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El día que Angelina Jolie pensó que un periodista mexicano era un psicópata

Te contamos cómo es platicar con esta estrella de Hollywood en una suite de lujo y hacer el ridículo por ser honestos.
mié 05 septiembre 2018 01:34 PM
Angelina Jolie
La crónica de este encuentro con Angelina Jolie ocurrió en 2008, cuando promocionaba Changeling.

Hace una década entrevisté en Los Ángeles a Angelina Jolie . Aunque en ese breve encuentro conseguí las respuestas que necesitaba para el texto que tenía que escribir sobre Changeling (2008), la película que promocionaba, jamás imaginé que ella acariciaría por un instante mi mano.

Sentado afuera de una suite del hotel Four Seasons de Beverly Hills , con sólo 23 años y varios kilos menos, estaba un tanto nervioso (aunque no era la primera vez que entrevistaba a un famoso), pero me sentía más que listo sosteniendo mi Moleskine con preguntas en mi mano derecha, mi pluma y grabadora digital en la otra.

Cuando la publicista del estudio de cine abrió la puerta y me invitó a pasar a la suite donde la actriz recibía a la prensa internacional, vi a Angelina aceptando una caja de chocolates de la periodista rusa que la acababa de entrevistar en este press junket, nombre que le dan al evento del lanzamiento de una película, que consiste en ver el filme un día antes y entrevistar al elenco el día siguiente.

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La actriz le agradeció y, tras decirle que sus hijos iban a apreciar mucho el regalo, se despidió de ésta. Era mí turno. Cuando la publicista me presentó y dijo mi país de origen, Angelina se acercó, extendió su mano —frágil, hecha más de huesos que de carne— y dijo, aunque no hacía falta: “Hola, soy Angelina”. Pensé que ese simple gesto, decir su nombre pese a que era en ese momento la actriz más famosa del mundo, la humanizaba.

Angelina Jolie, hija del actor Jon Voight
Ganó un Oscar a Mejor Actriz por Inocencia Interrumpida (2000)

Debo confesar que en este punto su belleza me desarmó: me puse en realidad nervioso. La publicista me explicó que teníamos veinte minutos y que regresaría cuando sólo me quedara tiempo para una pregunta más. Angelina me dijo que me sentara en la sala. Obedecí y la vi caminar hacia el pequeño bar de la suite. Volteó y me ofreció algo de tomar. Le dije que no, gracias. Un error que mis amigos jamás me perdonarán: “Qué güey eres, te perdiste la oportunidad de que Angelina Jolie te sirviera una Coca con hielos”, me dijo un colega del periódico donde trabajaba en aquél entonces.

Angelina se acercó a la mesa, sosteniendo una botella de agua Fiji, y se sentó en el sillón que estaba a un lado de mí. Sonrió como diciendo estoy lista, hit me with your best shot. Encendí la grabadora, pero al colocarla justo sobre la esquina de la mesa —imagina esto en cámara lenta— mi mano derecha me temblaba de manera evidente. Angelina vio fijamente mi movimiento involuntario, repetitivo, y ahora pienso que lo que hizo a continuación fue un gesto tanto de ternura como de profesionalismo para calmarme: se dio cuenta que yo tenía una cicatriz, se acercó a mí, tomó mi mano y pasó su dedo índice por sobre el mío al momento que me dijo: “Ésta es una cicatriz interesante, ¿qué te pasó?”.

En la alfombra roja

Sonreí nerviosamente y me tomó un minuto explicarle la historia de cómo me corté el dedo. Le confesé que cuando era niño le pedí a mis padres un pastel que simulara una cancha de futbol . El día de mi cumpleaños estaba feliz de soplar la velas sobre un merengue color verde, pequeñas porterías en los extremos y jugadores miniatura de plástico encima simulando un partido emocionante. Al final de la fiesta, me quedé solo —en este punto me sorprendía el interés genuino que ella mostraba por la historia detrás de la cicatriz de un joven periodista mexicano—, tomé la navaja de afeitar de mi padre y, hasta la fecha no sé por qué, comencé a decapitar a los futbolista de plástico uno a uno… hasta que la navaja me abrió la parte superior del dedo índice y tuvimos que correr al hospital más cercano.

Cuando reparé, Angelina abrió los ojos, sorprendida, y yo sonreí, pero encogí los hombros, tímido... y después de un brevísimo silencio también sonrió. El hielo estaba roto. La charla sobre la película y su trayectoria como actriz fluyó. Al final le pedí que me autografiara un folder de la película, que aún conservo.

Con Clint Eastwood, director de Changeling (2008)
Changeling recibió tres nominaciones al Oscar, una de ellas como Mejor Actriz para Angelina Jolie.

Cada tanto, cuando reparo en la cicatriz, me acuerdo de Angelina y el pequeño ridículo que hice antes de la entrevista. Los menos de veinte minutos que charlamos sobre esta película del director Clint Eastwood fueron amenos y llenos de frases inteligentes y reflexivas de su parte. Al terminar, nos estrechamos la mano y caminé hacia mi habitación experimentando un rush de adrenalina.

Dos años después, esta viñeta de mi vida como periodista de entretenimiento tomó una perspectiva interesante que me dio una explicación lógica de porqué ella, a diferencia de tanta otras personas que ni se habían percatado, puso atención en mi cicatriz: encontré una entrevista suya que me hizo recordar esta anécdota pintoresca, que mis amigos en las fiestas me incitaban a contar, como motivo de orgullo: “Anda, cuéntales la historia de tu cicatriz de Angelina”. En el portal, ella confesaba que durante una época de su vida se cortaba a sí misma para dejar de sentirse atrapada.

Solía cortarme o saltar de aviones, tratando de encontrar un límite nuevo porque a veces todo me parecía demasiado fácil. Estaba en búsqueda de algo más profundo, de algo más. Lo intenté todo. Siempre me sentí enjaulada, como si estuviera dándole puñetazos a cosas que no estaban ahí. Siempre tenía una energía excesiva para la habitación en la que estaba. Atravesé un periodo en el que sentía que mis personajes se estaban divirtiendo más que yo. Esto puede explicar por qué terminé tatuándome o haciendo cierto tipo de cosas extremas”.

Claro, pensé, por eso siente curiosidad por las cicatrices ajenas.

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