Nada detiene a la BMW X6 M, ni el Gran Cañón
Hacía tiempo que planeábamos este viaje. es cierto, hay pocas rutas tan icónicas y trilladas como la de Los Ángeles al Gran Cañón. pero, justo por eso, éste es un road trip que se agrega a la bucket list de quien pone por primera vez las manos sobre un volante.
Una de las partes más emocionantes de un viaje es la planeación. Primer paso, ¿a dónde queremos volar? Tras un repaso a las aerolíneas y los destinos, hicimos un gran hallazgo: Aeroméxico tiene un vuelo directo —que poca gente conoce— de la Ciudad de México a Ontario, California. Al instante fue la ruta ganadora, no sólo por precio y ubicación, sino porque nos evitaba el caótico aeropuerto de Los Ángeles. ¿Siguiente paso? La ruta del road trip, que, al empezar en el área de LA, facilita todo. Sus playas, su relajado ambiente, su oferta gastronómica, sus tantos rincones cinematográficos, el estilo que destilan sus habitantes... No hubo discusión alguna sobre cuál debía ser la primera parada.
A partir de ahí, el tercer paso consistió en trazar caminos en Google Maps con dirección al Gran Cañón, con una lista de lugares que se nos antojaban para tomar algunas fotos y para dormir. El camino directo siempre es el más aburrido, así que, en lugar de la clásica opción Los Ángeles-Las Vegas-Arizona, decidimos dar más vuelta pero tener la oportunidad de conocer Zabriskie Point —culpa del cineasta italiano Michelangelo Antonioni y su cinta del mismo nombre— y adentrarnos en una zona entre los estados de Arizona y Utah que nos permitiría visitar muchos más paisajes que el propio Gran Cañón y el inmenso parque nacional que lo rodea.
Cuarto paso: reservar hoteles o moteles, según nos agarre la noche en algún punto del recorrido. El quinto y último paso —mi preferido, lo reconozco— fue escoger el auto. Serían siete días de manejo, por lo que necesitábamos un auto cómodo y espacioso para transportar el equipaje. Al mismo tiempo, la combinación de freeways de rectas infinitas y carreteras secundarias desérticas requerían un combo de velocidad-potencia-robustez a la altura de la experiencia.
Dispuestos a soñar, contactamos a BMW con una arriesgada idea en mente: manejar en total libertad el X6 M. La respuesta que recibimos fue tan acertada como emocionante, al decirnos que la deportividad, comodidad, lujo y potencia de este modelo nos estaría esperando al bajar del avión en Ontario. Ahora sí, "nothing behind me, everything ahead of me, as is ever so on the road", como dice una famosa línea de On the Road, de Jack Kerouac.
Felices contratiempos
"Si no sales de casa, no te pasa nada" es una de mis frases preferidas de abuela, porque es verdad. Pero su advertencia tuvo en mí el efecto contrario. Estoy convencido de que salir es arriesgarse a que sucedan las cosas, y qué bueno que esta vez pasaron. Tras recoger la increíble SUV en el estacionamiento del aeropuerto —los empleados de Park n’ Fly fueron los primeros de muchos que nos saludarían con la frase "nice car, man" durante el viaje—, pusimos rumbo a Los Ángeles. Las primeras sensaciones fueron inmejorables: líneas de luz exteriores e interiores de un gusto excelso, tamaño imponente y una aceleración —0 a 100 en 4.2 segundos— que era la promesa de lo que estaba por venir.
Avanzamos hacia la ciudad de las celebridades todavía en esa nube que te envuelve cuando inicias un viaje lejos de casa; el tiempo pasa rápido y sientes que no estás memorizando nada. Eso sí, en la carretera de Ontario a LA nos sobró tiempo para comprobar que el sistema de sonido harman/kardon sería clave para que la playlist que elegimos en Spotify fuera parte esencial del viaje. Y así, a golpe de canciones, nos adentramos en la ciudad.
Como todavía quedaban varias horas para hacer el check-in en el primer hotel, decidimos manejar hasta Hollywood Boulevard y de ahí, a Beverly Hills. La aceleración y el rugido deportivo fueron sustituidos por una precisión y comodidad al volante totales, complementadas por todo tipo de ayudas tecnológicas (alarmas sonoras y luminosas de proximidad, cámaras de apoyo por todos lados, etc.).
Tras un paseo entre las monumentales mansiones de los famosos, en las que la X6 M se integraba a la perfección, empezamos a descender rumbo a Santa Mónica, frente a cuyo muelle disfrutaríamos el atardecer, justo antes de lanzarnos a caminar y cenar en Venice. El desierto parecía algo lejano frente al mar, pero sabíamos que llegaría.
Y fue antes de salir de California, justo en el momento en que entramos en el parque nacional de Death Valley —el valle de la Muerte—, en el que, como su nombre indica, la aridez es la nota dominante. Dunas que asemejan a las del Sahara y la increíble vista de los sedimentos de un lago que se secó hace cinco millones de años son sus dos grandes atractivos. Allí pasamos el día manejando, a veces sobre asfalto, a veces sin él, inundados cada vez más de la mágica sensación que ofrecen la distancia, la desconexión y el placer de manejar en carretera libremente.
Llegó el momento de encaminarnos hacia Las Vegas, donde dormiríamos esa noche. Fue entonces que algo pasó. Habíamos parado a tomar unas fotos en una suerte de lago de sal cuando, al volver al coche, descubrimos que una luz en el tablero se había encendido. Fue entonces que estaba frente a mí una oportunidad que siempre había soñado con los autos de lujo: hablar al teléfono de asistencia y probar la eficacia de su servicio. En el caso de BMW, el número estaba impreso en la puerta de la cajuela y nos tomó —literalmente— unos cuantos minutos para que nos localizaran y mandaran a alguien por nosotros.
Como no podía ser de otra forma, cuando la ayuda llegó el coche arrancó como si nada; ironías. Nos impulsaron a visitar —sin costo alguno— la agencia de BMW en Las Vegas a la mañana siguiente para asegurarnos de que todo estuviera bien. Una revisión exprés pero muy efectiva fue suficiente para que nos animaran a adentrarnos sin miedo en el estado de los cañones. Welcome to Arizona.
600 caballos de libertad
Las interminables carreteras que llevan a la ciudad de Page nos descubrieron al fin todo lo que la X6 M tenía que ofrecernos. El motor de gasolina de ocho cilindros, 4.4 litros, M TwinPower Turbo, desplegó sus 575 hp y dejó a todo aquel que nos encontrábamos muy, pero muy atrás. El cambio M Steptronic de ocho velocidades, el sistema xDrive M y su tracción y sus frenos excepcionales hicieron que nos deslizáramos literalmente sobre el asfalto. Al llegar a Page, epicentro turístico de la zona de cañones, todo fueron bocas abiertas y felicidad. Paisajes irreales de Horseshoe Bend (la Curva de la Herradura del río Colorado) a Antelope Canyon (cuevas de luces y colores rojizos sin igual), y de Lake Powell (300 km de lago) a Marble Canyon, cuya ausencia casi total de construcciones humanas lo hace un lugar ideal para intentar comprender la epopeya que fue para los primeros exploradores atravesar este estado.
Y, como colofón, el rey, el archiconocido Gran Cañón. Sentarnos ante él al atardecer dejó todo lo visto atrás y nos quitó todas y cada una de las palabras. Porque los monarcas lo son por algo.
Este artículo pertenece a la edición impresa del Especial de Autos Verano 2016
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