Viendo la película, es inevitable pensar en que hay una crisis en el sistema, en el capitalismo y en la masculinidad blanca. ¿Son cosas en las que pensaron?
J: La crisis de opioides se detona por el capitalismo. Es muy fatalista y no está regulada. Sabemos lo peligrosas y que son estas drogas científicamente diseñadas para ser adictivas, y esta es la forma en la que la sociedad capitalista se está derrumbando; hasta cierto punto, no hay límites. Incluso con la pandemia, estamos politizando y polarizando… francamente, no sé si estamos diseñados para sobrevivir al internet. Hay gente con muchas agendas que ha aprendido a manipular psicológicamente a la gente por medio de la información, el internet. Todo esto va junto, y de cierta forma se plasma en la película. En cuanto a la masculinidad, ciertamente hablamos de eso. El protagonista va a un boot camp, y ahí vemos que es una salida a la agresión. Cuando va a la guerra, encuentra lo mismo. Es un chico que llega a enlistarse al ejército con una agenda altruista porque no puede encontrar foco en su vida, y como tiene alma de poeta, lo ve como lo que es: un juego, algo sin sentido. Esa es parte del comentario. La vida está llena de agendas institucionales que son opuestas a la humanidad y a los sentimientos, y que cuando tienen la oportunidad, te llevan a la bancarrota, te destrozan, hacen todo por dinero.
¿Pensaron en la imagen de lo que representa ser un hombre y lo que representa la guerra al hacer esta película?
J: Hay una superficialidad en eso. Claramente hay periodos en la historia en los que, si ibas a la guerra era por una razón importante. La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, fue por algo importante. Desafortunadamente, las guerras ahora no tienen una agenda muy clara, y puede estar basada en el interés propio. En ese sentido, es difícil motivar a la gente a sacrificar su vida y su salud para pelear por algo cuya base claramente es la economía y el interés propio. La guerra de Irak, que es a la que va Cherry, es algo que sólo entiende hasta que está ahí. Sólo ahí logra tener perspectiva. En el libro, dice que sentía como si fuera una actuación, porque al final no le ve el punto. Nosotros tenemos un punto de vista muy específico en cuanto a la masculinidad y los personajes de ese género. Si ves nuestro trabajo –desde Community hasta Marvel– vemos mucho el machismo y nos gusta burlarnos de él. La humanidad reside en la sensibilidad, en el aspecto femenino de lo masculino. Eso es algo que hemos tratado de deconstruir a lo largo de nuestras carreras y en la forma en que representamos a los hombres.
T: Para nosotros siempre ha sido importante no romantizar la violencia. Claramente, la violencia siempre ha sido parte del drama, y tiene a irse a los peores aspectos de la experiencia humana, pero para nosotros siempre ha sido importante resaltar –ya sea en Cherry o en las películas de Marvel– que la violencia tiene consecuencias en la psique humana, y no es algo que te puedas quitar; se queda contigo. El costo de la violencia es muy real y es una parte crítica para entender la masculinidad, la historia, todo.
¿Pudieron hablar con Nico Walker al hacer esta película?
J: Aunque el libro está basado en la vida de Nico, el personaje es ficticio, y no quisimos usarlo como una fuente de inspiración. Más bien, queríamos que Tom hiciera su propio personaje. Nuestra exposición a él, además, fue muy limitada porque estaba en una prisión de máxima seguridad cuando estábamos haciendo la película, y el acceso era limitadísimo. Hablamos un par de veces con él durante el desarrollo de la película. Tom se inspiró en adictos que conoció en Cleveland, soldados, y con eso construyó el personaje.