Toyota Supra, nuestro primer contacto en pista
Al hundir el acelerador sientes un golpe en la espalda y el sonido del motor se convierte en música. Los conos en la pista de pruebas serpentean y hacen un camino que, piensas, no podrás tomar a esa velocidad, sin embargo Toyota Supra responde de un lado a otro, manteniendo la aceleración y el agarre, llegando a la meta en una pieza. Es nuestra primera prueba de manejo a este auto producido en Austria.
El deportivo de la armadora japonesa demuestra que es un digno heredero de las cuatro pasadas generaciones, las que, gracias a su potencia y maniobrabilidad le dieron fama en todo el mundo.
El más reciente miembro de la familia Toyota muestra un interior cuidado y enfocado al conductor, con mucha de la distribución que veríamos en un Z4, pero el logotipo en el volante te recuerda que estás en un auto con su propia leyenda. Y eso se comprueba al momento de manejarlo.
El brío que le dan los 335 caballos de fuerza y los 365 lb-pie es inmediato, y la transmisión automática de 8 velocidades entrega cambios exactos, muchas veces mejores que los que haríamos de manera manual a través de las paletas detrás del volante. Sólo así entiendes que logre el 0-100 km/h en 4.1 segundos (y nosotros nos quedamos bastante cerca).
Al momento de realizar este primer contacto, nuestra primera prueba de manejo en pista, Supra demuestra que su configuración fue la atinada, y tal vez esa sea su mayor cualidad: la entrega de deportivismo.
La tracción delantera ayuda para apuntar la nariz del auto y dejar caer el pie en el acelerador para que vaya exactamente a donde le pides. Con modo Sport se convierte en un creador de emociones y vuelta tras vuelta demuestra sus capacidades y los beneficios de la construcción unibody.
Pero la aceleración no es lo único destacado en el coupé, pues cuenta con frenos de disco ventilados y, a pesar de forzarlos durante toda la prueba, jamás cambiaron su desempeño. En cuanto a diseño, el nuevo Toyota Supra 2020 tiene coqueteos con sus antecesores, como el techo con “doble burbuja”, o las líneas sobre el cofre.
Luego de una ausencia de 21 años en suelo americano, podemos decir que la espera valió la pena.