El teatro y las letras le dicen adiós a Sam Shepard
No todos tienen la posibilidad de permanecer en la memoria de más de una generación del modo en que Sam Shepard lo hace. Sin lugar a duda, fue uno de los escritores más importantes de la época moderna literaria que logró una clara mutación entre la realidad –un tanto sombría– y el teatro, fiel representante de la humanidad.
También podríamos decir que, como parte del movimiento Off Broadway , pudo demostrar cuáles eran las verdaderas características que definían –y definen, es justo decirlo– a la sociedad estadounidense. La voz de Shepard llenó los teatros de simples problemas comunes para convertirlos en obras que reclaman ser parte de un sueño americano fallido.
Obras como Buried Child, con la que ganó un Pulitzer en 1979, Curse of the Starving Class y A life of the Mind, lograron cautivar a las audiencias al servir como reflejo de las mismas. También fue nominado a otros dos premios Pulitzer por True West y Fool for Love, mismas que fueron llevadas a los escenarios de Broadway. Incluso, incursionó en el mundo de los guiones cinematográficos con filmes de culto como Paris, Texas.
Y cuando las letras se transformaron en actos, Sam se convirtió en un actor nominado a un premio de la Academia por su rol de reparto en The Right Stuff. Como parte de sus últimas apariciones, el actor trabajó en la serie de Netflix, Bloodline.
El multifacético artista murió en su casa de Kentucky por complicaciones de la enfermedad de Lou Gehrig. Es así como las artes se despiden de un artista que logró cautivar, sin perder el sentido de su obra, a un público que necesitaba escuchar, ver y leer la verdad.