Los 12 hombres más poderosos
Bienvenidos a la impactante historia deportiva del siglo, sobre los sueños de 11 hombres y un entrenador.
"It don’t matter,
I won’t do
what you say.
You’ve got
the money and power, I won’t
go your way.
I can’t take from the people,
they don’t matter at all.
I’ll be waiting
in the shadows till the day
that you fall”, Underdog, canción del grupo Kasabian.
Ésta es una historia muy vieja, como la humanidad misma. Es la batalla perenne del débil contra el fuerte. Es el relato de nuestra especie y su supervivencia en un mundo hostil. Luchamos, nos organizamos y, gracias a nuestra capacidad para leer lo que está detrás de las apariencias, perduramos. La disputa asimétrica ha estado siempre ahí. El que ataca con ventaja y el que se defiende con ingenio.
Un acorazado de más de dos metros, armado con jabalina, lanza y espada, amenaza a un joven pastor de Belén, que sólo tiene una honda y piedras. Es el duelo entre un mercenario y un adolescente; entre un ejército adiestrado y los aldeanos. Uno contra uno o mil contra cien. No importan los números. Se trata de la pelea más citada en la historia de la humanidad. Ocurrió hace tres mil años en el valle de Ela. Fuerza bruta contra efecto sorpresa. Un campeón experto en la lucha cuerpo a cuerpo contra un alfeñique que le engaña con un ataque inesperado. Es David contra Goliat y todos conocemos al ganador.
"Dilly-Ding, Dilly-Dong". Pausa. Aquí es donde suena una pequeña campana.
"El que comprende cómo luchar, de acuerdo con las fuerzas del adversario, saldrá victorioso", escribió Sun Tzu en su libro El Arte de la guerra. Tres mil años después, la historia de David y Goliat se repite. Esta vez, la contienda no es un valle, sino en una isla. El territorio lo controlan cuatro ejércitos. Existe, como siempre, un tesoro en disputa y, durante dos décadas, sólo cuatro soberanos —de entre 20 clanes— se han repartido el botín. Una banda de rechazados, hartos de vivir al borde de la extinción, está por asestarles un golpe letal a los potentados. Su triunfo no será convencional. Son inferiores en recursos. Provienen de una villa y no de un reino. Su historia es insignificante. Nadie les teme. Pero es, justamente, su debilidad la que se convertirá en su principal ventaja. Superarán la intimidación que siempre ejercen los grandes. Se cubrirán con pieles de cordero. Se esconderán dentro de un caballo. Colocarán trampas en el bosque. Aprovecharán la confusión. Atacarán como zorros y no como lobos. En pocas palabras, romperán las “reglas” de la contienda y pondrán a todos de su lado: es el Leicester City (LCFC), actual campeón de la Premier League.
Apenas en 2009, el LCFC jugaba en la tercera división. Nigel Pearson forjó, en esos campos enfangados, un grupo valiente. Ganaron el ascenso a la segunda categoría en 2010. Ese año, el club fue vendido al consorcio tailandés King Power Group, propiedad de Vichai Srivaddhanaprabha, un emprendedor que comenzó con una tienda en Bangkok, y hoy es el "rey" del Duty Free en Asia. Pero no te dejes llevar por las apariencias. El LCFC no ganó la liga a "billetazos", como lo hizo el propio Manchester City en Inglaterra o el Paris St Germain, en Francia. La de los apodados Foxes es una historia extraordinaria de progreso, basada en la aplicación de las "leyes del poder". Una vez en la máxima categoría, el LCFC sintió lo que es ser un pez chico en un estanque de tiburones. Los Foxes eran una de las cinco nóminas más modestas de la Premier League (57 millones de libras). Aunque este equipo ya esbozaba un espíritu rebelde, pasó 175 días amenazado por el descenso en la temporada 2014-15, y sólo logró salvarse tras ganar siete de los últimos nueve partidos. El LCFC era valiente, pero competía bajo las "reglas" de los más grandes.
Si vas a enfrentarte a Goliat, más te vale no hacerlo bajo sus condiciones, porque te aplastará. "No repitas métodos trillados. Libra una guerra de guerrillas", sostiene Robert Greene, en sus 33 estrategias para la guerra. Fue en ese momento cuando el dueño del club cambió el paradigma. Dejó ir a Nigel Pearson, el entrenador que los sacó de la tercera división, y contrató a Claudio Ranieri, un veterano que venía de fracasar con la Selección de Grecia. Ese día, Gary Lineker, exjugador del Leicester City y conductor de The Match of the Day, el show de futbol más importante de Inglaterra, publicó en Twitter: "¿Ranieri?... ¿Es en serio?". Sí. El italiano parecía un "cartucho quemado". Sin embargo, aquí es donde esta historia se convierte en una fascinante y única lección de astucia y poder. En una lección deportiva que no olvidaremos.
Ranieri entendió lo que quería el dueño y desde el primer día se alejó de los convencionalismos. Aunque había dirigido a clubes poderosos, como Juventus o Chelsea, Claudio hizo su ego a un lado, y aprovechó todo el conocimiento que el LCFC había acumulado en sus ascensos. Algo valioso tenía que haber ahí. Hijo de un carnicero, Ranieri mantuvo en sus puestos a Craig Shakespeare y Steve Walsh, los asistentes de campo de su predecesor. Eran hombres con carreras modestas, pero que habían tenido éxito en el entorno del LCFC. "La clave para una buena decisión no radica en el conocimiento, sino en el entendimiento (...) Comprender el poder del "Underdog" (no favorito) requiere esfuerzo y la valentía para rebelarse ante la sabiduría convencional”, dice Malcolm Gladwell, autor del libro Blink, Inteligencia intuitiva. Walsh tenía, además, otra ventaja. Sin proponérselo, fungía como “agente secreto”. Durante años, le confundieron con otro Steve Walsh”, un homónimo que jugó en el LCFC, a finales de los 90. Así que el verdadero Steve Walsh, quien antes había dado clases de Educación Física, podía pasarse horas observando futbolistas en campos rivales sin que nadie le notara. Fue él quien contrató al capitán Wes Morgan, a Danny Simpson, a N ́Golo Kante, al goleador Jamie Vardy (mejor futbolista de la Premier League 2015-16, según la prensa) y al argelino Riyad Mahrez (mejor jugador de la liga, según los futbolistas). Cuando Arsene Wenger, entrenador del Arsenal, le preguntó a Walsh dónde había encontrado a Mahrez, éste le contestó: “En Le Havre, en la segunda división de Francia, tu antiguo patio trasero”. Ese hombre afable era un scout extraordinario. “Pagaba por cacahuates y recibía diamantes”, dicen.
Así, con bajo perfil y "alimentándose" de lo que otros descartaban, fue como el LCFC se armó. Se nutrió con futbolistas rechazados por otros clubes, pero con potencial. “El juego de Ranieri es el mismo siempre: apretar el culo y mandar balones a los de arriba. Si los delanteros son buenos, se anotará. Si los de atrás hacen su trabajo, no se encajarán goles. La victoria es equilibrio”, resume el periodista español Antonio Agredano. El reto era aguantar. La liga es, ante todo, una carrera de resistencia. Nadie puede mantener la inspiración por nueve meses. Hay que dosificarse y guardar energía para el tramo final. “Concentre su fuerza y su energía en su punto más fuerte (...) La intensidad siempre triunfa sobre la dispersión”, dicta la Ley 43 del libro Las 48 leyes del poder, de Robert Greene. Así ocurrió con el LCFC. Los “Foxes” fueron eliminados de la Capitol One Cup, en octubre. Y, para enero, ya estaban fuera de la FA Cup. Esto les permitió enfocarse sólo en la Premier League. “Ganará aquel que sepa cuándo pelear y cuándo no pelear. Ganará aquel que sepa manejarse con una fuerza superior o con un ejército inferior”, resume Sun Tzu.
Mientras tanto, el universo se confabulaba a favor del LCFC. Manchester United vivía tiempos convulsos en medio de una transición fallida tras el retiro de Sir Alex Ferguson. El Arsenal sufría la decadencia de Wenger, quien lleva 11 años sin ganar la liga. Manchester City dormía obsesionado con la Champions League. Chelsea fracasó con José Mourinho. Todos miraban hacia otra parte, al tiempo que el Leicester City preparaba su asalto en la Premier League. Ley No 35: “Domine el arte de la oportunidad”, nos recuerda Greene.
“Dilly-Ding...Dilly-Dong....
La tarde que el Tottenham empató con Chelsea y se consumó la coronación del Leicester City, Ranieri estaba en Italia, cenando con su madre. Ese acto tiene un gran fondo. “Gane a través de sus acciones, nunca por argumentos. No explique, demuestre”, dice la Ley 9. Así fue como el LCFC logró que las piezas cayeran en su sitio. Muy pronto, será caso de estudio en escuelas de negocios; Ranieri publicará libros; se rodará una película. Pero ésta es una historia muy vieja. Es Robin Hood luchando contra el príncipe Juan. Es la resistencia cretense fastidiando al ejercito Nazi. Es David contra Goliat≠ repitiéndose otra vez.
Este texto pertenece a la edición impresa de junio de 2016 de Life and Style
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