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La fascinante historia del mexicano que vistió a Elvis Presley y Frank Sinatra

Fuimos a Nashville, Tenesse, para que Manuel Cuevas nos dijera cómo definió la estética pop de las últimas cinco décadas.
jue 25 julio 2019 08:52 AM
Manuel Cuevas
El diseñador mexicano tiene su tienda, Manuel American Desings, en Nashville, Estados Unidos.

Escuchar a Manuel Cuevas es como un cuento que suena más a fantasía que a realidad. Incluso, piensa que su extraordinaria historia de éxito se debe a una combinación de dulces coincidencias —sweet serendipity, como dice en inglés cuando le falla el español— pero, sobre todo, a su inquebrantable fe en sí mismo.

A sus 84 años, el diseñador mexicano empuña todos los días las tijeras, mide las telas y las marca con gis blanco. Sus manos en acción son como contemplar un instrumento histórico que funciona a la perfección, una reliquia de museo, pues con ella vistió a Elvis Presley, Marlon Brando, Frank Sinatra, James Dean, Johnny Cash, The Beatles, The Rolling Stones, Madonna, Pablo Picasso, Salvador Dalí... la lista podría seguir entre artistas, políticos y realeza. Este diseñador mexicano definió la iconografía pop de Hollywood —es el responsable de los jumpsuits de Elvis Presley y de convertir a Johnny Cash en “The Men in Black”—, pero Manuel resulta un personaje con brillo propio, pues posee una mística al nivel de las personalidades que ha vestido por poco más de medio siglo.

Manuel American Desings
Su tienda está ubicada en el downtown de Nashville.
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Bastan uno minutos frente a él para corroborar que, en efecto, posee una tremenda seguridad en sí mismo que, sin embargo, está elegantemente contenida. Por eso él resulta inspirador en vez de soberbio. “Yo he vestido a estrellas del cine y de la música, pintores icónicos, presidentes, reyes y princesas”, dice en español, con su voz recia, desde su tienda y taller en Nashville, Tennesse, Manuel American Desing. “Pero quiero que sepas que yo no soy el sastre de nadie, yo soy un sastre in-ter-na-cio-nal y de la gente, porque también vestí prostitutas, mendigos y payasos”.

Su estilo es único porque él se confecciona su ropa desde los siete años, cuando aprendió a coser. “La inspiración vino de hacer prendas exclusivas para mí. Me gustó esa sensación de ser único, de traer puesto algo que nadie más podría vestir. Es un sentimiento poderoso”. Desde entonces, también empezó a lucir una mascada al cuello, su sello distintivo al día de hoy.

Su prenda distintiva
Desde su adolescencia, Manuel usa mascadas.

De hecho, en la entrevista, luce una tricolor “porque es septiembre”, saco verde y una camisa blanca que parece genérica pero tiene una hojita bordada con hilo perlado a la altura del cuarto botón. “Es que la belleza de ser único está en los detalles”. Su estilo no es una fachada, por el contrario, es la materialización de su mundo interior. Su definición de estilo es ser irrepetible. Y esto, resulta adictivo. “La moda es lo que cuelga en las tiendas, pero lo que está en tu clóset es tu estilo. Eso es lo particular y lo realmente adictivo. Por eso entiendo a los ‘riquillos’: cuando alguien se prueba un traje hecho a medida es veneno puro, parece que les vendo cocaína”, dice sonriendo.

‘Se busca pantalonero’

Desde su infancia, Manuel se ha sentido único. Descubrió que su inteligencia estaba por encima de la de sus compañeros y tuvo que pagar el precio. “Me sentía el niño más grande del mundo, pero lo tuve que esconder para que no me marginaran: ‘Éste se cree que lo sabe todo’, me decían”. Por sus buenas calificaciones, lo adelantaron varias veces de ciclo escolar y afirma que terminó sus estudios básicos cinco años antes.

Nació en Coalcomán, Michoacán, el 23 de abril de 1933, en una familia dedicada a curtir pieles. De su padre, José, heredó la astucia para los negocios. “Él pudo haberle vendido condones al Papa”, asegura; Esperanza, su madre, le transmitió la sensibilidad artística, lo convirtió en un “vicioso de la literatura” que ha devorado desde los clásicos griegos hasta el Corán, pero también en bilingüe porque, desde pequeño, contrató a una maestra para enseñarle inglés, idioma que pulió durante sus viajes en familia a Estados Unidos.

Manuel Cuevas 2
Entre sus clientes actuales figuran Jack White, Brandon Flowers y Lady Gaga.

Descubrió su vocación cuando uno de sus 12 hermanos zurcía un pantalón. “Me senté en la máquina de coser y, desde entonces, no me he parado”. La sastrería se tornó en su modo de expresión artística y, de paso, en buena fuente de ingresos: a los 12 años, cuando vivía en Colima, vendió 77 vestidos de quinceañera en un año y el siguiente, 110.

Su sueño jamás fue migrar a Estados Unidos. “¿Para qué? Si desde niño iba, cuando quería a ver a los Yankees”. Pero, en sus veintes, un cónsul estadounidense cliente suyo le dijo que debía sacar la Green Card para trabajar allá. Su historia de migrante, incluso, evade el lugar común: Manuel cruzó la frontera, a mediados de los 50, en un convertible blanco del año. En su tercer día en Los Ángeles, se encontró un letrero que decía: “Se busca pantalonero”.

El dueño de la sastrería, William Arenas, chicano, no dudó en contratarlo al descubrir que había hecho el propio traje que portaba. Meses después, Arenas lo presentó con el dueño de las Broadway Stores; pese a su corta edad, este último lo hizo diseñador en jefe de todas sus tiendas. Manuel, en su primer intento, metió la hebra en la aguja: con menos de 25 años, tenía a cargo a más de 300 trabajadores.

Manuel Cuevas 3
Una de sus prendas pueden llegar a costar hasta 2,500 dólares.

‘We like this boys’

Sy Devore era conocido como “el diseñador de las estrellas”. Entre sus clientes estaba el famoso Rat Pack, encabezado por Frank Sinatra. “En mi vida había escuchado hablar de estos cabrones, a mí me gustaba el swing”, cuenta Manuel. El talento del michoacano lo llevó a trabajar con Sy y pronto se convirtió en el sastre personal de estos famosos. “La primera vez que le hice un traje a Sinatra me dio un palmada en la espalda y dijo: ‘Sy, we like this boy’”, y también le dio una propina de 1,000 dólares y lo invitó a Las Vegas.

Sin embargo, Manuel se sintió frustrado porque “sólo hacía tacuches”. En esa época, tenía una novia modelo llamada Patty —prefiere no revelar su apellido—, quien lo marcó de manera profunda porque le decía que no fuera idiota, que tenía que seguir sus sueños. Así, luego de dos años con Devore, renunció. “El pobre Sy lloró”, recuerda Manuel. “Hasta me ofreció 10,000 dólares para que me quedara, pero el dinero nunca ha sido mi motivación”.

Patty también influyó en Manuel como diseñador. Lo llevó al Rose Parade de Pasadena, un evento que definiría su característico estilo de atuendos con influencias western, de coloridos bordados, que hoy lucen estrellas como Jack White y Brandon Flowers, vocalista de The Killers. “Cuando vi la grandeza del desfile, la gente con disfraces llenos de pedrería y bordados finos, los carros alegóricos y las rosas, quedé maravillado. Esa muchacha cambió mi vida porque le pregunté quién hacía esas piezas y me dijo: ‘Te la presento’”. Lo introdujo con la maestra de bordado Viola Grae y Manuel le trabajó gratis sólo para aprender su técnica.

Manuel Cuevas 4
Manuel trabajó haciendo el vestuarios de casi una centena de películas en Hollywood. Fabricó los jeans que usó James Dean en la cinta 'Giant', el responsable de popularizar esta prenda.

Por Grae conoció a Edith Head, una de las leyendas del diseño de Hollywood, ganadora de ocho premios Oscar. Manuel se abrió camino en el mundo del cine y la televisión: trabajó en 92 películas, vistiendo a John Wayne y a Clint Eastwood, además de muchas series, destacando Bonanza y El Llanero Solitario. En su primer trabajo en cine fue cómplice en la popularización de los jeans porque Edith se encargó del vestuario de Giant (1956), protagonizada por James Dean.

Nadie usaba jeans, sólo los obreros que sacaban carbón. Se me hacía tan extraño que Edith quisiera vestir a James Dean con eso, pero, desde entonces, todo el mundo empezó a usarlos. Fue idea de ella, pero los pantalones los hice yo”. Sin embargo, el ascenso de su carrera tuvo un costo personal. “Patty me dejó. Ella quería casarse, pero yo me prometí que no lo haría antes de los 35 años. Mi trabajo no me permitía tener mascotas ni plantas, mucho menos, una esposa. A esa edad la lealtad a ti mismo es lo más importante”. Patty le avisó que se marchaba con una carta y Manuel nunca más volvió a saber de ella.

Cortes y puntadas

Manuel se consolidó cuando fue diseñador en jefe de Nudie Cohn, otro famoso stylist de las estrellas. Llevó a otro nivel los famosos “Nudie suits”, trajes coloridos con bordados muy elaborados. En los 14 años que colaboró con Cohn vistió a The Beatles —hizo los atuendos para la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, aunque admite que el concepto no fue suyo—, a Elvis Presley —con su famoso jumpsuit blanco— y, por supuesto, al legendario músico country Johnny Cash. “Decidí que su look sería todo de negro porque me parecía el príncipe de la oscuridad, un Drácula amable”. Además, entablaron una amistad que duró hasta la muerte del cantante country.

Fue una época boyante para Manuel. Su casa en Los Ángeles se convertía, a veces, en una constelación de estrellas pop que inundaron de anécdotas su memoria. Hubo, por ejemplo, un encuentro entre dos leyendas de la música que recuerda con especial cariño. “John Lennon era mi amigo, pero ese cabrón era como una granada: no cabía nadie más que él en la habitación. Una vez lo acompañé a su coche, atravesamos el patio y ahí estaba el maestro Jimmi Hendrix en el jacuzzi de mi casa, haciendo llorar la guitarra. Le dije a John que hablara con él: ‘Dices que tú eres maestro y no hablas con la gente. Ve y habla con él, aunque sean 10 minutos’. Sólo hablaron un instante”.

Manuel Cuevas 5
Manuel Cuevas también realizó prendas para el pintor Salvador Dalí.

La mancuerna con Cohn se terminó cuando Manuel se divorció de su hija Bárbara. “No duró el matrimonio y tuve que separarme de Nudie. Me fui tranquilo, sabiendo que llevé clientes que él nunca había visto en su vida”. Sus anécdotas con celebridades son innumerables, pero la fama nunca le impresionó ni le interesó. De hecho, en el libro de memorias que escribe pocos famosos son importantes.

Inspiración onírica

El proceso creativo de Manuel es parte de su mística porque él tiene que soñar, literalmente, para diseñar. “Siempre fue así, los diseños me llegan en mis sueños porque ahí la gente viste como a mí me gusta”. Incluso, alguna vez, Salvador Dalí se quedó sorprendido. “Le hice un traje que tenía una flor bordada y me dijo que nunca había visto una así. Me preguntó de dónde había sacado esa flor: ‘Le dije que de aquí’”, explica, mientras señala hacia su cabeza. “Luego, él me dibujó una flor que aún conservo”.

Al independizarse, Manuel dio rienda suelta a su creatividad y sus diseños cobraron popularidad entre los artistas de música country. Por eso, en 1989, un poco cansado de Los Ángeles, se mudó a Nashville y abrió su tienda, ahora ubicada en el downtown. Ésta parece una cápsula del tiempo de la cultura pop. Entre sacos y camisas con etiquetas de hasta 2,500 dólares, también llama la atención la memorabilia —guitarras y fotos autografiadas— en las paredes.

En el interior de Manuel American Designs
Lady Gaga fue hasta su tienda para que Manuel le hiciera atuendos a la medida.

Manuel, que asegura nunca haber sentido un dolor de cabeza en su vida, tampoco ha envejecido en términos de relevancia. “A Lady Gaga le dije: ‘Si no quieres venir, no hay bronca, te mereces esa posición; pero yo soy Manuel Cuevas y no merezco salir de mi tienda para medirte’”. Finalmente, la cantante fue hasta Manuel American Designs para que le hicieran atuendos a la medida, así como hace poco tiempo pasó a visitarlo Keith Richards, bajista de The Rolling Stones. “Cuando vio su foto en la pared, le dije: “Sigues igual de feo, cabrón’. Me respondió con una señal”, dice Manuel, mostrando el dedo medio.

Tras muchos años de crear, más que ropa, conceptos estéticos para artistas, es inevitable su ojo crítico hacia muchos iconos pop de la actualidad. “Antes, las disqueras dependían mucho de ti para crear un look a sus artistas. Era una gran responsabilidad porque en estos niveles la ropa es mucho más que eso. Pero ahora, los artistas parecen mecánicos... cabrones. ¿Pero quiénes los están viendo? Tipos con shorts y chanclas bebiendo cerveza. Ya no van a escuchar música, van por un show. La música era un culto y te vestías a la altura”, dice con la nostalgia de quien vivió tiempos mejores.

La sonrisa de Manuel
Actualmente, Manuel escribe un libro sobre sus memorias.

Manuel se recupera de un problema de rodillas que coincidió con la muerte de su esposa María, en 2017. Su sueño es crear un instituto para compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones. “Quiero dejar un legado y ser recordado por lo que la gente aprendió de mí, un sitio en el que se enseñe diseño e integridad, los ejes de mi vida”. Lo que también tiene claro es que seguirá trabajando hasta el final. “Mi sueño es morir con la tijera en la mano. Sería un final muy bonito”.

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