The Young Pope abre la puerta a The New Pope: el papa que no cree en Dios
Recargado en el barandal de una terraza de la Basílica de San Pedro, el Padre Don Tommaso escucha con atención al Papa Pius XIII. El nuevo pontífice, de origen estadounidense y el más joven en la historia del Vaticano (interpretado por Jude Law), luce algo irritado mientras le pide al sacerdote que sea su soplón oficial. Que le cuente lo que se habla entre pasillos. Lo que los otros curas se preguntan sobre él y lo que todos quieren conocer sobre su santa majestad.
Tommaso, interpretado por el italiano Marcello Romolo (A Children story, 2004), acepta y comienza a narrarle las dudas de los suyos. Le habla sobre el misterio que Pius XIII emana y como ello pone nervioso a la cúpula mayor del Vaticano. Le habla sobre su soberbia. Y, al final, le expresa una duda sobre qué es lo que en verdad le quiere dejar a la iglesia como legado. Pius XIII lo mira y le confiesa: “soy un hombre intransigente, muy irritable, bastante vengativo y de una memoria prodigiosa. Me gusta que la gente suponga lo que pienso y que resulte todo lo contrario a lo que en verdad tengo en mente. Ahora, quiero confesarme contigo, aquí enfrente de la casa de Dios”.
El padre Tommaso comienza el ritual de la confesión y se dispone a escuchar al Papa, pero bastan las primeras líneas de la voz de Pius XIII para que su rostro se transforme, apareciendo gotas de incertidumbre entre los lagrimales. “Escúchame bien Tommaso. Escucha lo que tengo que decirle a Dios: mi conciencia no me acusa porque Dios no cree que sea capaz de arrepentirme y por eso no creo en él. No creo que sea capaz de salvarme a mí mismo y no creo en él. Así es Tommaso, no creo en Dios…”.
Tommaso llora. “Padre qué dice usted”, le pregunta y Pius XIII lo mira y sonríe: “es una broma Tommaso, ¿cómo un Papa no va creer en Dios?”. La escena llega a su final. Apenas llevamos tres capítulos de la primer serie de televisión del nuevo ‘Fellini’, el director italiano Paolo Sorrentino (ganador del Oscar a película extranjera por La Gran Belleza, 2013) y el argumento central ha sido revelado: estamos ante un Papa que no cree más que en sí mismo. Un Papa que no tiene jefes y no le responde ni a Dios… un Papa entintado con las dudas de un ateo sin causa que va dejando su semilla, a lo largo de los diez capítulos de la serie, sentenciando los valores de la iglesia católica a través de sus propias creencias y de sus frases: “Aquellos que creen en Dios, no creen en nada…”, “¿Quién dice que un hombre no puede amar a Dios y a una mujer al mismo tiempo”, “Es difícil para un santo responder a todas las dudas de la humanidad. Nadie, ni Dios puede hacerlo”, “Al final, es más importante creer en uno mismo que en Dios”.
Elegido por una sociedad de sacerdotes que creían poder controlarlo más que a su mentor, el experimentado y anquilosado Cardenal Spencer (James Cromwell, nominado al oscar por Babe, en 1996), Pius XIII, de acta de nacimiento Lenny Belardo, toma las riendas del Vaticano con una sola intención: buscar las pruebas que satisfagan su incertidumbre sobre la existencia de Dios, ya sea en una seductora prostituta que le dice que el Señor está en sus ojos, mientras lo fotografía y seduce en un bar; o en la sabiduría de su madre adoptiva, la Hermana María (llevada a escena por Diane Keaton, la joven Kay Adams de El Padrino, de 1972), que lo empuja a creer en lo que le ha dado poder; o en la astucia del Cardenal Voiello (interpretado por Silvio Orlando, el impecable Bruno Bonomo de Il Caimano, de 2006) que, vestido con su uniforme del Nápoles SCC (incluyendo calcetas) le obliga a ver al señor en cada rincón.
Lenny, el hombre más contradictorio que se ha puesto los anillos del Vaticano, lo tiene muy claro: él es el único hombre que tendrá el poder en la Iglesia católica y nadie podrá juzgarlo. Ni a la hora de fumar en el Museo, ahí donde Juan Pablo II lo prohibió, ni al momento de decidir como hablarle a sus fieles, a los cuales, dicho sea de paso, no tolera. Ni a la hora de enfrentarse con los Franciscanos que demandan su dimisión ni al momento de encontrarse con el Primer Ministro italiano.
“Tenía un gran interés por entrar en la psicología de aquellos hombres que, aparentemente, afrontan cuestiones trascendentales en su día a día.
Hombres que dan respuestas a preguntas que han estado ahí por siempre, y quería mostrar mi visión de cómo se elegían esas respuestas. Ahí fue donde decidió que si quería tratar las relaciones de poder entre los curas, los fieles y el resto del mundo, debía cambiar la dinámica y crear un Papa que no se había visto: americano, joven, guapo y soberbio. Mostrar un Papa que tuviera serias dudas sobre Dios y lo que esto podía significar en esa cúpula de poder que se encargad de fascinar y sugestionar, tal y como lo pueden hacer los ilusionistas”, comenta Sorrentino en entrevista con Life And Style, dejándonos en claro que detrás de su espectáculo ateo, hay una búsqueda de respuestas a viejas preguntas.
Preguntas todas que buscan retratar con sarcasmo el mundo político y espiritual del Vaticano. Que quieren develar los entresijos del poder del catolicismo y mostrar al mundo como hay sólo dos caminos en materia de religión: miedo o tolerancia y es ahí, justo en esa gran decisión, donde The Young Pope apuntala no sólo su argumento sino las razones precisas para ver la serie, punto y a parte de la extrema belleza de los encuadres de Paolo que, por si mismos, valen cada una de las 10 horas de contemplación y fe del espectador.