se construyeron cinco barcos y que, antes de filmar la última escena, la batalla entre Héctor (Eric Bana) y Aquiles (Brad Pitt), tal como le sucedió a su personaje y campeón de la mitología, Pitt también se lastimó un pie.