El genio de Iñárritu
Para el escritor francés Raymond Carver, el destino puede crear una gran película ya que “no hay nada que pueda anticipar a una buena película, ni a un buen director. ¿Cómo saberlo? El cine que, a mi manera de ver, es auténtico, comprende la creación íntima de un ser humano que al exponerse, con sus fuerzas y debilidades, exhorta a un diálogo entre seres humanos, y esto no se puede explicar, sólo se puede sentir en el momento que uno entra en contacto con la película, pero ¿cómo llegas a ella? No lo sé, será el destino supongo”.
Este año Birdman fue la película de apertura en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Morelia, y las expectativas sobre la cinta y sobre su director, Alejandro Gonzáles Iñarritu, eran evidentemente altas y un tanto morbosas: ¿Logrará el hombre pájaro remontar el vuelo o será una nueva versión de Ícaro?
El inicio de la película comienza a dejar las cosas en claro: una pantalla en negro muestra un extracto del último poema de Raymond Carver. Seguido de una serie de imágenes alucinantes (fotografiadas por Emmanuel Lubezki) editadas de manera breve, sugiriendo un déjà vu, mezclado con créditos que aparecen al ritmo de unos enloquecidos redobles de una sonora tarola a ritmo de jazz progresivo creadas por Antonio Sánchez.
Un preámbulo a la presentación del protagonista el actor Riggan Thomson, interpretado por el mítico Michael Keaton, y a partir de este momento nos adentraremos por las entrañas de un obscuro teatro neoyorkino que funciona tanto cómo fondo para el drama y como metáfora del mundo interior del personaje. El filme relata la vida de Riggan, un actor en decadencia, alguna vez famoso por interpretar a un icónico superhéroe (Birdman), que lucha ciegamente para montar una obra de Broadway y así recuperar su prestigio y valor como ser humano.
“Creo que la película habla principalmente de la identidad, creo que a través de los años hemos empoderado a otros para que nos definan, luchamos encarnecidamente por la aceptación de los demás, nos desvivimos por tener “likes” o seguidores, se mide nuestra importancia a partir de cuantos amigos tengo en “face”. Las redes sociales aparentemente pueden otorgarte el valor: tú eres inteligente, o tú eres famoso, tú no... hay una enfermedad de la popularidad una sed insaciable por el reconocimiento.... Yo pienso que los seres humanos necesitamos es afecto, no admiración. La confusión de estos dos términos es lo que nos tiene tan ansiosos, tan inconformes con lo que somos”, declaró Iñarritú en el festival sugiriendo que no es una casualidad que la obra que trata de montar el personaje de Keaton sea la adaptación de uno de los cuentos más célebres de Raymond Carver: ¿De qué hablamos, cuando hablamos de amor?
Si he mencionado el inicio de está película es porque me imagino que la película es el mismo Iñarritu golpeando la batería con todas sus fuerzas para ser escuchado y decir, tal vez no les guste lo que van a escuchar (o en el caso de la película, ver), pero lo voy a gritar fuerte: ¡Esto es lo que soy!
Por lo mismo, Birdman tiene poco que ver con sus proyectos anteriores, dejando de ser completamente vertiginoso para entablar una especie de monólogo interior, abordado en una sola toma, donde expresa todos aquellos temas que nosotros hemos leído y escuchado centenares de veces, pero que en está película son contados por medio de una voz que, tal vez por primera vez, notas sincera al exponer de manera explícita un ego sobregirado, prisionero de sus miedos. Una ego que grita con voz recta: "Esto es lo que soy, esto es lo que me aterra y me fascina, y te lo cuento como a mí me gustaría escucharlo y verlo".
El asunto aquí, como lo dice la película, es que nunca sabremos de lo qué somos capaces hasta que saltemos por la ventana de un 5o piso.