Teatro mexicano imprescindible según Demián Bichir
Desde que tres años atrás se sumó al selecto grupo de los nominados al Oscar con una espectacular transformación en un humilde inmigrante mexicano en Una vida mejor de Chris Weltz, las cosas han marchado maravillosamente bien para Demián Bichir. Desde entonces ha sido convocado por Oliver Stone y ha experimentado cómo es protagonizar durante dos temporadas una serie televisiva en Estados Unidos con The Bridge junto a la alemana Diane Kruger.
Sin embargo, en los últimos meses, todo ha ido aún mejor. Quentin Tarantino le dio un papel en la muy esperada Hateful Eight junto a Channing Tatum y Samuel L. Jackson, y acaba de completar el rodaje de su primera película como director, Refugio, la que también protagoniza y en la que participan Eva Longoria, Jorge Perugorría y Ana Claudia Talancón. Y aunque no le alcanzan las horas del día, se ha hecho un espacio para poder compartir con su familia una nueva puesta en escena de El último preso de Slawomir Mrozek, que este sábado debutará en Los Ángeles en el marco de la feria literaria LeaLA que organiza la Universidad de Guadalajara.
Demián aprovechó una pausa en el rodaje de Hateful Eight para platicar con Life and Style sobre esta inusual reunión familiar que dirige su padre Alejandro y en la que se le verá sobre el escenario junto a sus hermanos Odiseo y Bruno.
En este momento no podrías estar más ocupado, acabas de dirigir una película, estás rodando con Tarantino. Es el mejor momento de tu carrera y aún así haces una pausa para venir a Los Ángeles y presentar una obra con tus hermanos. ¿Por qué es tan importante para ti hacer teatro?
Hay varias razones. Primero, es muy importante para mí porque ahí he crecido. Pienso además que no es una obligación sino un gozo. Crecí en un teatro, mis padres y mis hermanos venimos del teatro. Entonces siempre será una amante a la que regresaremos a sus brazos, corriendo, una y otra vez.
En esta ocasión, desafortunadamente, sólo voy a dar 5 funciones. La primera es este sábado dentro del festival; que a mí me parece que es brillante la iniciativa de la Universidad de Guadalajara que trae la Feria del Libro y que dentro de esta actividad han creado este pequeño festival de teatro donde vamos a estar nosotros. Teatro y otras artes. Para mí es importante apoyar este tipo de eventos porque somos un millón los que estamos de este lado y a veces decimos que no hay ofertas en español para poder ver.
Otra de las cuestiones es que yo voy a cubrir a mi padre en la función de este sábado y luego en Tijuana voy a cubrir a mi hermano Odiseo, el otro personaje, y el 21 en Mexicali; esas son las únicas funciones que voy a dar. Por supuesto ha sido complicado por las agendas y demás, pero desde que apareció esta posibilidad yo dije que sí de manera inmediata. En primer lugar, porque es una maravilla poder trabajar con tu propia sangre, con tu familia.
Y yo todavía estoy en medio del rodaje de la película de Tarantino. Curiosamente, nosotros terminamos el viernes de rodar y la función es el sábado, entonces ha sido una coincidencia afortunada de fechas, de otra manera hubiera sido imposible. Desafortunadamente no puedo estar en toda la temporada y en la gira que ellos están haciendo por todo el país, precisamente por los compromisos que tengo.
Estoy terminando Refugio y en una etapa muy delicada que es la posproducción. Y estoy inmerso en todo eso, entonces la obra de teatro va a continuar después en México en una temporada en un teatro distinto, en el Teatro Helénico, y tengo la esperanza de que para entonces voy a estar más desocupado y de que pueda volver. Me preguntas por qué hacerme esos espacios para hacer teatro y la respuesta es muy simple: porque de ahí somos y siempre un actor regresa a su lugar de origen.
Imagino que así como unas familias se juntan los domingos para almorzar, otras para jugar un partido de futbol, los Bichir se juntan para hacer una obra de teatro...
Oye, esa frase te la vamos a robar; tienes razón. Es muy curioso porque nosotros hace poco platicábamos sobre el hecho de que no nos acordamos de las navidades o años nuevos, cumpleaños o días festivos, porque esos son los días en que en el teatro se dan dos funciones. Y de alguna manera ese ha sido nuestro parque de diversiones: nuestros asados, los partidos de futbol, es cuando nos trepamos todos al escenario y jugamos.
Sí, es una bendición el haber nacido en el seno de una familia teatral, lo he dicho toda mi vida. Creo que el actor que soy estrictamente es por eso que nuestros padres nos regalaron desde bebés. Y lo seguiremos haciendo, a nosotros nos gusta mucho esta vida y nunca nos hemos quejado.
¿Cuáles son, a tu juicio, las cinco obras de teatro que todo hombre mexicano tiene que ver?
Interesante. Mira, yo siempre abogo por el teatro nacional, de autores mexicanos; y me parece que hay obras obligadas. Para hablar de los autores mexicanos yo te tendría que decir que probablemente tendríamos que empezar con El gesticulador, de Rodolfo Usigli; tendríamos que hablar también de otro de los grandes dramaturgos que es Emilio Carballido, probablemente Orinoco. Es un poco complicado hablar de cuál es tu favorita porque él tiene una obra prolífica y estupenda, pero se me ocurre esa.
Habría que echar también un vistazo a Elena Garro, probablemente El árbol. Habría que revisar el teatro de Hugo Argüelles también, con Los cuervos están de luto, y un poquito más acá pues habría que mirar a Víctor Hugo Rascón Banda, que falleció joven pero es uno de los autores contemporáneos más importantes; hay una obra que hice y me gusta mucho que se llama Manos arriba, que habla de la situación que vivimos en México desde hace muchos años, y en algunos países latinoamericanos, de cómo nos robamos todo a nosotros mismos, incluso el tiempo. También me gusta mucho el teatro de Sabina Berman, con Feliz nuevo siglo doktor Freud.
¿Y qué me dices de El último preso, la obra que vas a presentar con tu familia en Los Ángeles?
Me parece que es una obra muy puntual, aunque es de los 60, porque desgraciadamente hay cosas que siguen ocurriendo, que nos siguen afectando, no sólo en México, sino en muchos países latinoamericanos. La clase política nunca está a la altura de su pueblo. La clase política padece una serie de cánceres terribles que terminan contaminando a su población.
Esta obra imagina una premisa: queda un solo preso en la cárcel, es el último revolucionario y de pronto este revolucionario dice: "Voy firmar el acta de lealtad porque quiero trabajar con el gobierno porque todo es maravilloso, porque todo funciona increíblemente bien en este país". Y a partir de ahí se desatan una serie de circunstancias que el autor retrata de una manera muy divertida, es una farsa. Es una crítica aguda, profunda, a través de un sentido del humor sumamente delicioso. Es una obra que nos gusta mucho, que ha funcionado muy bien, y que es un golpe durísimo a la política interna de nuestros países donde el autoritarismo reina la mayor parte de las veces.
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