¿Ya conoces al escritor mexicano que triunfa en NY?
"Tenía 13 años cuando mis padres nos llevaron, por primera vez, a Nueva York, en condiciones guerreras. Ahí es donde comienza mi historia con la ciudad... La verdad es que caminábamos sin saber por dónde y, de repente, apareció un escenario de una película de Woody Allen y junto con él, también un shock evidente en la cara de mis padres. Unos metros más adelante, apareció un edificio de un filme de Sergio Leone. Casi enfrente, uno de Martin Scorsese. Resulta que estábamos en una ciudad de cine. Ahí tienes mi primer recuerdo de Nueva York”.
Álvaro Enrigue toma una pausa y un sorbo de café. Llevamos ya varios minutos charlando por teléfono sobre cualquier cosa, intentando ganar tiempo y espacio para la entrevista que hemos acordado.
De un lado de la línea (en Harlem), Álvaro cambia a su hija más pequeña para su clase de gimnasia. Del otro (en Coyoacán), yo intento que mi único hijo se ponga los goggles y prepare el chapuzón definitivo en su clase de natación. Hemos elegido un sábado por la mañana para charlar sobre un solo tema y un solo interés: la ciudad de Nueva York, y cuando ambos estamos a punto de ponerle los primeros aguijones y preguntas a la ciudad, Álvaro me recuerda: "Tener hijos en una capital es una especie de suicidio, ¿no?"-
Hoy, Nueva York parece tener un espacio reservado en sus mejores fiestas, en sus selectas vitrinas y en sus mejores asientos de estadio para el escritor mexicano. Pero, en 1982, cuando Álvaro pisó por primera vez la ciudad, la Gran Manzana resistió el intento de bocado de un puberto mexicano que veía sorprendido cómo el cine que sus padres le incitaban a ver, en realidad, ocurría dentro de las fronteras de una sola ciudad. Ahí, su primer recuerdo: ahí, en blanco y negro, con Diane Keaton caminando por el Upper West Side para reunirse por última vez con Allen, en la última secuencia de Annie Hall. Ahí, a color, con Robert De Niro empuñando un arma en las calles de la Little Italy, en la joya que Martin Scorsese firmó bajo el nombre de Mean Streets.
"Nueva York redifinió mi carácter. Es lo que te hace una ciudad tan intensa y enriquecedora. Pero lo volvió a hacer cuando comencé a vivir en la ciudad, hace unos años, junto a Valeria (Luiselli, la escritora de la novela galardonada La historia de mis dientes). Me cambió de manera radical, aunque ella seguramente te dirá que para mal. Por ejemplo, aprendí a ser celoso de mi tiempo. A cuidar mi intimidad. A controlar mis pulsiones. Es cierto que Nueva York te mantiene vivo. Es verdad que es un reto vivir en una ciudad que te aparta del mundo. Pero, si no le pones freno, jamás puedes sustraerte de ella. Si no aprendes a parar, puedes desperdiciar tu vida en la ciudad y su hedonismo. Puedes perderte entre todos los mensajes de los publirrelacionistas de la ciudad, que a diario quieren un pedazo de ti”.
No ha pasado mucho, quizás un par de meses, desde que Enrigue comenzó a percibir que la ciudad quería comérselo. ¿La razón? Su más reciente libro, Muerte súbita, cuyo pretexto de partida es la narración de un histórico partido de tenis entre el artista Caravaggio y el poeta De Quevedo, fue traducido al inglés como Sudden Death, convirtiéndose en un servicio as para los lectores de la ciudad, que aplaudieron la narrativa del oriundo de Guadalajara y le exigieron se convirtiera en uno de ellos. En un neoyorquino de cepa que prefería ignorar la leyenda de los Yankees o la tradición de los Mets, para volcar su apoyo en los Orioles de Baltimore, el equipo de su corazón. "No tenía la intención de quedarme a vivir en Nueva York. No sé quién se plantearía, en su sano, juicio vivir aquí. Es un suicidio. Simplemente es algo que te tiene que pasar. Creo firmemente que después de que uno cumple 14 años en realidad no vuelve a decidir nada, sino que la vida lo hace por ti. Y vivir aquí es una más de las pruebas de ello. Simplemente venía a investigar algunos temas particulares para Muerte súbita, y a dar clases, pero junto con Valeria fuimos alargando la estadía. Ella quería regresar a México a continuar con el doctorado, pero nos dimos tiempo y nos vimos sustraídos y absorbidos por una ciudad de una intensidad enriquecedora. Por una ciudad literaria en la que el mundo externo aparece digerido, editado, muy guapo él”.
Mexic-Man in New York
"Hace falta ser un verdadero hombre para tolerar la ignorancia y sonreír. Para ser tú mismo sin importar lo que digan. Es verdad, la modestia y el decoro pueden llevar a la notoriedad, pero podrías acabar siendo el único que los tiene (en esta ciudad). La caballerosidad y la sobriedad son escasas en esta sociedad. Por la noche, una vela es más brillante que el sol...”.
De verdad, dudo que cuando Sting escribió dichas frases para la canción Englishman in New York, inspirado en los días que el escritor inglés Quentin Crisp (El funcionario desnudo) vivió en Nueva York, pensara en definir en su totalidad la Gran Manzana.
Es más, tampoco creo que David Fincher (El club de la pelea) intentara hacerlo cuando dirigió el videoclip para dicho tema, paseando la cámara por cafeterías, locales de Tiffany, o parques, persiguiendo a un Sting resguardado de la nieve bajo una sombrilla negra. Lo cierto es que hay una incesante necesidad del local y del visitante por tratar de capturar Nueva York y mostrar su visión al mundo, generando miles de miradas geniales sobre Nueva York. Para Woody Allen, su mejor esfuerzo por capturarla está en Broadway Danny Rose.
Para Martin Scorsese, en Mean Streets...¿Y para Álvaro Enrigue? "No he trabajado hasta ahora la ciudad como parte de mi ficción.
En gran medida, porque tengo poco que aportar a las miradas de los genios. Sería ridículo de mi parte jugar a hacerlo. Creo que la gracia es que nadie puede capturar la ciudad en su totalidad. Se trata de momentos. De un rompecabezas que se arma entre varios apellidos. Por ejemplo, para mí, es esencial tener la mirada de Don DeLillo en las primeras páginas de Underworld. Ponerle un poquito del Paul Auster de Trilogía de Nueva York. Y cerrar con todo lo que Langston Hughes redactó sobre el Harlem".
Parece que el rompecabezas de Enrigue para entender Nueva York está muy armado. Literatura y cine para entender la ciudad. Literatura y cine para caminarla. "Si vienes a la ciudad, y salimos a caminar, seguramente te acabaré cansando: "Mira, esa era la casa de Allan Ginsberg. Mira, ahí firmó Weldon Johnson el primer contrato de un profesor negro en una universidad de la ciudad. Detente, detente, éste es el pasaje que DeLillo narra para explicar cómo se iba a un juego de beisbol desde el Bronx hasta Harlem...".
De nueva cuenta, aparece en la charla el beisbol. Habrá que sumarle entonces a la ecuación, lo importante del deporte para entender, desde el punto de vista de Enrigue, a Nueva York. "Sin dudarlo, las mejores páginas que se escriben y que se pueden leer hoy día en Nueva York son las dedicadas a las crónicas deportivas. La gran escritura de Estados Unidos hoy pasa por ahí. El orgullo bestial por los deportes provoca y empapa a cualquiera que esté en la ciudad”.
Le comento que parece que tiene claro cómo dar un curso sobre Nueva York. Que las lecturas y referencias son tan claras, que podría hacer un plan de estudios conciso sobre la ciudad. Me detiene. Su hija lo llama para cambiarle los zapatos y aprovecho unos minutos para mirar cómo el mío ya nada bien de crol, aunque de mariposa ni de cerca. Al volver al teléfono me dice: "Está sonando en el gimnasio Duke Ellington. Es un recordatorio claro de lo mal que va esta conversación. No te he hablado sobre la música en Nueva York. Imagina que la música acá puede ser mi perdición. Más que la literatura. Cada día, pienso en correr hasta Academy Records por un disco. Para seguir con la colección. Para tener algo que enseñarle a mi hijo mientras caminamos al Lincoln Center para escuchar a la Filarmónica de la ciudad. ¿Recuerdas que te hablé sobre el autocontrol ante el hedonismo de la ciudad? Bueno, te presento a mi talón de Aquiles. Ahora mismo quiero ir a Academy por un disco. Y tengo que confesarte: vivimos en el Harlem por una decisión musical. Por estar en medio del camino en el que vivían Ellington y Hughes”.
I (don't) Love New York Food
Enredado entre las decenas de historias musicales que quiere contarme para explicarme la ciudad, Enrigue regresa al hedonismo.
A su preocupación por la corrupción espiritual que fomenta Nueva York. Para Álvaro, comparar Nueva York con la Ciudad de México no es tarea compleja: ambas, capitales del mundo. Ambas, vivas y absorbentes. Retadoras. Las dos, corruptas. Ilegales, para definirlas de tajo. Relajadas, a pesar de su dinámica y sin puritanismos. Ambas, con una aristocracia inmamable, desde su punto de vista, pero ¿qué las diferencia? "Podrán darte una lista de lugares para comer, pero no hay nada que comparar: la comida aquí es horrible cuando la comparas con la comida mexicana. A mí me mueve la comida, y sé que será uno de los detonantes para dejar de vivir aquí. Y por el otro lado, a la Ciudad de México, mi rancho, le falta ese aporte caribeño, afortunado a la hora de darle identidad a Nueva York".
En ambos lados de la línea telefónica hay dos profesores que nos miran, dispuestos a colgar el teléfono. Por un lado, la clase de gimnasia llega a su fin. Por el otro, mi hijo concluyó con su visita al chapuzón. Decidimos cortar con dos preguntas más: ¿Qué época elegiría para vivir feliz en Nueva York? y ¿Cuál sería el último capítulo que enseñaría sobre la historia de la ciudad? Responde la segunda primero: "Iría de las memorias de la fundación holandesa a la cara de la migración luchona". ¿Y la época? "Donde pueda ver a Duke Ellington tocar. Donde pueda ver a Hughes recitar. Los 30. Ese hervidero del jazz y la literatura afroamericana".
Los gritos de los niños ya no tienen vuelta atrás. La entrevista terminó. Pienso en agregar algo más a la comparación entre NY y CDMX: ninguna está dispuesta a dejarte concluir. Enrigue tiene razón, desde los 14 uno ya no puede decidir.
Este texto pertenece a la edición impresa de mayo de 2016 de Life and Style .
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