La mitad de legislatura de Underwood
Antes de nada, no hemos hecho maratón alguna. Estamos disfrutando la tercera temporada de House of Cards poco a poco, como un buen whisky. Bien, se trata de algo fuerte y que disfrutamos como hombres. No, como caballeros. Llevamos la mitad de la serie y, obviamente, no esperábamos menos de la obra maestra de Netflix.
No hace falta decir que hay Alerta de Spoilers
Nuestro político maquiavélico, Frank Underwood (Kevin Spacey) está ya sentado en la silla del despacho oval como Presidente de los EUA. Su tarea es ardua, ha llegado ahí sin votos, aprovechando la dimisión del anterior presidente (provocada por él). En consecuencia, es odiado por lobbys, demócratas y republicanos por igual. Su pretensión es presentarse en las próximas elecciones, algo que no cae muy bien dentro de su propio partido... Sobretodo si sigue un programa para la creación de trabajos con clara pretension de New Deal para resultar reelegido.
Por su parte, Claire (Robin Wright), su mujer, está progresando en su carrera como embajadora de la ONU y primera dama e intentando solucionar las guerras que el gobierno de su marido provoca. Falta decir que aquí se crea una relación incompatible que apunta que desembocará en tragedia matrimonial. Véase el capítulo de su visita a Moscú para liberar un activista gay americano encarcelado, donde Claire deja en ridículo a Frank. Antes ambos trabajaban con los mismos objetivos, cazaban en pareja, pero ahora acabarán inevitablemente enfrentados.
Además, pensábamos que el fiel asesor de Frank, Doug Stamper (Michael Kelly), había pasado por la guadaña tras el incidente con la prostituta que sabía demasiado. Los guionistas han devuelto a la vida al secuaz que se encuentra recuperándose del golpe que le ha dejado tocado cerebralmente. Aún así, el trabajólico Stamper no va a descansar mucho tiempo con Frank o sin Frank.
De los villanos que hemos conocido estamos impresionados con la encarnación que hace Lars Mikkelsen del presidente ruso. Viktor Petrov, el doppleganger de Vladmir Putin, es un excelente rival para Underwood. Frío, calculador e incorrecto. El exagente del KGB no tiene problemas para besar en la boca a Claire en público y en la cara de Frank o extorsionar a los EUA a su placer. Incluso hay un cameo de Pussy Riot! que hace al antagonista más creíble cuando se ríe de ellas. Además, sus leyes anti-gays provocarán conflictos mayores con Underwood.
En cuatro capítulos hemos tenido una entrada por la puerta grande de nuevo en Washington DC, llena de cinismo y soliloquios a cámara. El pistoletazo de salida es el presidente haciendo pis sobre la tumba de su padre, esperemos que la temporada no acabe en el mismo cementerio en el que empieza.