Rogue One, ¿joya o intrascendente?
La primera cinta de la antologia de Star Wars es de entrada, un buen tributo al soldado desconocido. A decenas de héroes que fueron decisivos para que la tiranía fuera extirpada del universo. Gracias a Rogue One ahora sabemos que la misión para robar los planos de la Estrella de la Muerte tuvo una cuota de sufrimiento más alta de lo que nos hizo creer Una nueva esperanza (George Lucas, 1977). Son historias paralelas con emocionantes coincidencias para quien las sepa leer, como bien lo supo leer su director, el inglés Gareth Edwards (Godzilla).
Tal y como El despertar de la Fuerza (JJ Abrams, 2015) la historia se enfoca en una mujer. Ahora es Jyn Erso (Felicity Jones), la hija de un brillante científico a quien se le obliga a seguir trabajando en la nueva súper arma del Imperio. El abandono provocará que la niña crezca con el rencor suficiente para que, al madurar, tenga su propio viaje del mito del elegido contra el sistema. A ella se unirá el Capitán Cassian Andor (Diego Luna, en un protagónico que carga con buen decoro), un oficial con vasta experiencia en el espionaje y peleando en el campo de batalla. Juntos liderarán a un puñado de rebeldes dentro del bando rebelde –vaya la redundancia– para someter al Goliat que los acecha.
El primer acto, donde se conocen y se desarrollan las historias, está pleno de lugares comunes. De ritmo lento. Pasada una hora de proyección, esas historias comienza a tener repercusiones que explotan en una conflicto macro, nunca antes retratado de esa forma en las siete películas anteriores. Con mitad de estética de videojuego –imposible no recordar Battlefront al aparecer los gigantes AT-TS–, y mitad de referencia a clásicos bélicos, la guerra comienza en todos los flancos. Entonces sí, el ritmo va in crescendo hasta recordar a Rescatando el soldado Ryan al inicio de la invasión; Cara de guerra cuando cae el compañero de armas y se quiere rescatar o La caída del halcón negro cuando, obvio, un accidente en la aeronave deja trunca la misión.
Es justo ahí cuando este spin-off enseña todo su poder. Másacres gráficas, héroes acribillados con saña, cientos de naves cayendo en llamas, el rayo de la Estrella de la Muerte a ras de piso. Aquí hay ínfimo espacio para la mística jedi, esto es guerra pura y dura. Podría decirse que hasta hay exquisitez en la destrucción. Bien merecido que ya sea una de las cintas favoritas entre las posibles nominadas a efectos visuales del Oscar (recordemos que su antecesora ni siquiera fue nominada).
Claro, hay personajes de la saga original que emociona al momento que aparecen en el cuadro. De hecho, vale la pena pagar el boleto sólo por atestiguar la reaparición de Darth Vadder conectando la saga magistralmente. Es eso, su elenco internacional, una quintenta de nuevos personajes y el tono bélico la gran aportación de Rogue One. Muy divertida sí, trascendente no.