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La historia de Omega en los Juegos Olímpicos

Esta firma se ha convertido en un testigo silencioso de todas las proezas olímpicas
mié 10 agosto 2016 07:03 AM
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Instagram: @omega - (Foto: Instagram: @omega)

Todos recordamos la controversia... Beijing 2008. El prodigioso nadador estadounidense Michael Phelps gana los 100 m en estilo mariposa, durante una reñidísima carrera, a la vez que bate un récord de tiempo (50.58, para ser exactos) e iguala las siete medallas de oro en una misma olimpiada de su compatriota Mark Spitz (después sumaría una más, convirtiéndose en el máximo ganador). En la alberca aún se discute la diferencia con su rival, el serbio Milorad Čavić: una sola centésima. Al día de hoy, Čavić todavía está disconforme con el resultado y aquella fracción de segundo sigue dando de qué hablar. Mísero instante en algunos casos, gran abismo temporal en otros, ejemplos como éste nos demuestran la minuciosidad que requieren las competencias de esta magnitud.

La tarea de ser aquellos en quienes confiar a la hora de solucionar situaciones en las que una centésima es la diferencia entre una celebrada victoria y una amarga derrota, recae en un experto en la materia: la respetada casa relojera suiza Omega. Desde Los Ángeles 1932 hasta nuestros días, estos especialistas en medir el tiempo han sido testigos, tanto silenciosos como justos,  de las gestas deportivas más destacadas del hombre, de los más rápidos, de los que van más alto y de los más fuertes. Omega no ha cesado durante toda su hermandad con las olimpiadas modernas de innovar tecnológicamente —no por nada el primer reloj en visitar la Luna era suyo— con el objetivo de desarrollar nuevos instrumentos, cada vez más exactos. Sus expertos son quienes están presentes al comienzo y al final de cualquier prueba, observando analíticamente y ayudándose de aparatos cuya misión es constatar algo que, para muchos, podría parecer inmedible.

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El propio Thomas Bach, actual presidente del Comité Olímpico (desde 2013), comentó lo siguiente sobre la alianza: "Es más que una relación comercial... es una asociación. Sus contribuciones, ya sea a través de productos, tecnología o la experiencia, son de una importancia vital para crear unos juegos olímpicos. Además, su entendimiento del consumidor y su alcance logran comunicar los valores olímpicos a una escala global". 

De esta forma, repasar los avances de la manufactura constituye una forma idónea de viajar por la historia de una asociación destinada, irrebatiblemente, a durar y que ha presenciado importantísimos episodios de cambio entre naciones; desde Tommie Smith y John Carlos realizando el saludo del poder negro en el podio de México 1968, hasta las dos Coreas marchando juntas por primera vez en la ceremonia de apertura de Sidney 2000. Así como los cambios, los atletas se han ido sucediendo, pero la relojera Omega siempre ha estado ahí para medir y atestiguar sus hazañas. Al fin y al cabo, el tiempo es oro y más cuando se presenta en forma de medalla. 

Érase una vez...

Tras la Gran Depresión, vino el inicio de la unión. La economía estadounidense apenas volvía a su cauce y la ciudad de Los Ángeles fue la escogida para demostrarlo con los X Juegos Olímpicos de Verano. Se trató de un parteaguas e: tuvo el primer podio de medallas, la primera Villa Olímpica y confió, por primera vez, a una sola compañía relojera la medición de los tiempos. A la altura del honor que se le confiaba, Omega proporcionó un cronometrador y 30 precisos cronógrafos que permitieron confirmar 17 nuevos récords mundiales. Entre los ganadores se encontraba el militar japonés Takeichi Nishi, inmortalizado en la película Cartas desde Iwo Jima

 

Honrando la tradición

Antes de internarnos en todos los tipos de tecnología de vanguardia que han rodeado las competencias, es importante fijarnos en aquello que no ha cambiado y que no necesita cables debido a su perfección. Así, la tradicional campana de bronce que suena para anunciar la última vuelta de una prueba de atletismo es algo insustituible y que Omega preserva con gran apego. Utilizando arena parisina de más de 50 años, la tamizan para posteriormente calentarla dentro de un molde a más de 1,200 grados °C. Tras conseguir la base, graban minuciosamente a mano los juegos que se disputan y el logo de la manufactura alrededor del objeto. Sin duda, el característico timbre que indica a los corredores que tienen que dar ese esfuerzo extra cuando el tiempo apremia volverá a estar presente en Río y, ciertamente, en ediciones futuras. 
Hay costumbres que nunca cambian...

 

Un disparo sin bala

Pocos sonidos son más icónicos que el tiro de salida de antes de una carrera. Pese a su relieve, no se saber con exactitud el origen 
de este rito (incluso se especula que fue fruto de algún tipo de carrera de caballos, quizás en el Viejo Oeste). Sin embargo, hasta el diseño de un revólver es mejorable y, debido a que el sonido viaja más lento que la luz, el corredor más cercano a la pistola contaba con una fracción 
de segundo de ventaja al llegarle antes aquel estruendoso sonido.                    
Sabiendo que hasta un milisegundo cuenta, Omega desarrolló la primera pistola de salida eléctrica, usada por primera vez en los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver en 2010. Así, este artilugio de brillante color rojo emite un destello de luz y se conecta a un sistema de altavoces detrás de cada uno de los corredores, reproduciendo el disparo exactamente a la vez. De esta forma, toda diferencia que implique ventaja desaparece al apretar el gatillo.

 

Instantánea mágica

Apodados como "los Juegos de la austeridad", Londres 1948 se celebró rodeado por las ruinas de los cruentos bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, Omega no cesó su innovación y desarrolló la primera cámara Photofinish, conocida popularmente como "Ojo mágico". El revolucionario sistema permitía captar en una imagen el momento en el que los atletas cruzaban la meta y así disipar toda duda. La novedad manifestaría su importancia e infalibilidad en uno de sus primeros usos durante la final de 100 m lisos. Después de que los atletas estadounidenses Harrison Dillard y Barney Ewell finalizaran exactamente a los 10.3 segundos, fue el “ojo mágico” el que decidió que Dillard se llevara el primer lugar del podio.

 

La invención acuática

Volvamos al caso "Phelps contra Čavić" de 2008: aquello que marcó la centésima de la discordia fue la mera presión de un panel automático. Un sistema que se inventó en una situación similar ocurrida durante los Juegos de Roma 1960, los últimos que confiaron en el ojo humano a la hora de resolver las confusas disputas en albercas olímpicas, siempre rodeadas por chapoteos. La causa que originó tan necesario invento fue la prueba de nado de 100 m libres y evidenció el problema cuando los jueces comenzaron a discutir sobre quién había sido el ganador. El  oro fue para el australiano John Devitt y un segundo lugar, quizás no merecido, fue para el estadounidense Lance Larson. Omega, evitando futuros problemas, se puso manos a la obra para crear los omnipresentes paneles, a ambos lados de la alberca, que zanjarían dicha cuestión. Estos fueron inventados por un fabricante de Biel, la misma ciudad suiza de Omega, y se usaron por primera vez en los Juegos Panamericanos de Winnipeg en 1967.

 

Fotografía indiscutible

México 1968 estuvo rodeado por los claroscuros y los fuertes movimientos sociales característicos de la década –recuérdese el saludo del poder negro, la matanza de Tlatelolco o la exclusión de Sudáfrica, debido al apartheid–. En este contexto, la manufactura suiza envió 45 cronometradores acompañados de ocho toneladas de equipo para documentar todo lo que ocurría en el Estadio Olímpico. Entre el cargamento, se encontraba una cámara reformadora: la Omega Photosprint. De tal manera, nuestros Juegos Olímpicos vieron cómo la Photosprint podía capturar el momento de llegada de todos y cada uno de los atletas participantes y revelarlo en apenas 30 segundos. Elevada sobre una torre, la cámara resultó ser la mejor aliada de los jueces en los casos de llegadas simultáneas.

 

 

Salida exacta

Cincuenta y dos años después de su debut, Omega regresó a Los Ángeles para la XXIII Olimpiada, en el orwelliano 1984. En una competencia a la que el bloque comunista decidió no asistir, fruto del boicot estadounidense a Moscú 1980, el atleta Carl Lewis igualó las cuatro medallas de Jesse Owens, obtenidas en 1936. Era evidente que la marca aparecería con un invento, destinado a resolver el problema que se tenía en medir si un atleta salía antes del disparo inicial, aunque fuera cuestión mínima. Así, su sistema de falsa salida constaba de unos paneles en el bloque de salida que detectan la presión que ejerce un corredor al arrancar, y mandaban una respuesta a los jueces en 0.1 segundos para que pudieran cancelar la salida si había ventaja. Sobra decir que esta aportación cambió el deporte para siempre.

 

Visión definitiva

Como hemos visto, el "ojo mágico" ha recorrido un largo camino y este año en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 veremos en acción el último prodigio en cámaras de Omega, bajo el nombre de Scan’O’Vision MYRIA. Se trata de un perfecto híbrido, entre cronógrafo y detector en tiempo real, que puede grabar en alta resolución hasta 10,000 imágenes de una misma línea vertical por segundo. Esto se logra a través de una sensibilidad mejorada a la luz que logra una nitidez nunca vista hasta la fecha. Esto no puede significar otra cosa que el arduo y estresante trabajo de los cronometradores y jueces se facilite enormemente. Además, su tamaño compacto permite que sea extremadamente fácil de transportar así como que se monte y desmonte cómodamente en cuestión de minutos. Así, los Juegos Olímpicos de Brasil contarán con un ojo más que neutral que juzgará, de forma ecuánime, mientras graba a todos aquellos que completan las pruebas. En definitiva, no hay duda alguna de que el debut de la Scan’O’Vision MYRIA demostrará, una vez más, que Omega siempre está a la delantera y es la única capaz de controlar el tiempo del enorme evento deportivo. 

 

"O relógio"...

... era el título de una canción del famoso grupo psicodélico brasileño Os Mutantes, en 1968, y bien podría referirse a esta maravilla manufacturada pensando en la alegría y el color que caracteriza a Río de Janeiro. El Seamaster Diver 300M "Rio 2016" Limited Edition refleja a la perfección estas características únicas en los indicadores del bisel rotátil unidireccional, del color de los anillos olímpicos. Además, el fondo se inspira directamente en el emblemático patrón de olas de la calzada del paseo que se extiende a lo largo de la famosa playa de Copacabana y remite también al origen submarinista de esta clásica pieza horológica que puede sumergirse hasta 300 metros y resistir una presión de 30 atmósferas. En el reverso, se lee una inscripición que reza "Rio 2016" y el número de la edición limitada, pues sólo se han fabricado 3,016 unidades exclusivas.  

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